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Mirando la cara ayer del ministro Puente, tan profundamente agria, poco amable, desagradable en suma, y oyendo lo que dice y cómo lo dice, he visto la luz, he hallado la respuesta íntima al siempre algo hay que hacer para que no veamos a nuestro vecino como nuestro enemigo, que nos sintamos realmente una hermandad y una familia. Todo lo diferentes que sean sus integrantes pero una familia, la familia española, a la que nos meten fuego los veranos, nos rompen las fronteras, nos enfrentan desde esos laboratorios malvados y un buen número de cosas que se ensayan o se ejecutan sin cesar. Antes de que llegue el centenario de la última guerra civil de los españoles, fecha a la que deberíamos ir preparados pues no ocurrieron las cosas para que fueran manipuladas sino para ser lloradas y penadas; antes del 18 de julio de 2036, quería decir, hay que hacer un borrado completo de este maldito disco duro que es España. Y empezar de nuevo a construir la estancia confortable que necesitamos y nos merecemos. ¿Cómo se hace eso? Bueno, por empezar por algún sitio, cesando a este Puente roto, este Puente que no hace honor a su apellido. Todo aquel que no venga con la mano abierta, ni agua. Lo contrario a su promoción y difusión. Porque quiero creer que está conmigo, esto no se soporta ya. Vemos cómo arde España, vemos los llantos inconsolables por los muertos y la destrucción del fuego. Y esta calor horrorosa. Con calor no sólo pensamos menos, se dispara el cerebro de los animales que está junto al cerebro de las personas. Y de lo que se trata es de ser más personas cada día, menos animales. Por esto el borrado, tomemos de la informática el concepto. En clave católica, la confesión. Tus pecados –y los míos– son perdonados en el Nombre de España. La pesada carga de una conciencia penosa desaparece por ese acto. Los pecados de España deben ser perdonados, borrados. Y empezar de nuevo –otra vez– a ser un país verdaderamente solidario y fraterno, nos va la vida en ello. Y la hacienda, el futuro. Y la paz necesaria para crecer, para vivir. Las llamas no entienden de fronteras, ni de lenguas. Todo lo destruye. Hablo de eso, de apagar el fuego. Nos va la vida en ello. Cuando se vaya el humo hay que empezar a construir un nuevo futuro. Es urgente.
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