Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Asusta que el BCE esté asustado

La decisiones que tomó el Consejo de Gobierno del BCE en el día de ayer dieron la sorpresa. En los últimos años, sus miembros se encargan tiempo antes de dejar traslucir con suficiente claridad lo que cuando llega el momento finalmente terminan adoptando. Sin embargo, en esta ocasión, fueron más agresivos de lo esperado. El comunicado que emiten tras la reunión comienza afirmando tajantemente: "La alta inflación es el mayor reto para nosotros". El BCE está asustado con la inflación, y asusta que esté asustado.

Acordaron que se detendrán las compras netas de deuda en las próximas semanas y se abordará en julio un aumento del tipo interés de un 0,25%. Esta subida -la primera tras casi once años- estaba cantada. Pero anunciaron un segundo incremento en septiembre "quizá mayor" -ahí vino la sorpresa- de 0,50%, tras las que quedarían desterrados los tipos negativos en la zona euro, y que, con posterioridad, podrían seguir subiendo.

La inflación de la Eurozona, que en gran parte ha sido importada, pero que ha anidado y está presta a enquistarse, se situó en mayo en el 8,1%. Ayer, la presidenta Lagarde confirmó este panorama, empeorando, respecto a la última reunión de abril, las proyecciones para éste y los dos próximos años. También se recortaron los pronósticos sobre el crecimiento del PIB, aunque esto no ha sido óbice para que la postura del BCE se haya endurecido: esta vez ha pesado más el problema de la inflación que la debilidad del crecimiento.

Y ha pesado más también que el miedo a que se desmanden las primas de riesgo de los países europeos más endeudados, entre los cuales, junto con Grecia e Italia, se encuentra España. En estas últimas semanas, los precios de los bonos de estos tres países han caído con fuerza, o lo que es lo mismo, sus rentabilidades se han incrementado, situándose por encima del 4,1%, el 3,7% y el 2,6%, respectivamente.

Cuidar las primas de riesgo es lo que, en realidad, el BCE lleva haciendo desde 2014. Desde entonces, ha comprado casi 5 billones de euros en bonos, más de un tercio del PIB de la Eurozona. Lagarde, cuando inició su mandato, defendió que "no estamos aquí para cerrar los diferenciales", pero luego tuvo que aceptarlo: en estos últimos dos años ha comprado más que todos los bonos adicionales emitidos por los 19 gobiernos europeos.

Todo lo necesario para salvar el euro, ha sido el lema. Y ha sido fácil manejar las finanzas para defenderlo. La baja inflación era la circunstancia perfecta para poder utilizar herramientas que actuaban solapadamente subsidiando a determinados estados por la puerta trasera, y a la vez todos ganaban. Ahora, con la inflación desbocada, el BCE no podrá seguir tan alegremente haciéndolo. En todo caso, tendrá que ser selectivo y aplicar medidas individualizadas, bien comprando los bonos soberanos de un país concreto con los importes de los bonos en su poder que vayan venciendo o con un programa particular hecho al efecto. En ambos casos, puede llegar a evidenciarse, y a las claras, que determinados países europeos no pueden sobrevivir sin tasas de interés negativas o sin que se les compre su deuda. Tristemente, España puede ser uno de estos.

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