Después del vendaval
Palmagallarda, III. Recuerda | Crítica
Ignacio Romero de Solís publica la última entrega de la trilogía 'Palmagallarda', culminación de un ciclo ineludible que señala una cumbre de la narrativa vinculada a la materia de Andalucía
La ficha
Palmagallarda, III. Recuerda. Ignacio Romero de Solís. Renacimiento. Sevilla, 2021. 536 páginas. 25,90 euros
Seis años después de la aparición de Rosas, calas y magnolias, deslumbrante primera entrega del ciclo Palmagallarda, Ignacio Romero de Solís ha culminado la serie que prosiguió en La Vapora y alcanza ahora en Recuerda, nombre del ficticio pueblo sevillano al que se vincula la familia protagonista, un final acorde a su ambición panorámica. Las brutales consecuencias de la Guerra Civil, que se ha cobrado un alto coste en vidas y ruina económica, dejan paso a una decadencia que muestra el ocaso de la nobleza terrateniente bajoandaluza, desplazada en un mundo, el de la burguesía que prospera al amparo de los vencedores, donde ya no rigen los códigos del linaje ni las refinadas maneras de la aristocracia cosmopolita, a la vez muy ligada a la vieja cultura agraria. En el preciso retrato de esa clase, pero también de los tipos humanos que la servían o rodeaban, reside uno de los aciertos mayores de la trilogía con la que Romero de Solís, combinando su conocimiento desde dentro y la familiaridad con la tradición de las grandes sagas narrativas, ha dejado un testimonio impagable de aquel universo desaparecido.
Todo en el tercer volumen transmite melancolía, sensación de acabamiento. Traumatizado por el conflicto, el brillante Jerónimo, joven conde de Palmagallarda, desatiende sus obligaciones y se entrega a la disipación, encaprichado de una hermosa gitanilla –La Parpuja, a la que vemos en el poderoso retrato de Gustavo Bacarisas que ilustra la cubierta– que no evita que ande como "sonado", tanto más perdido cuando desaparece la acaso única mujer de su vida. Sus dos hermanos siguen en Inglaterra, de donde apenas llegan noticias, de modo que la abuela devenida en matriarca –la marquesa viuda de Monsalves de Tous, uno de los personajes más atractivos de la trilogía– se duele por el egoísmo y la indolencia de su nieto a la vez que teme por la continuidad de la estirpe. Y al tiempo que mengua el prestigio de la casa, se apaga la vida de uno de sus amigos más cercanos, el arqueólogo Gordon, figura inspirada en Jorge Bonsor que como el modelo real habita en un castillo rehabilitado, repleto de antigüedades. O muere el "santo" arcipreste de Recuerda, clérigo honesto, escandalizado por la hipocresía de las autoridades eclesiásticas, que no puede evitar que estas le rindan póstumo homenaje.
Si de la mano de La Parpuja algo se nos dice de la "gente del bronce", tampoco se oculta, aunque no ocupe el primer plano, la pobreza extrema de unas clases populares castigadas por la hambruna, la tuberculosis o el piojo verde. El bien ganado ascenso del doctor Valverde, hombre íntegro de impecable profesionalidad y nobles inclinaciones humanitarias, preocupado por la miseria y la insalubridad de los corrales, se opone a los turbios manejos de los contertulios de El Rinconcillo, amigos y socios de Jerónimo –en la finca y almazara de La Vapora, de la que tomaba su título la entrega anterior– que aprovechan las restricciones del racionamiento para lucrarse con el mercado negro: viejos conocidos como el falangista Cala, antiguo mozo de comedor de los Monsalves; el comisario Méndez, elevado a gobernador civil; el sinuoso e intrigante anticuario Paneque o el rehabilitado doctor Mariani. A través de ellos, que no son personajes planos sino complejos, perfectamente caracterizados, ejemplifica Romero de Solís la mezcla de pragmatismo, codicia e inmoralidad de las nuevas fuerzas vivas.
Pautando el tiempo de la narración, el curso de la Segunda Guerra Mundial se manifiesta a través de diálogos en los que interlocutores de parecidas o diferentes afinidades comentan sus evoluciones, cada vez más desfavorables para Alemania. La campaña de Rusia, en particular la participación de los aviadores españoles de la llamada Escuadrilla Azul, desempeña un papel relevante en la trama, por la que de nuevo asoman personajes históricos como el periodista Víctor de la Serna, Serrano Suñer y su círculo germanófilo o el cineasta Orson Welles –a quien se debe, como ha contado Romero de Solís, la idea seminal del ciclo– y su entonces mujer Rita Hayworth, de visita en España. "El vendaval de la guerra destruyó y derribó vidas y haciendas, pero también fomentó la aparición, al principio lenta y contradictoria, de nuevos valores y asimismo de personas", constata el doctor Valverde. Entre los damnificados, pese a su elevada posición, se cuentan los Palmagallarda, heridos también por tragedias íntimas que tal vez deriven, como sugieren sus propios amigos, de la incapacidad de amar. Aunque el linaje no se pierde, queda claro que los herederos, después del vendaval, vivirán una realidad muy distinta.
Volver a Recuerda
Los tres volúmenes de Palmagallarda cubren algo más de una década, entre los meses previos al inicio de la Guerra Civil y los posteriores a la derrota del Eje, cuando el régimen franquista, aislado de la comunidad internacional, afronta un futuro incierto, marcado por la represión, la autarquía y la persistencia de la dictadura. El cierre se data en una fecha muy precisa, el 6 de febrero de 1947, durante una de las catastróficas riadas que anegaron Sevilla y los pueblos ribereños de la provincia, y la mejor prueba del buen hacer de Romero de Solís es que el lector se queda con ganas de saber más de los personajes que han sobrevivido, los más jóvenes de los cuales –angloandaluces educados en Gran Bretaña– tienen todavía la vida por delante. A lo largo de más de mil ochocientas páginas, el autor ha desplegado un fresco grandioso que no se reduce, dada su perspectiva total, a la radiografía de la vieja nobleza, pero es mucho lo que se nos muestra de sus costumbres, su entorno y su vida cotidiana. Junto con el admirable retrato de caracteres o el procedimiento de narración por escenas, en las que los diálogos contienen buena parte de los hechos relatados, las minuciosas descripciones, repletas de detalles exactos y significativos, le dan lustre y densidad a una escritura que suma a su calidad literaria una decidida voluntad de reconstrucción –las faenas del agro, el ritmo de las estaciones, los rituales y enseres domésticos, las relaciones sociales o desde luego la gastronomía, uno de los campos predilectos de Romero de Solís, ocupado ahora en la redacción de un esperado ensayo sobre Paisaje, cocina y literatura– de alto valor antropológico. Cualquiera que desee conocer ese mundo, apresado en el momento en el que va dejando de existir pero aún conserva algo de su singularidad irrecuperable, no tendrá más remedio que volver a Recuerda.
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