Parásitos

01 de octubre 2023 - 00:15

Desde que Darwin expuso su teoría de la evolución en El origen de las especies es bien sabido que para ningún organismo la vida es un camino de rosas. El Struggle for life (la lucha por la existencia) es el lema para todo bicho viviente y en esa eterna batalla no queda lugar para la compasión o la misericordia. Aún siendo conscientes de esto, los naturalistas del XIX se sorprendieron al descubrir el maquiavélico comportamiento de unas criaturas que más que por Dios parecían haber sido creadas por Satanás.

Los ictoneumónidos son avispas asesinas que, aunque viven su fase adulta en estado libre pasan su fase larvaria como parásitos que se alimentan del cuerpo de otros animales. Sus víctimas más comunes son orugas, pulgones y arañas. La avispa adulta inyecta en el abdomen del huésped los huevos de los que serán sus descendientes. Cuando estos eclosionan las diminutas larvas empiezan una siniestra tarea de excavación en el organismo de su anfitrión, con objeto de darse un macabro banquete a costa de sus entrañas.

Como quiera que una oruga o una araña muerta y en descomposición no servirían para proporcionarles alimentos durante todo el periodo larvario, estas criaturas (similares al monstruo de Alien) son selectivas a la hora de devorar a su presa, empiezan por los cuerpos grasos y los órganos digestivos, manteniéndola viva al respetar el corazón y el sistema nervioso central, de tal manera que aquella es perfectamente “consciente” del tormento al que los parásitos la someten. Finalmente, las larvas terminan su trabajo matando a su víctima y emprendiendo su primer vuelo dejando tras de si solo una cáscara vacía.

Observando la actualidad política, no me resisto a ver una inquietante similitud entre los insectos invadidos por las avispas y nuestra cándida nación que, a todas luces, está siendo “parasitada” por unos monstruitos (autonomías) que se quieren comer a su víctima que, a mayor abundamiento ¡es su propia madre!

De las 17 autonomías que, fruto de un pecado de juventud, alumbró nuestra Constitución, dos nacieron inequívocamente hambrientas y aspiran –con la inestimable colaboración de un partido nacional otrora constitucionalista– a ir destruyendo el estado nacional de una manera dosificada: primero se eliminan sus símbolos, después su lengua y su cultura y por último se crea un sentimiento de rechazo hacia todo lo que no sea genuinamente autóctono para que al cabo de dos o tres generaciones nombrar a España sea como nombrar a “la bicha”.

La turbadora metáfora zoológica aún admite una vuelta de tuerca más: como la araña o la oruga el país el país actúa confiadamente volviendo a apoyar elección tras elección a los muchos enemigos que viven de saquearla. Como bien apunta F. Sabater: “el miedo a VOX le gana al miedo a Sánchez porque… la gente es tonta.

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