La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
SI utilizáramos las lenguas para comunicarnos, que es para lo que sirven y no como arma política, igual hasta disfrutábamos con su diversidad, valorábamos sus acentos, las empleábamos en ocasiones, nos deleitábamos con canciones y literaturas y nos enriquecíamos con todo el valioso mundo que un idioma encierra. No olvidemos que las lenguas son el vehículo en el que las culturas progresan, porque son el soporte de las ideas y los sentimientos.
La larga pugna entre el español y el catalán protagonizada por los nacionalismos de ambas geografías, llega a cansar de puro repetida. Claro, que ahí está el valenciano, del que nadie habla, tal vez porque el partido promotor de elevarlo a la categoría de lengua, crear su propia academia, imponerlo en los centros educativos, etc. sea el mismo que tanto se irrita con el catalán, este PP que nos va a sacar de la crisis.
De todos modos, la chispa ha saltado tras los graciosos comentarios de Artur Mas, muy en la línea de lo que viene siendo ya también muy aburrido de oír: los chistes sobre lo mal que hablamos los andaluces. En realidad, alguien debería decirle al President que no sólo no es ocurrente, sino que ya es un clásico, vamos que ya ni nos molesta y que no se preocupe si no nos entiende, porque el catalán, a poco que te fijes, pillas casi todo el sentido de la frase (lo que pasa es que este es uno de los secretos mejor guardados a este lado del río Ebro: en realidad, todos comprendemos el catalán). En fin, quizá es que, gobernar sí, pero los idiomas no son lo suyo ¡Qué le vamos a hacer, hay gente torpe!
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