Quisiéramos controlarlo todo con un mando a distancia. Para silenciar voces que nos molestan. Para apagar a quienes nos hace daño, pulsar el pause y paralizar los momentos que no queremos que acaben o retroceder en el tiempo y enmendar aquellos errores que tan caro nos han costado. Lo mismo nos ocurre en estos días en el que demandamos el calor. Pero cuando el termómetro se venga arriba, nos quejaremos de que no se puede vivir. Nos molesta el viento, la lluvia, el exceso de calor cuando no nos conviene y la falta de calor cuando tenemos planes de playa. El puñetero mando a distancia que nos gustaría manejar y dirigirlo al cielo como si el celeste fuese un aparato de aire acondicionado. El poder de cambiarlo todo a nuestro antojo. No, no hay mando a distancia. Solo queda aguantar lo que venga. Con buena actitud. Y que nos sirva de consuelo que ni los más ricos y poderosos pueden controlar ciertas cosas.

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