Lar AE define mentecato como: "tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón" y también como persona de "escasa cordura y entendimiento". Se trata de una palabra en franco desuso que solo aparece en la literatura clásica, en crucigramas y en general en contextos del lenguaje ya obsoletos y aunque en otros tiempos 'mentecato' fue un vocablo de uso corriente, actualmente puede considerarse un cultismo. Ha sido sustituido a la hora de descalificar a alguien por su torpeza intelectual por términos como: tonto, lelo, merluzo, gilipollas. pazguato, ceporro o -en un lenguaje metafórico- "estar alelado" o "faltar un hervor". Sin embargo, en cuanto a la capacidad de definir el comportamiento cotidiano de gran parte de la gente, pocas palabras lo reflejan mejor que este arcaísmo del Siglo de Oro ("Aunque yo ignorante sea,/sé de los sabios que trato/ conocer a un mentecato/ a mil pasos que le vea", que decía Lope de Vega) ya que en su origen etimológico es el resultado de la combinación de una expresión latina: "mente captus" que puede traducirse como privado o capturado de mente, es decir, con escasa capacidad de juicio propio, precisamente lo que a diario se observa en gran parte de los individuos modernos. Se atribuye a Einstein el dicho de que "solo existen dos cosas infinitas, el universo y la estupidez y -añadió- no estoy tan seguro de la primera", un modo "matemático" de exponer lo que antaño había apuntado Quevedo: "Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además, la mitad de los que no lo parecen". Estas observaciones sobre la prevalencia de la estulticia en el mundo fueron expresadas con mayor rigor científico por el economista italiano Carlo María Cipolla en su ensayo satírico "Allegro ma non troppo", donde enuncia las leyes fundamentales de la estupidez: Siempre e inexorablemente subestimamos la cantidad de estúpidos que hay en circulación. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica (edad, profesión, nivel de estudios…). Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas y olvidan que tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que pueda existir porque al contrario que el malvado, que busca obtener algún beneficio personal aunque sea a costa del perjuicio ajeno, el estúpido, por su actuación errática, sin método e improvisada, a la vez que perjudica a los demás acostumbra a perjudicarse a sí mismo. Un somero vistazo al panorama español nos descubre un país de mentecatos gobernados por estúpidos y, tal como intuyó el profesor Cipolla, tal combinación es tan peligrosa y mórbida como la pandemia del Covid que nos asola.

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