Girón, con sitio, despunta en una infumable corrida

Un pésimo encierro de Conde de la Maza desluce el festejo · Luis de Pauloba, con el peor lote, y Antonio Fernández Pineda se muestran voluntariosos

César Girón, en un muletazo con la diestra a su primer toro, en el que dio una vuelta al ruedo.
César Girón, en un muletazo con la diestra a su primer toro, en el que dio una vuelta al ruedo.
Luis Nieto

16 de agosto 2008 - 05:00

De nuevo, el protagonismo principal se lo ganó lamentablemente un infumable encierro de Conde de la Maza. En el planeta de los toros quedó el aserto de "Le dan más oportunidades que al Platanito -aquel diestro que rayaba, por excéntrico-". En el mundo ganadero, al menos en Sevilla, va a quedar como refrán "Le dan más oportunidades que a la ganadería Conde de la Maza". Es increíble la fe que tiene la empresa de Sevilla en esta ganadería, que un año sí y otro también da mal juego. El pasado 15 de agosto fue uno de los numerosos ejemplos. Sin embargo, ayer contó con otra oportunidad. Y los toros, con cuajo en su presentación, volvieron a decepcionar en su comportamiento. Se salvó el tercero, a medias, por el pitón derecho y, el quinto, que sin humillar lo mismo, tuvo buen aire por el pitón izquierdo. El encierro manseó en exceso y tuvo feo estilo. Con tan lamentable género, en cartel de toreros sevillanos, destacó César Girón, quien, con sitio, consiguió despuntar por buena colocación y acierto en la distancia ante el tercero, un animal que se entregó por el pitón derecho. Girón, tras un comienzo de faena muy torero, hilvanó dos buenas tandas por ese lado. También brilló a gran altura en el cierre con la diestra, alargando y ligando dos muletazos de magnífico trazo. Pinchó antes de una estocada y lo que iba para premio quedó en una vuelta al ruedo.

Con el colorao que cerró plaza -materia prima inservible- tragó en varias coladas hasta dilatarse en exceso con los aceros. Con los palos brilló su banderillero Rafael Figuerola, que saludó tras escuchar una de las ovaciones más fuertes y merecidas de la tarde.

Luis de Pauloba, con el peor lote, quedó prácticamente inédito. Nada hubo destacable ni con el manso, incierto y distraido primero ni ante el peligroso cuarto, que en banderillas hizo sudar a la cuadrilla y al que la presidencia, para evitar más atragantones, cambió el tercio con tres palos.

Antonio Fernández Pineda, con el manso y escarbador segundo, que se fue pronto a tablas, consiguió los mejores muletazos con la derecha. En el epílogo sufrió un arreón que estuvo a punto de costarle caro por perder la cara al toro. Con el quinto, con un pitón izquierdo potable, consiguió brillar en una serie al natural dentro de una desigual labor en la que se pasó de metraje, recibiendo un aviso antes de entrar a matar.

Fuera del ruedo, en los tendidos, hubo otro protagonista: Morante de la Puebla, quien estuvo acompañado de su hijo y de su padre y se hinchó a firmar autógrafos. El escaso brillo de la corrida hizo que muchas miradas se dirigieran al pequeño José Antonio, su delfín, quien se desgañitó citando con un pañuelo blanco durante la corrida y poniendo banderillas a aquellos espectadores que tenía a su vera. Muchos disfrutaron y sonrieron ante una estampa tan tierna como taurina. Y es que Morantito viene con arte...

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