Cajón de sastre

Nicolás Barroso

Ubú president

22 de agosto 2014 - 01:00

DESDE siempre he amado el Teatro, aunque no se me ha dado nunca bien el noble oficio de actor. Ninguna liturgia puede superar la magia de la sala a obscuras y el telón abriendo lentamente. A continuación los cómicos, honorable trabajo ¡Vive Dios!, nos ponen frente a frente con nuestra propia realidad. Como en un espejo, allí están reflejadas las pasiones, los sentimientos, la verdad y la mentira de la condición humana. A veces vienen dulcemente envueltas en la sátira o la ironía. Otras veces el desgarro y la crueldad son servidos sin anestesia. A través de los siglos, para el Teatro han creado obras los mejores escritores y en tiempos de tribulación, ha servido como válvula de escape ante la opresión. Así es, si así os parece.

Siempre ha habido buenas Compañías de Teatro en nuestro país, pero servidor siente debilidad por una catalana: Els Joglars. La crearon en 1962 Albert Boadella, Carlota Soldevila y Antón Font, en Barcelona. Desde sus primeros montajes, pudimos observar que un nuevo aire fresco había llegado a la escena española. Dotados de una disciplina ejemplar, supieron combinar la capacidad histriónica con la utilización de los más modernos medios técnicos, produciendo primero el asombro y luego la admiración de los amantes del arte de Talía. Desde entonces he intentado no perderme ningunos de sus estrenos y créanme, nunca me han decepcionado y he disfrutado muchísimo con ellos. Uno de los personajes inolvidables de Boadella es Ubú. A él dedicó dos de sus obras, Operació Ubú, estrenada en el Lliure en 1981 y la más polémica, Ubú President en 1995.

Ubú Rey es una creación teatral de Alfred Jarry y representa al mindundi que por azar, ocupa un cargo de responsabilidad y gobierna vidas y haciendas desde su mediocridad. Si en la Operació la realidad se desfiguraba con la consulta de un psiquiatra, en President el cartel de la obra era ya suficientemente explícito: un águila imperial coronada con una barretina. Como Ubú Pujol se cabreó, Boadella tuvo que autoexiliarse de Cataluña, acusado de traidor a la patria. Recuerdo que en el transcurso de la obra desfilaban constantemente unos ejecutivos a los que se les abría el maletín y caían fajos de billetes. El cuadro final era un cabezudo Jordi Pujol, disfrazado de Virgen del Pilar, bailando una sardana. Irreverente pero eficaz. A los ingenuos que ahora se escandalizan con el numerito del ex molt honorable, hay que recordarles que alguien lo avisó hace muchos años. La libertad de expresión tiene un precio que sólo los valientes están dispuestos a pagar. Irreductible Boadella.

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