Podía haber sido peor

Los actores consiguen cierta autenticidad en sus interpretaciones.
Los actores consiguen cierta autenticidad en sus interpretaciones.
Manuel J. Lombardo

25 de julio 2010 - 05:00

Comedia adolescente, España, 2010, 110 min. Dirección: José Manuel Carrasco. Guión: Roberto Santiago, Ángela Armero, J. M. Carrasco. Fotografía: David Azcano. Música: Xavier Font. Intérpretes: Andrea Ros, Maxi Iglesias, Lorena Mateo, David Castillo, Lydia Fairen, Marcel Borrás, Sergio Parralejo, Omar Muñoz, Benito Sagredo. Cines: Ábaco, Al-Ándalus Bormujos, Aljarafe, Arcos, Avenida, Cineápolis, Cineápolis Montequinto, Cinesa Plaza de Armas 3D, Cinesur Nervión Plaza 3D, CineZona, Metromar.

Tras la estela de Mentiras y gordas, gran éxito del cine español de la temporada pasada, El diario de Carlota se apunta a la exploitation juvenil como reclamo para una taquilla nacional cada vez más embrutecida y deudora de las formas y los nuevos iconos televisivos.

Producida también por Tornasol (Gerardo Herrero), la película adapta la novela de Gemma Lienas para diseccionar las diatribas del adolescente urbano en un tono a mitad de camino entre el retrato sociológico biempensante (siempre hay que usar condón, la homosexualidad no es mala, bla, bla, bla), un aire levemente desmitificador y las estrategias propias de la comedia teen norteamericana trasladadas al paisaje local.

Entre los méritos de la cinta, que los tiene a pesar de nuestras reticencias, se encuentran la adopción del punto de vista femenino como estimulante antídoto contra la misoginia y el machismo habituales en el género, si bien la iniciación al sexo y los amores platónicos siguen siendo los elementos centrales de la cinta y, por lo visto, únicas preocupaciones de unos adolescentes que, además, padecen los no menos tópicos problemas conyugales de sus padres.

Carrasco se maneja con cierta soltura y desparpajo con materiales de segunda mano y al menos consigue que sus jóvenes intérpretes, salidos de conocidas series de televisión como El Internado, Física o Química y Aída, luzcan con cierta frescura, autenticidad y gracejo en la gran pantalla. No se le puede pedir mucho más a una cinta que, por lo menos, no termina de ofrecer una imagen de los adolescentes tan estúpida y simplista como otras de su misma especie. Las identificaciones (y la taquilla) están garantizadas. El buen cine, para otro momento.

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