Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
PARECE que lo estoy viendo: las gafas subidas por encima de la frente e inclinado a más no poder sobre la mesa. Apenas diez centímetros le separan del folio que lee muy lentamente. En la mano derecha un bolígrafo de tinta roja y en la mente sólo un objetivo: corregir, corregir y corregir, aunque ya esté corregido. Al final, el artículo incluye tantos garabatos que más de una vez me pregunto quién puede entender aquel galimatías.
Francisco Prieto Poza (Arjona, 1935), Pakopi para amigos buenos y normales -no le conocí ningún enemigo-, falleció ayer para dolor de cuantos le tuvimos como maestro y amigo. Eligió irse con seria discreción y dignidad, en una consentida intimidad fraguada en miles de madrugadoras carreras de fondo en solitario.
Deja tras de sí la estela del maestro, del periodista de vieja escuela, amigo de todos, tenaz, cansino hasta el hartazgo, de bolígrafo en mano y libretilla grapada con cuartillas usadas; jamás le vi comprar un bloc de notas ni escribir sin una buena copa a escasa distancia. Muy trabajador, hacía cientos de favores, gustaba de charlas de toros y añoraba hasta la congoja las ruidosas veladas de boxeo, para él el deporte por excelencia. La entrevista era su mejor género -aseguraba haber leído cientos de trabajos de Tico Medina, su admirado- y jamás decía que no a un novillero o deportista que despuntaba en busca de cartel.
Trabajé y aprendí de él durante años, desde los albores de los movidos ochenta hasta que el destino me puso en otras encrucijadas. Fueron días de periódicos, emisoras de radio y revistas deportivas, de las viejas olivetti lettera 22 y de los primeros ordenadores de pantalla negra y cursor amarillo parpadeante, ante los que era difícil no dejar de llorar. Radio Nacional, Antena 3 Radio, Sur de Málaga y el Diario de la Costa del Sol fueron algunas de nuestras experiencias en común. ¡Qué recuerdos!
Ahora pienso en él y recuerdo que siempre agachaba la cabeza sobre el papel con su bolígrafo de tinta roja. Porque en aquella época era decisivo corregir, corregir y corregir.
Descanse en paz.
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