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Las sietes plagas del campo: un repaso por las causas del conflicto con los agricultores

Uno de los vehículos, durante la marcha del pasado martes. Uno de los vehículos, durante la marcha del pasado martes.

Uno de los vehículos, durante la marcha del pasado martes. / Miguel Gómez

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Ni los mismos manifestantes esperaban el éxito de la convocatoria de la Plataforma 6F el pasado martes. Cientos de agricultores de la provincia colapsaron varias carreteras en la primera de una serie de movilizaciones al margen de las grandes organizaciones agrarias. La protesta –que recoge un malestar de años– continuará hasta conseguir algún tipo de reacción por parte del gobierno.

Tras, lo que sienten, ha sido un continuo abandono y demonización, quienes viven del campo se han unido en una reivindicación que une a grandes y pequeños propietarios: una mezcla difícil de casar, con forma de cascada de votos indignados.

Politizada o no, en cualquier caso, la realidad del campo –que aquí resumimos en siete puntos– está demostrando ser cualquier cosa menos simple.

1. UNA SEQUÍA QUE NO ES COMO LAS DEMÁS 

Nuestra archienemiga. Averroes nos entendería. Columela nos entendería. Tradicionalmente, la sequía meteorológica ha hecho acto de presencia por estos lares una vez cada diez o quince años. Esa era la norma: ocurre que, cambio climático mediante, el ciclo de las sequías se ha roto y el marco de periodos húmedos es cada vez más estrecho. A este factor, que hace que esta seca no sea como las demás, se une otra circunstancia que no es ajena a otros episodios de falta de agua en el siglo XX: la mala gestión. En el discurso hay una confusión interesada entre sequía y déficit hídrico porque se juegan muchos euros, pero lo cierto es que un mejor aprovechamiento ha terminado traduciéndose en un mayor uso del mismo. La cuenca del Guadalquivir soporta un 90% de utilización agrícola. De los cuatro millones de hectáreas destinadas al regadío en España, un millón las aporta el gran río: nuestra demanda es tan elevada que llevamos años consumiendo nuestro crédito –los acuíferos también están sobreexplotados–. ¿Por qué ocurre todo esto? Pues, a nivel agro y en gran medida, por la eclosión de cultivos intensivos y súper intensivos, que colocan en régimen de regadío cultivos tradicionalmente de secano. Y esto nos lleva al siguiente punto.

2. TRANSICIÓN ECOLÓGICA CON CULTIVOS AL LÍMITE

El súper intensivo viene a dopar cultivos tradicionales de secano –olivo y almendro, por ejemplo– para que la producción se multiplique. Una práctica en la que también han metido mano fondos de inversión en el valle del Guadalquivir. En la provincia, la producción de aceite ha pasado ya de tener su eje en la Sierra a tenerlo en la campiña de Jerez. Y todo el mundo sabe qué son y a qué juegan los grupos de inversión: a políticas en muchos casos neocoloniales, de seguro extractivas, allá donde se implantan. La fórmula implica tecnificación y mecanización: es decir, también termina repercutiendo negativamente en la realidad laboral.

El Guadalquivir aporta un cuarto del regadío del país. El Guadalquivir aporta un cuarto del regadío del país.

El Guadalquivir aporta un cuarto del regadío del país. / D.C.

Si puede parecer fuera de escala someter a cultivos tradicionales mediterráneos a un tratamiento de regadío intensivo hay que subrayar, igualmente, que en el trazado económico actual el secano no compensa.Otro punto en el desfase existente entre el estado de producción al que hemos llegado y los parámetros de transición ecológica se encuentra en el uso de químicos, que han terminado traduciéndose en un mayor volumen de cosecha pero con una dependencia progresiva del cultivo ante este tipo de insumos. Y, desde luego, después no es fácil cambiar el modelo si lo que te exigen es producción.

Las cosechas españolas se miden, además, con los productos de un mercado global: unos productos en los que ni el control medioambiental y fitosanitario, ni las condiciones laborales –por llamarlas de algún modo– pueden igualarse a los de la Unión Europea.

Es desolador ver cómo, ante las protestas del sector primario en toda Europa, la primera medida que ha decidido tomar Bruselas sea reconsiderar la futura política respecto al control de químicos –hace pensar que las buenas intenciones ecológicas son humo: aquí vamos a quemar hasta el carbón de los Reyes Magos de ser necesario–. Lo que sea, parece ser, con tal de no tocar los tratados de libre comercio.

3. TRATADOS DE LIBRE COMERCIO

El principio de preferencia comunitaria se perdió con la Agenda 2000. Los acuerdos europeos de libre comercio permiten la circulación de bienes de igual a igual entre países o zonas “de interés estratégico” (Mercosur, Marruecos…) Muchas empresas españolas son las que operan directamente en estas zonas, y muchas más la que importan productos desde allí. Por las condiciones socioeconómicas de las que hemos hablado, lo que se produce en el campo español no va a poder competir nunca, ni a precio ni a nivel de producción, con lo que llega de fuera, simplemente, porque sus reglas del juego son distintas. No vemos con qué productos las tratan, no vemos (ni escuchamos hablar) de las condiciones de los jornaleros o de las envasadoras en la otra punta del planeta. En los lineales, estas importaciones abundan, son más baratas y no parecen tan distintas.

La diferencia entre campo y lineal llega a superar el 700%, según GOAC. La diferencia entre campo y lineal llega a superar el 700%, según GOAC.

