"Estamos preocupados por la prima de riesgo pero no por nuestra actitud"
En su última novela, 'El decálogo del caminante', el empresario y escritor propone cambiar de dirección y abandonar la búsqueda exterior de la felicidad para encontrarla dentro de uno mismo
Tras una intensa actividad política, el exministro de Trabajo Manuel Pimentel (Sevilla, 1961) comenzó una carrera como escritor y editor -de Almuzara- que le ha llevado a juntar sus dos pasiones: la empresa y los libros. En su última obra, El decálogo del caminante (editorial Urano), el autor vuelca sus esfuerzos en descubrir una de las más importantes capacidades humanas: el talento que encierra cada persona en su interior.
-¿Qué es la felicidad para usted?
-Yo soy de los que piensa que uno no es feliz, sino que está feliz de vez en cuando. La felicidad es un cotidiano efímero y para llegar a ella hay que saber disfrutar de las cosas que nos rodean y sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Es decir, se tiene más probabilidades de alcanzar la felicidad si se aprende a disfrutar de las pequeñas cosas de cada día. Es cierto que la felicidad depende de otros factores, pero en esta coherencia reside gran parte de ella.
-El protagonista de El decálogo del caminante no es feliz, ¿por qué?
-En un principio él no es feliz porque, al igual que muchas personas que tienen talento, las circunstancias no le dejan expresarlo. Esto crea mucha insatisfacción, porque son personas inquietas, vitales, que se sienten infravaloradas. Por ahí empieza la historia, al protagonista lo echan del trabajo y no comprende por qué, está bloqueado. Hasta que atisba un cartel en un portal que tiene inscrita una frase: 'La sabiduría del caminante'. Desde ese momento, su vida tomará un nuevo rumbo.
-Se ha inspirado en algún personaje real o de ficción para crear al protagonista?
-Fue el protagonista de mi novela El arquitecto de Tombuctú el que puso sobre la pista a este nuevo personaje. Pero también hay muchas personas en mi entorno que tienen esta filosofía de vida del caminante, y las admiro por ello.
-Su libro comienza diferenciando tres tipos de personas: los zombies, los turistas y los caminantes.
-Los zombies, que conforman la mayoría de la población, son personas sin metas que se limitan a vivir arrastrando los pies, sin saber muy bien para lo que están. Los turistas, un porcentaje menor que los zombies, se limitan a seguir las modas, guiados por el prestigio y la vanidad. Finalmente, la minoría de la población son los llamados caminantes, personas que comprenden que la vida es un camino y actúan en consecuencia.
-En un cruce de tres caminos, ¿qué rumbo escogería cada categoría?
-Los zombies, como ovejas, irían a donde se dirige la mayoría; los turistas escogerían el camino que está más de moda; y los caminantes irían por el camino más coherente con su meta. Estas actitudes metafóricas, aplicadas a la vida real, pueden verse reflejadas.
-Las diez lecciones que componen su libro desembocan finalmente en una, el amor. ¿Es el amor la esencia de la felicidad?
-El amor es muy importante para la felicidad. El ser humano necesita querer y sentirse querido. Y no sólo existe el amor entre personas, también hay amor hacia los animales, la naturaleza... Hay muchos tipos de amor, pero es muy importante que éste sea recíproco para alcanzar la felicidad.
-Han llegado a comparar el contenido revelador de su libro con El alquimista de Paulo Coelho.
-Son libros distintos, pero en el fondo ambos intentan llegar a la felicidad que cada uno atesora dentro. Muchas veces, ese tesoro lo tenemos dentro y no sabemos donde está, nos empeñamos en buscarlo fuera. Como las novelas de Coelho, El decálogo del caminante pretende entretener al lector al mismo tiempo que habla sobre el crecimiento personal y de superación.
-Usted, como el protagonista de su libro, también decidió cambiar el rumbo de su vida y dejó la política para dedicarse a escribir.
-La vida es un camino. Llega un momento en el que entiendes que debes tomar una nueva dirección que te acerca más a tus metas. En mi caso, estuve un tiempo en política, fue una experiencia que disfruté. Pero decidí iniciar un nuevo camino. Y me va muy bien.
-¿Qué es más difícil para usted, ser ministro o escritor?
-Ahora mismo prefiero escribir. Le deseo mucha suerte a la ministra de Trabajo, porque falta le hace. La situación es muy delicada y no será fácil ninguna solución.
-En la presentación de su obra el mes pasado en Málaga señaló que lo importante, en su opinión, es tener claro que cada uno "no decide en la prima de riesgo, pero sí puede decidir sobre lo que hace en su día a día".
-Estamos muy preocupados todos por la prima de riesgo, por Wall Street y el Banco Central Europeo, pero no estamos tan preocupados por nuestra actitud ante el problema. Debemos evitar el desánimo y trabajar nuestra conducta, levantarnos cada mañana con el ánimo abierto e intentar dar lo mejor de nosotros mismos. Esto puede parecer para algunos una tontería, incluso una frivolidad. Pero a mí me parece una actitud fundamental. Las personas que se dejen llevar por el desánimo lo pasarán mal y las personas que mantengan el espíritu de lucha, tarde o temprano, terminarán saliendo adelante.
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