Un Perera tremendo en todo, se juega la vida y arranca una oreja

Gesta del torero extremeño al asumir la sustitución de una tercera tarde en Logroño, cuando tiene por delante Sevilla y las encerronas de Madrid y Zafra

El toreo al natural de Miguel Ángel Perera, en la tarde de ayer, en la multiusos de 'La Ribera' en Logroño.
El toreo al natural de Miguel Ángel Perera, en la tarde de ayer, en la multiusos de 'La Ribera' en Logroño.
Juan Miguel Núñez

25 de septiembre 2008 - 05:00

Una corrida condenada al fracaso, ayer en Logroño, se salvó a última hora por la tremenda capacidad de Perera, alternado técnica y valor, jugándose la vida consciente de lo que hacía, para arrancar la única oreja de la tarde.

No perdona Perera. Todas las circunstancias son buenas para él por difícil que se lo pongan los toros. La prueba de ayer, dificilísima, la superó con desahogo y un triunfo impensable.

La corrida de "El Ventorrillo" fue la piedra de toque de una debacle que al final no fue tal precisamente por la actitud de Perera. Ha sido la primera de la camada de este año de "El Ventorrillo" que no ha funcionado. En escenarios como Sevilla, Barcelona, Pamplona, San Sebastián, Bilbao, incluso en Azpeitia con una corrida más chica, todas han tenido nota alta. El único traspiés éste en Logroño.

Se presentaba la tarde ilusionante precisamente por Perera, sin hacer de menos a los otros alternantes. Una apuesta fuerte del torero y de la empresa, después de dos tardes triunfales seguidas en las que ya había sumado cinco orejas y una salida a hombros. Perera aceptó el reto de una sustitución. Las grandes gestas nunca las hicieron los cobardes.

A unos días de torear en Sevilla, de comparecer en Madrid con seis toros y de otra actuación en solitario en Zafra, no ha tenido inconveniente en volver a hacer un nuevo paseíllo en Logroño. Tres días seguidos, se dice pronto. Y con triunfo en los tres. Histórico. La plaza se lo agradeció obligándole a saludar una cerrada ovación momentos antes de salir su primer toro. Ayer cortó sólo una oreja, pero hay por el contexto del festejo ha sido un trofeo con sabor a Puerta Grande.

Devuelto su primer toro por blandear en banderillas, corrió turno para echar el que había de hacer quinto, un toro que embestía con las manos, escarbador y perdiendo la vertical a poco que se le obligara. Perera lo toreó en línea recta y a media altura, consintiéndole mucho. Pero ni así. El toro, por no tener, ni peligro. Ya fue sintomático que no lo dedicara, pues Perera brinda con mucha frecuencia en cuanto ve posibilidades. Estuvo muy por encima del animal, pero sin terminar de armar faena.

El quinto, un torazo -con lo alto que es Perera, le sacaba la cabeza- se fue suelto las dos veces que estuvo en el caballo. Aparentemente humillado, se frenaba, sin rematar los viajes. La labor de Perera fue magistral desde el punto de vista técnico y por la actitud de aguantar tarascadas, parones y miradas. En alguna fase del trasteo el toro estuvo también claudicante, con lo que procuró el torero que no se le viniera abajo.

Fue una labor muy trabajada, hasta el punto de sonar un aviso cuando estaba en una tanda por naturales, por cierto, tremenda de arrogancia, seguridad y aplomo. Valentísimo, se había jugado la vida sin miramientos. Estocada, nuevo aviso y una oreja que vale su peso en oro.

El primero de Morante cargaba más kilos de la cuenta, muy mal lidiado, llevó también dos trancazos en el caballo que le dejaron muy mermado de fuerzas. Muchas circunstancias para que no embistiera. Morante no pasó de un ligero trasteo. Y en el cuarto, aunque llegó a estirarse en unos bonitos lances a la verónica, tampoco hubo proyecto de faena por la sosería del toro.

Luque, perjudicado por la nula condición del ganado, estuvo valiente y dispuesto en sus dos toros. Su primero, con poquito gas, fue el que más se dejó. Buenos lances a la verónica y detalles con la muleta. En el sexto dio muchos muletazos tratando de justificarse, pero sin estructurar faena.

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