Narcotráfico
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Mahler en la conciencia

Viggo Mortensen
Manuel J. Lombardo

25 de mayo 2009 - 05:00

A la espera de lo que de bueno, malo, original o provocador tengan sobre el tema las nuevas películas de Michael Haneke (Das weisse band) y Quentin Tarantino (Inglorious basterds), recién presentadas en Cannes, aterriza en la cartelera esta cinta de académicas formas y buenas intenciones que, con el rostro de Viggo Mortensen como principal reclamo, se adentra en los tiempos del nazismo con una clara voluntad didáctica.

El film que dirige Vicente Amorim está basado en una obra teatral de Cecil Philip Taylor y busca borrar las huellas del drama de escenario apostando por el ya habitual ejercicio de reconstrucción de época con generosa inversión en vestuario y escenografía y a través de un cast eminentemente british de pulcro acento oxoniense.

Es en el retrato moral de personajes donde Good pretende, sin conseguirlo, hacerse fuerte. Lo suyo es así singularizar cómo una nación cayó rendida al fanatismo nazi, de cómo hasta los más respetados intelectuales alemanes acabaron formando parte del engranaje que condujo a la barbarie de los campos de concentración.

Los ojos con los que vemos son aquí los de un profesor universitario (Mortensen) al que, en plena crisis matrimonial, se le tienta con el ascenso social a cambio de ir abandonando sus rectos ideales éticos (que dejan por el camino una gran amistad con su psicoanalista judío) y una supuesta bonhomía que el guionista se encarga de recordarnos en cada línea de diálogo. Nuestro buen hombre en el lugar y el sitio equivocado es así un prototipo no muy lejano de aquel Oskar Schindler de Spielberg que quiso redimirse (y de camino redimir al espectador) de su ingenuidad (sic) intentando expiar su culpa salvando a unos cuantos judíos.

Tendida la trampa argumental y justificado su protagonista, que escucha a Mahler entre ridículas alucinaciones poéticas, Good se ve así con enorme pereza, tal vez por la escasa pegada emocional de su relato, por la aséptica pulcritud de su puesta en escena, por un mensaje que nos llega siempre desde la superficie y el simplismo.

Muy lejos, lejísimos, queda aquí la lección moral y formal de los Fassbinder, Schlöndorff, Kluge, Farocki, Godard, Klotz y compañía. A saber, la que interroga y analiza la verdadera complejidad de aquellos tiempos nefastos y que, lejos de contentarse con fáciles respuestas dramáticas, avisa de sus extensiones y transformaciones en el presente.

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