Es complicado aceptar que la vida puede fluir de otra manera, que tu situación, pese a todo, puede cambiar si te lo propones. Multitud de ejemplos demuestran cómo hombres y mujeres, alejados de los bienes básicos, en un contexto hostil, han sido capaces de tener una existencia muy diferente a la marcada por "el guion". No sé si multitud, pero sí muchos.

Hay una cierta línea de pensamiento, sin querer insultar a esa digna palabra, que pretende convencerte de algo incierto: nada tiene arreglo. Si eres pobre, nunca podrás abandonar ese lugar marginal donde te encuentras por diferentes razones. La existencia si no tienes medios para poder consumir, afirman, es poco interesante.

La riqueza no garantiza habitar en los espacios donde reina la belleza, es más, a veces, se vuelve en contra y hace del día a día un drama con dinero. Algunos humanos creen que la abundancia de dinero traerá paz, serenidad a sus vidas. Es cierto, en algunos aspectos, cesan las preocupaciones: sobrevivir es una tarea menos. Aunque aparecen otras dimensiones del vivir cotidiano: conflictos familiares; inversiones mal hechas; enfermedades; avaricia, culpable de muchas sinrazones… etc.

La pobreza no elegida se intenta ocultar. Incluso, se hacen políticas de subsistencia para evitar su avance, no para erradicarla de una vez por todas. Son acciones de contención, algunas pueden ser interesantes. Nunca son tan radicales, que te impulsen a ti, como persona sin dinero, a tomar las riendas de tu vida sin necesitar, en el futuro, a nadie. Con la crisis de imaginación existente, construir ciudadanos libres parece costoso, se convierte en una utopía razonable, aunque lejana.

El trayecto que existe entre pobreza y riqueza es de largo recorrido, sobre todo si hablamos de seres humanos que viven por debajo de lo que debe ser la normalidad: techo, trabajo, dignidad. Cambiar el orden social existente no es posible con las políticas actuales por muy bien intencionadas que sean. Es preciso remover los cimientos de una acción social cuya duración es excesiva y dio sus frutos. Estamos en otro momento de la historia, ignoro si peor o mejor, me consta que muy diferente. Siento vértigo al pensar en la exclusión social asumida como un tema más de esos que algunos dicen que "no tienen arreglo".

Los servicios sociales, de alguna manera, hacen prácticas las decisiones políticas, necesitan por lo menos otra estructura, otra filosofía; más medios; más autonomía para su trabajo diario; más calles recorridas… Sabiendo que no todo el mundo sirve para algo extremadamente complicado; sin vocación solo hay burocracia social.

El movimiento asociativo es otro pilar del sistema social. Necesita también adaptarse a estas nuevas situaciones; necesita que las administraciones les dejen trabajar; necesita que los funcionarios prepotentes no sean un problema mayor que la atención a los usuarios; necesita medios económicos controlados, pero sin llegar al ridículo al que lo someten las administraciones, especialmente las "intervenciones", más preocupadas de saber cuánto papel higiénico se gasta y no de conocer sufrimiento de las personas solicitantes de ayuda.

Urge poner fin a estos modelos de actuación en los que la marginación de algunos colectivos está aumentando y la única respuesta oficial es hacer casi lo mismo de hace veinte años.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios