Los viajes de una mujer cosmopolita
El Museo de la Autonomía reivindica con una muestra a Zenobia Camprubí, una persona moderna, culta y emprendedora que fue mucho más que la esposa de Juan Ramón Jiménez
De joven, mientras daba forma a cuentos y artículos, Zenobia Camprubí fantaseaba con hacer de la palabra su destino, auguraba para ella "un porvenir de escritora". En cierto modo cumpliría su sueño al publicar en una de las revistas que leía en la infancia, la neoyorquina Saint Nicholas, pero esa ambición se quebraría. Los años le hicieron comprender, admitiría más tarde, que "los frutos de mis veleidades literarias no garantizaban ninguna vocación seria". Cuando conoció al que sería su marido, Juan Ramón Jiménez, identificó en el poeta el don y la constancia que quizá a ella le faltaban, y eligió dedicarse "a facilitar lo que era ya un hecho". Su inteligencia para reconocer los propios límites y su afán de apoyar en cuanto pudiese el trabajo de su esposo -mecanografiaba sus textos, gestionaba sus ediciones, traducía su obra- contribuyeron a forjar una imagen desdibujada y errónea en torno a ella, ese perfil que la perpetuaba, simplemente, a la sombra de un hombre.
El Museo de la Autonomía de Andalucía reivindica con Zenobia, en primera persona, una exposición que puede verse hasta el 10 de enero, las capacidades de una mujer que se desdobló en otras mujeres. La mente de negocios que vio en un escaparate de la Quinta Avenida de Nueva York cerámicas y terracotas y decidió exportar piezas de España y Portugal. La traductora que descubrió a Tagore, la corresponsal del periódico La Prensa, la profesora en el Pentágono, en Maryland, en Puerto Rico. La cosmopolita, hija de una familia en permanente traslado, que nunca dejaría de viajar. También, la persona vitalista que, pese a los contratiempos del exilio o la enfermedad, siempre sonreía en las fotografías. Para Emilia Cortés, doctora en Filología Hispánica por la UNED y comisaria de la muestra, Camprubí (Malgrat de Mar, 1887 - San Juan de Puerto Rico, 1956) es "una clarísima representante de la Edad de Plata de la cultura española, de la mujer de los primeros años del siglo XX".
Cortés, fascinada por un personaje que se revela como "una caja de sorpresas", ha reunido para esta exposición, producida por el Centro de Estudios Andaluces en colaboración con la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez de Moguer, unas 200 piezas para contar la agitada vida de su heroína. "Hasta ahora teníamos algunas lagunas, sobre todo en lo relacionado con su primera etapa. Pero cuanto más se repasan sus cartas, sus diarios, cualquier papelito que ella guardaba, más sabemos de Zenobia", sostiene la especialista, que participa también en la edición del Diario de juventud que publicará la Fundación José Manuel Lara este otoño.
El recorrido cronológico que propone Zenobia, en primera persona reconstruye episodios como la emoción que le provocó la intensa actividad cultural de Nueva York cuando se mudó allí de jovencita junto a su madre, que huía de un matrimonio tormentoso; su reencuentro con España y concretamente con Andalucía -que describe minuciosamente en sus cuadernos- después de que su hermano fuera destinado a Huelva; la sintonía que tuvo con el abogado Henry Shattuck, un pretendiente al que rechazó pero cuya amistad mantuvo a lo largo de los años; el desgarrador recuerdo de la escultora Marga Gil Roësset, que se suicidió por su amor no correspondido hacia Juan Ramón y dejó como legado un busto de Zenobia; sus implicaciones en proyectos como el Instituto de las Españas, el Comité de Becas de la Junta para Ampliación de Estudios y asociaciones en defensa de la infancia... Esa mujer que parece desdoblarse -una de las primeras en España, por cierto, que se sacó el carné de conducir- se va mostrando ante el visitante en el retrato que va componiendo la muestra.
Y entre esas vivencias destaca el largo, conmovedor, viaje que hizo junto a Juan Ramón Jiménez, ese compañero al que alentó en sus proyectos. Se conocieron en 1913, el año en que Rabindranath Tagore ganó el Premio Nobel, y las traducciones que hacía Zenobia del autor indio fueron en un principio la excusa por la que se veían. Se separaron el 28 de octubre de 1956, cuando ella murió por un cáncer de útero, sólo tres días después de que el Nobel reconociera a su marido, esa trayectoria por la que ella tanto había hecho.
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