Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
En los últimos años, los principales medios de comunicación han venido publicando imágenes y vídeos violentos. Desde las fotos del cuerpo en la playa de un menor de 3 años -refugiado sirio- al vídeo de dos periodistas ejecutados por disparos ante las cámaras de televisión. O más recientemente, una joven alemana secuestrada, maniatada y semidesnuda por el grupo Hamás. Los periodistas han tenido que evaluar las consecuencias de utilizar imágenes duras en sus coberturas informativas. Sin embargo, el advenimiento de las redes sociales y los smartphones ha reforzado la sensación de que la violencia está siempre al alcance de nuestra mano.
Desde el punto de vista periodístico es claro que utilizar esas imágenes resulta necesario para mostrar la realidad. ¿Pero qué ocurre cuando esas imágenes ocasionan un trauma psicológico en lectores y víctimas o en sus familiares?
Desde el punto de vista ético, aunque no existe una regla única, previamente a utilizar una foto o un vídeo en una noticia el consejo de redacción del medio debería determinar la intención original del material y considerar las posibles consecuencias a la hora de publicarlas o no. Los efectos psicológicos de las imágenes fotográficas se manifiestan de varias maneras. Uno es el sufrimiento y daño psicológico de los consumidores de noticias; otro, la posibilidad de incitar a imitadores que deseen emular un crimen representado en una imagen o un vídeo. Por último, el trauma indirecto, que afecta a los familiares de la víctima, máxime cuando se identifica con sus nombres y apellidos.
¿Se justifica de alguna manera publicar fotos de fallecidos, chocantes, de mal gusto para ilustrar noticias que no lo son para tanto? Estas son algunas de las consideraciones que han de tener en cuenta los consejos de redacción cuando se propone la publicación de estas fotografías en lugar destacado.
Por razones de respeto a la persona, sus familiares y amigos, esa clase de fotografías no deben publicarse. La muestra de cadáveres o personas heridas en primeros planos solo consigue aumentar la morbosidad malsana de la gente y, por tanto, deben evitarse. Incluso si se trata de víctimas de atentados terroristas.
El Manual de Estilo de RTVE rechaza la emisión de este tipo de imágenes y las califica de innecesarias. Sin embargo, ante el hallazgo del cadáver de Álvaro Prieto, joven cordobés hallado muerto entre dos vagones de tren en Sevilla, TVE hizo uso de imágenes explícitas que, posteriormente, el mismo Ente reconoció que "no deberían haberse emitido nunca". Asimismo, informaron que el contenido había sido retirado de la emisión en digital y pidieron disculpas a la familia.
Caso idéntico es el sucedido hace unas dos semanas con la emisión en Cuatro de un documental sobre el atentado terrorista en Algeciras del pasado 25 de enero con imágenes del momento fatal del asesinato.
Si bien el resto de la información era congruente con cuanto se exponía, reproducir de nuevo esa imagen ha dañado enormemente a la familia de Diego Valencia, dado que han tenido que soportar visionar la forma tan desgarradora de morir su allegado.
En ambos casos, con independencia de la responsabilidad penal en que pudieran incurrir los responsables de ambos reportajes televisivos, la Ley Orgánica 1/82, de 5 de Mayo, de protección civil del derecho al honor, intimidad personal y familiar y a la propia imagen, protege también a los fallecidos, siendo titulares de ese derecho sus familiares.
Estos casos han reabierto el debate sobre la difusión de la violencia en las redes sociales. En la era digital, donde cualquier persona con acceso a Internet puede compartir imágenes de cualquier tipo, incluídas las violentas, habría que recordar algo tan obvio como que se debe respetar a los demás. Siempre.
El Código Penal, que se suele aplicar escasamente en estos casos, contempla como delito la difusión de imágenes de estas características en su artículo 197.7 con penas que oscilan entre los tres meses a un año de prisión o multa.
Finalizo con dos reflexiones. Primero, los usuarios de las redes sociales deben concienciarse de que su uso no es indiscriminado y que pueden causar daño a la persona que se difunde o a sus familiares.
Y, en segundo lugar, los medios de comunicación, sus consejos de redacción, deben tener sus reglas éticas o normas de estilo y decidir si publican o no una foto o si emiten imágenes de fallecidos que, en la mayoría de los casos, no son necesarias. Y aún menos utilizar la primera página o las cabeceras con este tipo de noticias. Los medios deben cuidar mucho su propia imagen, ya que son transmisores de opinión.
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