Opinión

Jorge Bezares / Delegado Del Grupo Joly En Madrid

Elogio a un 'palomo'

02 de marzo 2009 - 01:00

PEPE Vázquez Castillo siempre ha provocado en mí un sentimiento de melancolía y de afecto incontrolable. Cada vez que me encontraba con él o alguien me hablaba de él, pasaba fugazmente por mi cabeza un cortometraje de mi infancia en la que le veía joven y lleno de energía junto a otros militantes del Partido Socialista Popular (PSP) -su hermano Luis, Juanito el taxista, mi hermano Juan- arropando a principios de los ochenta a Enrique Tierno Galván, a Raúl Morodo y a Fernando Morán en los Cursos de Verano de San Roque. Aquel palomo -así denominaban en el PSOE a los seguidores de Tierno Galván- tenía algo especial. A pesar de su lenguaje lleno de pausas ininteligibles y propenso a adentrarse en los Cerros de Úbeda y a la falta de concreción, era una persona con mucho poder de convicción. Era socialista, republicano y antifranquista de corazón y mostraba unas alforjas repletas de ideales de justicia, igualdad, libertad (escuela gratis, medicina y hospital, y que vuelvan pronto los emigrantes, que cantaba Carlos Cano).

Con esa percepción de él, me lo encontré de nuevo a finales de los años noventa, cuando regresé a mi tierra para hacerme con la dirección de Europa Sur. Estaba mayor pero se conservaba intacto. Una moción de censura miserable, orquestada por el PP con los restos del GIL y alumbrada por los cuatro listos de siempre, le arrebató la alcaldía y le puso a prueba durante tres largos años en la oposición.

Tras un esfuerzo titánico por su parte y de algunos de sus colaboradores más directos (con Font, sin duda, a la cabeza) la recuperó en las elecciones municipales celebradas en 2003 y la mantuvo luego en las de 2007, gracias a sendos pacto con Unidad por San Roque (USR). Pero ya nada fue lo mismo: la enfermedad que le ha quitado la vida hizo su aparición y con ella los errores por su parte y el cainismo por parte de otros (ojalá que su muerte sirva para que todos los socialistas recobren la cordura y redescubran la generosidad).

De esta segunda etapa en la alcaldía sanroqueña, me quedo con algo que Pepe Vázquez Castillo me contó en cierta ocasión a propósito de la visita a su despacho de uno de los muchos inversores que se creían que todo el monte era orégano. Tras escucharlo pacientemente y vislumbrar una insinuación indecente, Pepe se levantó, abrió la ventana y le dijo a su visitante: "Me ha venido un súbito olor a mierda: quizás sean las cañerías, ¿no?". Descanse en paz, y que nada perturbe su caminar por las anchas alamedas por las que ya pasa otro hombre libre.

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