Rafael Pérez de Vargas

Rafael estudió Derecho y sucedió a su padre como abogado de las navieras que operaban en el Puerto

Fue en estas fechas, el octavo día de enero del último año del pasado siglo, cuando Rafael Pérez de Vargas López se encontró con la muerte en la carretera. Era joven y estaba en disposición de ser una personalidad importante en la sociedad española, desde su irrenunciable condición de andaluz criado y educado en el seno de una familia profundamente identificada con su naturaleza, que sufrió el salvajismo cruzado del trágico conflicto de 1936. Su padre, Leocadio, uno de los abogados de más prestigio de nuestra historia próxima, singular donde los hubiere, era un republicano ideológicamente identificado con su primo hermano, Blas Infante PdV. El ahora oficialmente declarado “Padre de la Patria Andaluza” fue asesinado por orden de un tío de su mujer, que no podía tolerar la afrenta de que quien se casara con su sobrina, pensara de manera diferente a como él pensaba.

Leocadio lo pasó mal a resultas de la guerra civil y anduvo escondido por los recovecos de Sierra Carbonera, a veces entre quejigos y alcornocales, hasta que su primo hermano Ignacio Molina PdV, capitán, entonces, de la guardia civil y hombre de gran influencia en la España de los vencedores, consiguió situarlo en Algeciras adonde muy pronto se convirtió en un abogado de referencia. Se hizo con una casa en el número 6 de la calle Real, un patio en el que situó su despacho y en cuyos altos vivió hasta su muerte. Se casó, talludito, con Nena, la hija mayor del propietario de los Tejidos López del chaflán de Prim con la calle Larga, y del matrimonio nacieron Rafael y Francisca.

Rafael estudió Derecho en Sevilla y sucedió a su padre como abogado de referencia, entre otras cosas de las navieras que operaban en el Puerto de Algeciras. Los últimos años de su fecunda vida, estuvo asociado con el expresidente de la Junta, Rafael Escuredo, y repartía el ejercicio de la abogacía entre Madrid y Algeciras. Miguel Alberto Díaz y el procurador Carlos Villanueva, fueron, como el padre José Chamizo, privilegiados testigos de sus actuaciones. En la Coordinadora Barrio Vivo, a la que tanta gratitud debemos, saben de la grandeza de Rafael, que prestó un servicio impagable a nuestra convivencia. Eficaz gestor del nuevo asilo de San José, dirigió la Fundación del Colegio Los Pinos en la que proyectó la creación de una Universidad privada en la comarca. El recuerdo de Rafael debiera ser mucho más ostensible de lo que es, en el Campo de Gibraltar.

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