Los mensajes felices de Juan Romero
Pedro Tabernero recopila en el libro 'Cartas a un editor' los sobres ilustrados que le envió el pintor sevillano
Atraviesa la obra de Juan Romero la perspectiva esperanzada de quien desea embelesarse con los elementos asombrosos que reserva el mundo. Con esa mirada dispuesta a percibir lo extraordinario, el pintor sevillano ha hecho de su producción un colorista y fantasioso catálogo de prodigios, una lúdica invitación a creer en la naturaleza exuberante de lo inesperado. El autor volcó también esa intensa creatividad que caracteriza sus trabajos -un don que se pudo apreciar recientemente en la exposición que acogió Birimbao Si me paro no pinto, por eso no me paro o la retrospectiva que le dedicó la Casa de la Provincia- en las misivas que durante años mandó a su amigo Pedro Tabernero, envíos en los que el creador convertía los sobres en verdaderas muestras de su fértil inventiva, en los que hizo de un soporte modesto un medio para seguir trabajando desde su generosidad esa orfebrería tan singular de su universo. El valor estético de esa correspondencia ha llevado a Tabernero a recoger esas ilustraciones en un libro, Cartas a un editor, un volumen que al indiscutible atractivo de los dibujos suma los textos de José María Conget, Eduardo Jordá, Juan Lamillar, Eduardo Mendoza, Jesús Ruiz García y Manuel Vicent. Una joya que se puede adquirir en librerías o pedir a través de la dirección electrónica gpandora@telefonica.net.
Animales de excepcional viveza que parecen interpelar a quienes los observan, paisajes espléndidos donde crecen con extraña altivez las flores y los árboles y una diversa galería humana -en la que tienen cabida una geisha, figuras precolombinas o un aduanero identificado en su retrato como suizo- conforman una geografía feliz que animaría al personal de Correos. "Cuando los carteros se habían resignado a la gravedad de las facturas, los informes bancarios y la propaganda electoral, de repente Juan Romero se compadecía del gremio y remitía los colores de la selva, la ligereza de los barcos, el carnaval de los animales, el gozo infantil de la caja de pinturas", apunta el escritor, que bromea con los "riesgos" de que la gente emule al artista y abandone "el nuevo tinglado" de la comunicación por internet. "¿Quién se conformaría con la prosa tartamuda de los twitters cuando un mensaje puede venir rodeado de amapolas?", se pregunta.
Una de las cuestiones que el libro pone de manifiesto es la integridad de los carteros, que resistieron la tentación de apropiarse de la obra de arte que pasaba ante sus ojos. "Es extraño que estas cartas cuyos sobres iban dibujados en alas de la poesía llegaran a su destino y no se quedaran en la saca de algún cartero coleccionista", señala Vicent, "o no volaran más allá de las señas de Pedro Tabernero hacia los desiertos más al sur en busca de otros pájaros, de otras palmeras", escribe el narrador valenciano acerca del "divertimento" que se permite el pintor.
Cartas a un editor , publicada dentro de la colección Osimbo, una serie que se inició con un homenaje a Leonard Cohen y continuará en abril con otro a Luis Eduardo Aute, no es sólo la aproximación a la personalidad artística de Juan Romero, y se acaba erigiendo en una reivindicación de la correspondencia convencional. En su texto, Jordá reivindica esa biografía secreta que revelan las misivas que guardamos, en las que se reflejan nuestros desengaños, traiciones y lealtades, hasta el punto de que "es posible que esas cartas desmientan la versión que ahora queremos dar de nosotros mismos, esa versión que nos parece indiscutible, pero que ellas, si supieran hablar -y las cartas, por supuesto, saben hablar-, nos demostrarían que es inexacta o incompleta o incluso del todo falsa". Las cartas siempre fueron un reflejo de lo humano, porque, como recuerda Eduardo Mendoza, se inventaron con un propósito personal, el de aplacar el dolor de la distancia, para hacer que el lector pasara "un rato en compañía de la persona ausente que la escribió".
También te puede interesar
Lo último