Cultura

La inexorable fugacidad del tiempo

Pepe Molina es uno de los grandes pintores que existen en Jerez, uno de los que todo el mundo es consciente de que su valía es máxima pero que, casi nadie sabe lo que hace, dónde lo hace y cuándo lo lleva a cabo. Pepe Molina es un pintor muy prolífico pero, absolutamente, poco amante de comparecencias expositivas, de participaciones en mentideros interesados y de comprometedoras actuaciones tangentes a lo que, de verdad, debe cocerse en la soledad de los talleres. Porque Pepe Molina sólo es habitante solitario de su estudio. Allí lleva muchísimos años encerrado en su sacrosanto espacio creativo donde realiza una pintura figurativa de muy amplia naturaleza, toda con una poderosísima carga de potencial artístico.

Llevábamos tiempo intentando patrocinar una muestra de este artista e, incluso, en varias ocasiones casi lo conseguimos. Pero Pepe Molina es Pepe Molina y totalmente reacio a comparecer en salas y galerías. La figura de Juan Ángel González de la Calle, uno de los grandes amigos del artista, ha ayudado a que un definitivo empujón tuviera efecto y tras las presentación de aquel en la sala de Diario de Jerez, Pepe Molina, por fin, se decidió a traspasar, para él, tan complicado y dificultoso umbral de una gran individual en un espacio habitual del circuito expositivo de nuestra zona. Y, afortunadamente, aquí tenemos una esperadísima y muy necesaria muestra de un artista poseedor de uno de los mejores bagajes técnicos de cuantos existen en la pintura de Jerez que es, por la mucha calidad de algunos de los pintores que en esta ciudad existen sinónimo de espléndido hacer, también de todo el conjunto general de la pintura actual. Algo que sirve para atestiguar que cualquier estamento pictórico, por difícil que este fuera, puede ser afrontado por la inmensa capacidad de este artista apasionado y lleno de interés.

La muestra que se presenta en Arteadiario, construida, como no podía ser de otra forma, de forma rigurosa y con gran intensidad formal, nos sitúa en ese moderno clasicismo que el autor es capaz de plantear con todos los planteamientos de la gran pintura ejerciendo su máxima función. Pero una vez traspasada las estancias del importante aspecto técnico, el espectador se adentra por un compromiso conceptual sobre la fugacidad del tiempo, sobre aquellas circunstancias que intervienen en una existencia donde todo está marcado por un inexorable discurrir que impone su ineludible potestad. Escenarios que el pintor busca en los alrededores, que los transcribe tal cual son o les impone una mínima manipulación para suspender su tremenda inmediatez y que hacen patente el paso del tiempo o una metáfora del mismo. Además, Pepe Molina acude a una circunstancia formal que es determinante en el conjunto general de la obra: textos en latín que aluden a lo implacable de la fugacidad de la existencia, al arte como válido antídoto que dulcifique tan drástico deambular.

Si una exposición de Pepe Molina ya es todo un acontecimiento, ésta, a la que ha dado todo un magnífico recital de conceptualismo, de pintura metafórica y de moderna figuración, es un momento al que podemos considerar de suprema intensidad creativa y toda una afortunada plasmación de una realidad que el artista, dentro de su contundente inmediatez, convierte en asuntos mediatos donde el paso del tiempo transcribe una bella página de afortunada pintura.

Sala Arteadiario Jerez

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