La diferencia entre campo y lineal llega a superar el 700%, según GOAC. / Luis Tejido/Efe

4. POLÍTICAS LEJANAS Y DESENGAÑO

Es una de las líneas de crítica en las protestas: la normativa parece hecha a tiralíneas, sin saber las peculiaridades de las zonas a las que afectan. Así, es frecuente la crítica la Agenda 2030 que, sin embargo, menciona cuestiones como la adaptación a la sequía o eliminar los desequilibrios comerciales. Sus preceptos suenan bien sobre el papel, aunque el papel también deja ver que se potenciará la tecnología en las zonas de regadío y la inversión en espacios naturales. Si no lo es, lo cierto es que tiene pinta de artesanía aquea. Otro tanto ocurre con la famosa PAC (Política Agraria Común), cuya búsqueda de una agricultura más competitiva termina traduciéndose en una apuesta por las fincas más grandes. En teoría, sirve como salvaguarda de los ingresos en el campo e, indirectamente, para que el precio de lo que se produce sea más accesible. La PAC, además, no supone sólo dinero –es muy difícil ignorar el dato de que el 20% de los propietarios se lleva el 80% de las subvenciones–, sino políticas comunes. Un detalle: las ‘Buenas condiciones agrarias y medioambientales de la tierra’ impiden labrar los suelos entre la recolección de la cosecha y el 1 de septiembre. En pleno verano, la tierra del olivar se ha rastrillado siempre superficialmente para dejarla respirar.

La sensación de estar luchando contra gigantes que no escuchan al campo se ha traducido en un desengaño muy importante con la clase política. Una persona desesperada puede ponerse cataplasmas de ajo si le dicen que así su tumor se desvanecerá: lo prueba todo. Una persona desesperada creará en chemtrails y en plantaciones de algas, creerá en conspiraciones, creerá al primer aprovechado que se acerque y quiera sacar rédito, o le diga lo que quiere escuchar. Pedro Sánchez recordaba esta semana algunas de las inversiones –1.380 millones de euros en ayudas directas, 2.800 millones para la modernización del regadío– pero el campo siente que lo que les ha llegado de la izquierda oscila entre el vacío y el desprecio. Lo mismo porque estaban muy ocupados haciendo “cosas chulas” y resignificando.

5. EL GRAN AGUJERO

Pensar que todos los agricultores son latifundistas es un error de bulto. La mayoría de ellos son autónomos entrampados hasta las cejas. Para iniciarte en el agro, o heredas, o necesitas un préstamo de decenas de miles de euros. Cuando los ‘sublevados’ dicen en sus comunicaciones que lo suyo tiene mucho de sentimental, y eso a la administración se le olvida, implican que también se olvida de lo ingrato del asunto, con jornadas maratonianas e impredecibles, por unos ingresos que te colocan en la cuerda floja.

La mayor mecanización del superintensivo minimiza además la mano de obra. La mayor mecanización del superintensivo minimiza además la mano de obra.

La mayor mecanización del superintensivo minimiza además la mano de obra. / D.C.

Todo eso, para luchar además contra lo que parece el signo de los tiempos en contra: la gente quiere comer a buen precio, pero todo ecológico, y hay que eliminar las macrogranjas. Las zonas rurales se vacían de cajeros, de centros médicos, de colegios: no hay gente para trabajar en la tierra, con lo cual el trabajo cada vez tiene que ser más mecanizado, con lo cual las granjas cada vez tienen que ser más grandes. Cuidado con lo que haces, con lo que echas, porque lo contaminas todo. También eres facha. E ignorante. Como para no hartarse de la condescendencia.

No ayudan, por supuesto, ciertas realidades que curiosamente no han transcendido tanto en las protestas: el agotamiento por abuso del recurso en Doñana, y la insistencia en el suicidio; las rentas de subsuelo de los jornaleros y la explotación de los temporeros inmigrantes u obsesiones fuera de lógica ante mínimos medioambientales, abrazando términos que sublima la ultraderecha como “dogmatismo ambiental”.

Y sí: aunque muchos lleven en el pecado la penitencia, las cartas en el campo dejan que desear. En Francia, se suicida un agricultor cada 24 horas.

6. EL ECO DE LAS TIERRAS DE SILICIO

Desde hace unos tres años, quien puede, vende. Los promotores de huertos solares se han convertido en nuevos especuladores del suelo, rural, en este caso. ¿A quién le extraña? La edad media del campo se sitúa en más de 61 años. Una década más tarde, ya ves que el caso es un imposible y que tus hijos no tienen especial interés. O te encuentras con las tierras del abuelo a repartir entre seis urbanitas. ¿Quién no vendería? De modo que, en diez años, la provincia de Cádiz ha duplicado su potencia de electricidad generada en paneles. Jerez encabeza ya la producción de renovables en Andalucía y, casi toda, procede de la fotovoltaica: son 18 los proyectos que en estos dos años han empezado a tramitar la autorización estatal o autonómica, y diez de ellos son megaplantas. Los paneles chupan terreno: cinco MW equivalen a diez hectáreas –para generar un MW de electricidad, hacen falta más de 4000 paneles–. El alquiler de una hectárea ronda los 1500 euros al año. Y quien alquila el terreno lo hace, prácticamente, de por vida: a 25 años.

7. LEY DE LA CADENA ALIMENTARIA

Una de las primeras promesas que ha realizado Pedro Sánchez al calor de estas protestas es la relativa a la ley de cadena alimentaria, con el objetivo primordial de evitar las ventas a pérdidas. Actualmente, los agricultores no tienen control sobre los precios: de ahí que veamos esos porcentajes de susto en la tabla IPOD hecha pública por COAG, con saltos de más del 700 u 800 por ciento del productor al lineal. Seguro que ha habido tasadores de especias en Venecia con un poco menos de desvergüenza.

Una de las soluciones a la trampa en la que se encuentra el sector pasaría por la creación de dos líneas de distribución y comercialización –como en Francia y Estados Unidos – una para gran producción y exportación;y otra para explotación familiar y consumo de cercanía, incluso con sus propios espacios de venta.

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