ad hoc

Manuel S. Ledesma

Ponerse estupendo

29 de febrero 2012 - 01:00

SEGURO que Valle Inclán nunca imaginó la longevidad que alcanzaría la expresión "no te pongas estupendo" que, en su obra Luces de bohemia y a modo de reprobación, le dice D. Latino a Max Estrella a propósito de la pomposa disertación que el poeta ciego le acaba de soltar a Rubén Darío en el cargado ambiente del Café Colón. Gracias a la maravillosa sutileza que el idioma español heredó del latín, ponerse estupendo es, paradójicamente, una expresión peyorativa ya que el inocente verbo poner despoja a estupendo de las muchas bondades que la palabra tiene con los verbos ser (un libro, una película) o estar (una comida… o una señora). Ponerse estupendo equivale a alardear de exquisito, a dárselas uno de más sabio, más honrado, o más distinguido de lo que en realidad es, en definitiva, a presumir o darse ínfulas de lo que ni se tiene ni se conoce.

Amparados en que en estos tiempos ni la lucidez ni la agudeza intelectual parecen ser monedas de uso común entre la ciudadanía, son muchos los personajes que se aventuran a ponerse estupendos sin temor a ser desenmascarados por su cándida audiencia. La ya ex ministra Pajín, se conoce que añorando su perdido protagonismo, se ha puesto estupenda desde su escaño en el Congreso al recriminar a la policía su "falta de sensibilidad para con esos jóvenes estudiantes valencianos que en demanda de una adecuada calefacción para sus clases (imprescindible, a lo que se ve, para poder sobrevivir en la siberiana capital del Turia) decidieron que las actividad extraescolar más idónea era armar bronca en la calle. A juicio de la diputada socialista estos pobres angelitos incendian contenedores, rompen escaparates y agraden a quienes no les dejan cortar el tráfico, con el paradójico objeto de que… ¡se les eduque mejor! Otro que no ha desperdiciado la ocasión de ponerse estupendo ha sido el juez de la Audiencia Nacional D. Fernando García Nicolás que no tuvo ningún reparo en llamar la atención a la testigo que, a propósito del atentado terrorista contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Santa Pola y relatando como vio morir a su hijita de 6 años calificó a los etarras de "asesinos, cobardes e hijos de puta". Es probable que al juez le asista la razón al amonestar a la atribulada madre por ofender de palabra a los que segaron la vida de su niña pero hasta los más legalistas suscribirían que este era mejor momento para callarse que para ponerse estupendo… ¡con los terroristas! Y qué decir de lo estupenda que se ha puesto la misma maquinaria sindical que tan callada ha estado durante el abracadabrante septenio socialista que ha arruinado el país destruyendo miles de pequeñas y medianas empresas, elevando el número de parados a cifras de libro Guinness y facilitando toda clase de estafas, malversaciones y delitos. Ahora cuando el nuevo gobierno intenta arreglar el desaguisado, los lideres sindicales se ponen estupendos y dicen defender a los trabajadores cuando lo único que les preocupa es seguir viviendo (a cuerpo de rey) de la sopa boba del estado. Max Estrella no pudo describirnos mejor: "España es una deformación grotesca de la civilización europea".

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