Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
EN los últimos tiempos, hemos ampliado tanto nuestros conocimientos sobre el clima, que hoy ya prácticamente están en desuso conceptos tan arraigados como el del calor pegajoso -un imprescindible estival en las zonas más cálidas de nuestras costas- sustituido por el más técnico de sensación térmica, aplicable también a otros momentos del año, en los que el termómetro no es capaz de registrar el bochorno, o la frialdad real del ambiente.
Y es que no podemos evitarlo, aunque las altas temperaturas sean lo normal en esta época, nos pasamos el día quejándonos del calor que hace. Porque, por otro lado, tampoco es para tomárselo a broma, ya que un golpe de calor incluso puede producirnos la muerte, aunque, por suerte, no siempre conlleve tan trágico fin.
En este sentido y, si bien no es fácil concretar una sintomatología, quizá sí que puede estar en el origen de una especie de reblandecimiento de las meninges y, por ende, de graves alteraciones de la conducta.
Así se explicarían, por ejemplo, algunas de las últimas actuaciones de algunos de nuestros líderes; porque, si lo piensan, sólo a sus efectos pueden deberse las insólitas visitas de González Pons y Aznar a Melilla hace unos días para, supuestamente, hacerse cargo de una situación, que el gobierno ya atendía por vía diplomática.
Así que ya lo saben, ándense con ojo, porque hacer el ridículo quizá sea lo más leve y, si me permiten un consejo, defiéndanse de la canícula con los dos símbolos patrios más señeros del verano: el abanico y el botijo.
¡Eso sí que es hacer gala de españolismo!
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