Cultura

El continente olvidado

Puede que sea una de las piezas más emblemáticas de la muestra. Me refiero a las enormes gafas que, entre el diseño y la performance, ha elaborado un keniano de treinta y un años, Cyrus Kabiru. Las gafas tienen algo de máscara y mucho de sorna: como si desde las tradiciones africanas el autor ironizara por los frecuentes excesos de cierta moda occidental.

La obra es en todo caso un toque de atención al espectador que, enfrentado a un continente olvidado, ha de ser humilde, si quiere entender algo. Entender, por ejemplo, la ignorada historia de África: Nikolai Cyon (Estocolmo, 1985) construye un mapa invertido (el polo sur al norte) donde aparecen antiguos imperios destruidos y hoy casi desconocidos. No sabemos su historia pero tampoco el espacio de Africa, como demuestra Kai Krause (Dortmund, 1957), con un mapa que encierra en tal continente varios países europeos y Estados Unidos y China.

Otro apartado de interés es la alternancia entre diversos tipos africanos: unos disfrutan a su aire de la vida, como en las fotografías del veterano Malick Sidibé (Soloma, Mali, 1935), otros intentan una modernidad propia (la nigeriana Nosarieme Garrick, por ejemplo) y otros se burlan de quienes, conscientemente o no, aspiran a asimilarse miméticamente a los usos de occidente. Los dice con humor Kudzanai Chiurai (Harare, Zimbabwe, 1981) que en Mecánica Popular (algo así como hágalo Ud. mismo) presenta presuntos funcionarios, gangsters o nuevos ricos.

Abunda el arte que emplea nuevas tecnología. A destacar el empeño de Arasmus que elaboró, en 2011, cuando se producían las primeras rebeldías en Libia contra El Gadafi, un mapa donde aparecían los puntos del país en los que había protestas o brotes represivos. Con Google Map y las informaciones que le llegaban por twitter enviaba esa información que después convirtió en página web. Una empresa de medios para móviles, Pledge 51, que llevan adelante dos nigerianos, Zubair Abubakar y Bayo Puddicombe, crea un juego para móviles basado en el que improvisaban los niños con chapas de bebidas a modo de jugadores de fútbol. Más importante sin duda es la iniciativa de Chicoco Radio: una emisora que intenta crear vínculos entre los pobladores del asentamiento del mismo nombre, un arrabal en las afueras de Port Harcourt, ciudad del delta del Níger que a su vez recoge los excesos de población de Lagos.

La muestra contiene una amplia reflexión sobre la ciudad. Kader Attia, nacido en Dugny, Francia, en 1970, presenta una gran instalación: con frigoríficos desechados, pintados de negro, y espejos, compone un sorprendente Skyline. Más dura es la propuesta de tres kenianos (entre ellos Tahir Karmali, nacido en 1987, quizá el autor más joven de la muestra): su Jua Kali (sol feroz) City es una pieza circular construida con herramientas de desecho cuyo nombre alude a una zona de Nairobi en la que artesanos muy diversos se ingenian en toda clase de arreglos imposibles. El sudafricano Michael Mac Garry es el autor de un breve vídeo, titulado Disculpe mientras desaparezco, sobre una ciudad, Kilamba Kiaxi, también imposible pero por razones muy distintas: la construyeron empresas chinas pero el precio de los pisos oscila entre los 120.000 y los 220.000 dólares, en un país, Angola, donde el sueldo medio no supera los 60 dólares al mes. Casi tan vacío como esa urbanización es el edificio Ponte City que no ha conseguido superar el cambio de régimen en Sudáfrica. Casi deshabitado, rotos los cristales de las ventanas, el sudafricano Mikhael Subotzky y el británico Patrick Waterhouse han ido tomando fotos de su degradación con las que han construido grandes cajas de luz (388 x 126 x 4 cm). Aún cabe citar el trabajo de Justin Plunkett (Johannesburgo, 1974), una construcción fotográfica en el que más que chabolas superpuestas forman una de esas torres signos, para ciertas entidades, de prestigio social.

Muchas más piezas de esta ambiciosa muestra merecerían ser citadas pero terminaré con las que se han construido con residuos aunque estos son sin duda de diversa índole. Porque el senegalés Amadou Fatumata Ba construye muebles empleando neumáticos desechados y Bibi Seck, nacido en París, en 1985, con ascendencia senegalesa, hace mesas con plástico reciclado, mientras que la idea de Gonçalo Mabunda (Maputo, Mozambique 1975) no persigue el uso sino la denuncia: sus muebles y esculturas se componen de armas como las empleadas en los inacabables enfrentamientos que sufrió su país.

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