Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
La mañana del 3 de julio de 1898, el almirante Pascual Cervera y Topete se dirigió a sus hombres justo antes de entrar en combate. Lo hizo en tono sacrificial: sabía con certeza que sería derrotado por la armada norteamericana, que aguardaba a la salida del puerto de Santiago de Cuba.
Los marinos españoles vestían el uniforme de gala que les había ordenado lucir el almirante. Según dijo, era el uniforme de las grandes ocasiones, y no la había mejor que aquel día en que se entrega la vida por la patria.
La derrota fue tan esperada como inevitable. España perdió Cuba, la penúltima colonia propiamente dicha. La última, Filipinas, fue cedida a Estados Unidos por 20 millones de dólares en el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898. Con la pérdida de Cuba se cerraba la presencia española en América. España dejaba de ser potencia para convertirse en un país irrelevante, algo que, en realidad, ya había sucedido mucho antes.
El asunto no tendría hoy importancia si no fuera por dos coincidencias muy actuales. Ciento veintisiete años después, España sigue siendo un país sin relevancia internacional y, guiños del destino, la fragata Furor que escoltaba a la flotilla hacia Gaza lleva el mismo nombre que el destructor que salió penúltimo de la bahía de Santiago de Cuba aquella mañana del 3 de julio de 1898. Aquella sí era una flotilla: seis barcos de guerra españoles, derrotados sin remisión por la armada norteamericana.
Todo segundón necesita una dosis de grandeza, casi siempre proporcional a su irrelevancia. Antes lo veían cuatro; ahora la globalidad amplifica el ridículo.
La fragata actual provocó más risa que respeto. Para no correr la misma suerte que su homónima de 1898, hundida tras el incendio y la explosión provocados por los disparos estadounidenses, la flotilla la escoltó solo hasta justo antes de entrar en aguas israelíes. No hubo el valor que en “la blanca” solo se supone. Perroflauta no usa uniforme de gala ni entrega la vida por la patria. El miedo huele mal, y hay rosas blancas en la munición de los cañones.
Uno de los códigos de conducta cuando has sido muy grande es que no puedes permitirte hacer el ridículo. Lo de la fragata italiana fue una fake news.
La Furor surcó aguas colindantes que delimitan el espacio donde no se puede, y se quedó en alarde: una pose, un barquito de papel.
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