Hace muchísimos años cuando inicié mi ciclo como alumna, con seis añitos, comencé a contar mi vida por períodos lectivos y vacacionales. El año natural se iniciaba para mí en septiembre, tras unas larguísimas vacaciones, en las que cabían playa, siestas obligadas por mi madre con olor a campo en estío -detrás de mi casa, donde se encontraba el Cortijo del Mosquito- merienda y arreglo para buscar a mis amigas por la Plaza Cuartel. Y volver corriendo a la casa para cenar y ver la tele lo que daba hasta las diez y media. El tiempo se contaba minuto a minuto y daba paso hasta el aburrimiento. Este ciclo salpicado por fiestas y vacaciones, lo he seguido contando así hasta ahora que me he jubilado, con siete años intermedios de paro entre carrera y apertura de bolsa de trabajo, en el que aprendí a medirlo a través de mis dos niñas: comida, no sueño, anginas, juegos y risas, aprendizaje y oposiciones.

Ahora Cronos me vuelve a situar como en mi protohistoria. Pero el tiempo no pasa lenta y dulcemente. Es Saturno devorando a sus hijos. Es igual de misterioso, siempre presente aleteando en torno a mí, o yo de él. No tengo ya la percepción siempre vitalista y entusiasmada de lo que puede venir. Busco la tranquilidad. Vivir en calma y en paz conmigo.

Y llega en este círculo vital una fecha tan querida antes por mí y que desde hace unos años se me ha vuelto tan difícil de digerir. Para mí no es Natividad, no es nacimiento. Es contar los huecos de las sillas que no se ocupan. Es la balanza que se va inclinando a Tanatos frente a Eros.

Pero no todo es pasado amargo. Recuerdo un 4 de diciembre, cuando los meses aun se escribían con mayúsculas, en una Sevilla luminosa y cargada de ilusión, como en el resto de Andalucía, una marea de gentes de todo tipo y condición que inundaban la ciudad. De fondo musical, Carlos Cano y su bandera verde, blanca y verde; el espacio compartido por personas de todas las edades incluidos bebés; cánticos para los que aplaudían desde los balcones, aunque a voz en grito se les corease "Vecinos, mirones, bajad de los balcones" y el conato violento, al que no se respondió desde la Puerta, de Jerez y calle Ancha de fascistas que cantaban el Cara al Sol.

Y la luz venció a las tinieblas. En este diciembre, donde vuelvo al calendario de mi prehistoria, desde este recodo del camino, espero para todos vosotros la tranquilidad gozosa que ansío para mí. Con cariño, Lala dixit.

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