Murillo, el gran pintor narrativo y clásico que conquistó el gusto europeo
El profesor Peter Cherry defiende la proyección internacional del artista sevillano, al que equipara con los grandes maestros italianos del siglo XVII · La Escuela de Barroco se clausura hoy en Los Venerables.
Acercar a Murillo desde una perspectiva renovada y menos localista, destacándole como pintor clásico europeo, obsesiona al doctor Peter Cherry, profesor en el Trinity College de Dublín, que ofreció ayer una de las ponencias más esperadas de la Escuela de Barroco que organizan la Fundación Focus y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El historiador, autor de una rica literatura científica sobre el bodegón español -tema de su tesis, presentada en el Courtauld Institute of Art de Londres- y experto además en Zurbarán y Velázquez, aportó nuevas claves de lectura de Murillo en la ponencia que abrió la segunda jornada del curso, que hoy se clausura a las 19:00 en Los Venerables con un concierto de órgano de Enrique Ayarra.
"Soy extranjero y mi visión de Murillo es forzosamente exterior. Pero eso, que muchos consideran un hándicap, también puede ser una oportunidad para contrarrestar ciertas visiones. Los estudios de Murillo están muy arraigados en esta ciudad. Se le ha canonizado como el pintor que define a Sevilla y, a la vez, se cree que Sevilla es definida por él. Sin embargo, Murillo es un autor clásico y europeo cuyos cuadros se encontraron fuera de su localidad natal desde fecha muy temprana. Y un porcentaje muy grande de su obra permanece aún lejos de España", resaltó.
Cherry recordó que la apreciación internacional del artista se tradujo en una amplia demanda en los mercados extranjeros, con ciudades decisivas como Londres o Birmingham. Por eso, para este doctor, que actualmente imparte en el Trinity College un curso sobre artistas italianos del siglo XVII, "Murillo es igual de bueno e incluso mejor que los pintores romanos o boloñeses que enseño. Y creo que los coleccionistas extranjeros de su época, o de los siglos XVIII y XIX, veían en él no algo intrínsecamente sevillano sino universal. Esta visión de Murillo la compartían en el pasado sus admiradores, que hacían hincapie en cómo entendió el lenguaje moderno de su tiempo: el clasicismo. Sus pinturas narrativas de gran formato, como las historias bíblicas, muestran esa faceta muy valorada por los coleccionistas".
Según este doctor, al repensar a Murillo desde sus capacidades narrativas es posible verlo "como un gran pintor renacentista, porque lo que define al pintor clásico, como ocurre con Rafael cuando pinta las Estancias del Vaticano, es su faceta literaria e intelectual, la destreza y elegancia para componer historias reflexivas, significativas, registrando las emociones de las figuras a través de sus movimientos y de las relaciones que establecen entre ellas. Y todo eso está muy bien desarrollado en Murillo". El experto también se detuvo en el papel que cumplen en su obra narrativa los personajes aparentemente secundarios, "que son los que dan sentido a su didáctica en composiciones que siguen modelos italianos de, por ejemplo, Annibale Carracci".
Cherry instó además al público a fijarse en la iluminación tan personal de las escenas que logra Murillo, "con esos espacios celestes y atmosféricos característicos de su pintura tardía. Porque él, a diferencia de Zurbarán, no busca efectos escultóricos, sino que pinta con soltura e imaginación, interesado por la perspectiva aérea y lineal".
Y uno de los mejores ejemplos de su clasicismo, concluyó, es La Inmaculada de Los Venerables, que invitó a mirar con velas, "como fue concebida", antes de recordar que, cuando viaja a Roma con sus alumnos, siempre se pone al lado de la iluminación de las capillas para que nadie eche monedas y encienda los focos "porque a Caravaggio se le veía a oscuras y funciona perfectamente con esas condiciones lumínicas. Y eso pasa con el Murillo tardío. El efecto del humo de las velas, el incienso, son maneras de unir lo pintado con lo real".
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