Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Estamos finalizando el mes de septiembre y los centros educativos ya están con la marcha directa. Cada centro es distinto pero los objetivos a trabajar son los mismos en todos. Si nos paseamos por los colegios e institutos contemplamos grandes murales con mensajes educativos: “Juntos llevaremos al mundo por el camino de la igualdad”, “La educación es la mejor vacuna contra la violencia de género”, “Somos multicolor”, “Todos somos iguales”. La palabra y el mensaje que más se repite es “igualdad”.
El objetivo más claro que debe tener la democracia es la inclusión de sus ciudadanos en todas sus facetas: inclusión social, en el sistema sanitario, en el régimen laboral, en la cultura y, por supuesto, inclusión educativa. Trabajar por la inclusión y por la igualdad en los centros educativos es más importante que manejar las fracciones, saber las características de los invertebrados o conocerse las capitales de los países de la comunidad europea. Pero no es fácil, la aporofobia avanza.
En nuestra sociedad se defiende que no existe el racismo, ni la xenofobia y mucho menos actitudes machistas. Sin embargo, todas ellas se dan en su expresión más radical que es la aporofobia, que es radicalizar la discriminación en la pobreza. Si es un migrante asiático pero ha montado un restaurante, o es un senegalés pero ha sido fichado por un equipo de fútbol, o es lesbiana pero ha ganado el premio Planeta, “aplausos y abrazos”. Pero si tiene alguna de las características anteriores y además es pobre “palo y desprecio”. Esto nuestro alumnado lo escucha en casa, lo ve en los medios de comunicación, lo nota en nuestra sociedad. Las expresiones más claras de aporofobia que palpo son contra las personas sin vivienda, los expresidiarios y los migrantes. Contra ello realizan un magnífico trabajo distintas entidades de nuestra sociedad como son Barrio vivo, Márgenes y Vínculos, Prolibertas, Despierta, Nakera Romí y Hogar Betania, entre otras.
En mi infancia y juventud se aspiraba a ser clase media. Curiosamente un gran número de la población española se autodefine como clase media, pero la clase media no es la clase asalariada que se ve en la necesidad de hipotecarse 30 años por una vivienda y que tiene que comprar un vehículo a crédito. En España, aunque tengamos el gobierno más progresista de la historia, la diferencia entre las clases sociales va creciendo y la clase media desapareciendo.
En los centros educativos debemos continuar trabajando la inclusión social y educativa de todo el alumnado, por la convivencia intercultural, por el respeto al otro. Pero la aporofobia es difícil de curar, sobre todo cuando se practica con tanta soltura en la política.
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