El minotauro en su laberinto

Mientras el fascismo se extendía por Europa y la Guerra Civil se presentía y estallaba en España, Pablo Ruiz Picasso se debatía en su propio laberinto de obsesiones artísticas y eróticas con sus encuentros y desencuentros matrimoniales y extramatrimoniales. El continente se volvía árido, hostil, oscuro; su vida personal, incierta. El minotauro -"así se representaba él en sus obras, así se veía"- se revolvía orgulloso, se arrastraba herido y se volvía a levantar apoyado en la mano de la única amante infalible, el arte. En esta situación, en medio de este revoltijo vital y social que el malagueño recordaría después como los "peores años" de su vida, nació la Suite Vollard, una serie de cien grabados encargados por su amigo, marchante y editor, Ambroise Vollard, cuya reedición, una de las 300 que existen en el mundo, protagoniza la muestra que ayer se inauguró en el Centro Unicaja de Cultura junto a once piezas originales del creador.

Picasso, ceramista y grabador. La Suite Vollard, así se titula la exposición repartida en tres de las salas del centro de la calle San Francisco, ya ha girado por diferentes provincias andaluzas, sin embargo, "en Cádiz se expone por primera vez completa la Suite Vollard", explicaron Dolores Cano, directora general de la Fundación Bancaria Unicaja, el director territorial de Unicaja Banco en Cádiz, Jaime Sánchez Lacasa y Rafael Valentín López, asesor del museo Joaquín Peinado y doctor en Historia del Arte, que hizo las veces de cicerone durante la presentación de la muestra que se podrá visitar hasta el próximo 31 de julio.

La Suite Vollard que desde ayer se puede contemplar en Cádiz forma parte de la Colección Unicaja y es una de las 300 -la 297- reediciones autorizadas de los grabados de Picasso realizados entre 1930 y 1937 (aunque grabados en 1939) por encargo de Ambroise Vollard que, según explica Rafael Valentín, "no pagó a Picasso por esta obra con dinero, le pagó con cuadros de Cézanne y Renoir".

Esta exclusiva tirada de 300 ejemplares fue realizada en 1992 a instancias del museo alemán Mülheim an der Ruhr, con previa autorización de la familia del artista, utilizando "no las planchas sino los grabados originales custodiados en el Museo Picasso de París", relata el historiador del Arte, que asegura que se realizó "con una técnica novedosa sobre retículas de cristal (grain screen)".

La Suite Vollard, además de estar considerada la mejor obra gráfica del siglo XX, también se erige como una colección especial pues "sólo algunas de estas reediciones de 1992 se conservan completas", asegura Valentín poniendo en valor la colección en poder de la Fundación Unicaja de la que podrán disfrutar los gaditanos durante dos meses y medio.

Aunque no se explicó en la presentación, cabe recordar que durante su primera exposición en España, en Madrid en 1971, la Suite sufrió el ataque del grupo paramilitar Guerrilleros de Cristo Rey que arrancó las imágenes y vertió ácido sobre las impresiones.

Aunque son muchos los apartados y subapartados temáticos en los que se puede dividir la Suite Vollard, "pues la obra de Picasso es multidireccional y está abierta a muchas interpretaciones", recuerda Rafael Valentín, la mayoría de los expertos distinguen en la serie cinco áreas temáticas: el taller del escultor, el minotauro, Rembrandt, la batalla del amor y violación.

En el CUC se ha optado por un discurso donde estas áreas se difuminan y se entremezclan entorno a dos salas. Y funciona. Así, los principales apartados se van intuyendo bien a través de los títulos de las obras o bien confiando en la sensibilidad del espectador que, sin necesidad de estar versado en la materia, puede reconocer los diferentes estados de ánimo del autor y su relación con el complicado entorno de los ondulantes años 30.

