20 vivencias del 20

De vender banderas a fabricar batas sanitarias para el SAS

  • El empresario Francisco J. Gómez, residente en Prado del Rey, se adaptó a las circunstancias para no cerrar y ha fabricado un pedido de 120.000 batas de protección sanitaria para el SAS

Francisco J. Gómez con las batas sanitarias para el SAS

Francisco J. Gómez con las batas sanitarias para el SAS / D.C.

El empresario Francisco J. Gómez, afincado en Prado del Rey y que regenta la firma Banderas del Sur, no se amilanó cuando en marzo vio cómo su pequeña industria de banderas se quedaba paralizada por las consecuencias del confinamiento y los efectos que la primera ola del coronavirus traía. Con experiencia en el sector textil y de la marroquinería, se embarcó junto a un socio en la fabricación de un prototipo de mascarillas de alta protección cuando la gente de a pie no sabía lo que era una fpp2. Y ahí empezó su particular odisea con las administraciones superiores y su coraje para decidir que no se iba a quedar de brazos cruzados ante esta emergencia sanitaria global.

Presentó al Gobierno central un proyecto para fabricar 400.000 mascarillas cuando pocos se atrevieron a ello, pero se topó con un muro en el Ministerio de Industria. Pese a presentar varias propuestas en las que pedía que la administración contribuyera con la logística para traer la maquinaria y el material necesaria desde China, no hubo manera y se llevó el contrato una firma vasca de Mondragón.

Pero Francisco J. Gómez no es de rendirse fácilmente y tocó también a la puerta de la Junta de Andalucía. Mascarillas no, pero el SAS suscribió un contrato con él en mayo para fabricar un pedido de 120.000 batas de protección sanitaria con certificación a lo largo de los siguiente seis meses. Y desde el polígono de la Ventilla, de Prado del Rey, se han fabricado 1.500 batas diarias, que se han repartido en hospitales y centros sanitarios de Andalucía.  

Además, se ha embarcado en la fabricación de mascarillas reutilizables. De tener que hacer un Erte y despedir a los pocos empleados que tenía porque el tema de las banderas y de los festejos se fue a pique con la pandemia a crear en este tiempo 16 puestos de trabajo directos, más los indirectos que suponen los transportes, materias primas…

“Me considero un afortunado por haber podido trabajar seis meses mientras otras empresas han tenido que echar el cierre”, comenta Gómez, que quiere también recalcar que detrás del esfuerzo empresarial para amoldarse a las circunstancias y renovarse no hay una respuesta de las administraciones superiores, que ponen muy difícil que empresas modestas puedan acceder a las licitaciones. Cree que la gente tiene que saber dónde se fabrica, que no todo vale, que los mercados asiáticos pueden arruinar el esfuerzo de pequeños empresarios y trabajadores que han dado el callo en momentos como los que deja esta pandemia.

El contrato con el SAS acaba de finalizar con los últimos pedidos, que han acarreado el despido de esas 16 personas y de momento, no hay horizonte para una renovación. “A final de año habrá solo una persona trabajando en esta fábrica. Solo quedará esperar a ver qué pasa”, concluye este empresario.

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