Fauno descubriendo a una mujer es la primera de las obras que Valentín destaca de la Suite Vollard. "Todo un icono -dice- de esta serie de grabados que es la mejor de todo el siglo XX". Muy cerca de ellas respiran Minotauro acariciando a una mujer dormida, uno de los Retrato de Vollard y Mujer torero II, una de sus visiones, luego serían muchas, de esa relación del mito caballo-toro-mujer.

Pronto, en Minotauro ciego guiado por una niña en la noche, descubrimos, según cuenta el historiador que nos hace de guía, a la figura de Marie Thérèse Walter, una de las amantes del genio, de la que en ese momento estaba profundamente enamorado a pesar de la diferencia de edad. "Es una época complicada para Picasso. La ruptura con su mujer Olga Koklova, su relación con Marie Thérèse y con otra de sus amantes, Dora Maar... Pero toda esta situación también le provoca una gran fertilidad artística", defiende.

La serie al minotauro, "una de las más famosas", se desarrolla con más amplitud en la última sala donde el personaje (como el alter ego del autor) pasa por diferentes estados. "Por un lado vemos a un ser edonista, muy relacionado con el mundo de Baco (Escena báquica del minotauro, Minotauro bebiendo y mujeres...) que pasa a transformarse en un ser agresivo (Minotauro atacando a una amazona) donde se denota tanto su relación con las mujeres, a las que temía y quería dominar, y cómo se sentía con respecto al propio mundo del arte o con respecto a sus propios hijos, para, por último, convertirse en un ser perdido, ciego, guiado por una niña con características de Marie-Thérèse Walter", resume.

Si con los minotauros Picasso coqueteaba con el surrealismo, su estudio de la imagen clásica se materializa en el apartado del taller del escultor aunque, como llama la atención el experto, sí que se cuelan algunas estampas de tono surrealista (Modelo y escultura surrealista) entre esta gran serie (unas 47) repleta de reclinatorios, modelos en poses clásicas e imágenes bucólicas, evocadoras y que llaman a un retorno al orden (Joven escultor trabajando, Modelo y gran cabeza esculpida, Escultor y modelo de pie...).

Las obras con Rembrandt como protagonista y la serie Violación, donde abunda en su complicada relación con las mujeres con las que alardeaba de ser un gran amante pero a las que temía sobre todas las cosas, cierran la Suite Vollard.

Además de la Suite Vollard, la exposición que se puede ver en el CUC incluye, de hecho, comienza, con la exhibición de once piezas originales realizadas por Picasso mostrando su evolución entre los años 20 a 70. Exactamente, son tres cerámicas y ocho grabados (dos litografías, un linograbado en siete colores, cuatro aguafuertes y un grabado al aguatinta) los que nos acercan al maestro malagueño en su etapa surrealista (Mujer torero I), neoclásica (Bebedor sobre un burro y mujer) y postcubista (Arlequines).

La variedad de técnicas también destaca en esta selección donde podemos encontrar el trabajo litográfico sobre piedra y zinc, incorporando así el color a los grabados, con la pieza Mosquetero (1969) donde, como señala Rafael Valentín, también rinde homenaje "a la pintura española del Siglo de Oro con ciertas reminiscencias a Velázquez", uno de sus idolatrados junto a Rembrandt y El Greco.

La referencia cubista deja su huella en Femme au fauteuil, un grabado en aguatinta realizado en 1939 donde la figura protagonista, situada de lado, presenta los dos ojos frente al espectador. Muy cerca de él, una de las obras de la Suite 347 provoca al espectador con una escena erótica que tiene como protagonista al maestro Rafael. "Hace poco (en 2012) la iglesia ortodoxa rusa condenó y exigió retirar esta obra, entre otras, durante una exposición en Rusia", apunta Rafael Valentín que corona la visita guiada por la sala frente a las tres cerámicas que se incluyen en la exposición. Dos de temática animal -la paloma pacificadora y un búho- y un Fauno con cara atormentada. Material ancestral, el barro, que Picasso nunca abandonó incluso internado en lo más profundo de su laberinto.