ENFOQUE DE DOMINGO. LAS CORBETAS DE NAVANTIA

El 'teatrillo' de las corbetas

  • ¿El trabajo de miles de personas debe depender de que mueran otras miles? Ese es el debate en torno a la venta de corbetas a Arabia Saudí, y que mezcla moral, política y demagogia

Un barco para una polémica

Un barco para una polémica / d.c.

Qué dilema. Moral o negocios, derechos humanos enfrentados entre sí (el de la vida, la libertad, frente al del trabajo), barcos contra honra, declaraciones solemnes contra la realidad más ingrata, corbetas o paro. “Más vale no ponerse estupendos cuando se gobierna” dice Ramón Vargas-Machuca, el catedrático y filósofo al que la política como diputado reconvirtió en pragmático. Su cátedra (emérita como él se encarga de resaltar después de su jubilación) de Filosofía Moral y Política en la UCA parece el faro al que hay que acercarse cuando se quiere hallar la decisión correcta en el problema moral de vender buques militares a Arabia Saudí. Es decir, a un estado totalitario y casi feudal, que los utilizará con mucha probabilidad en una guerra injusta y cruel, que ya ha acabado con muchas vidas y que, con el asesinato del periodista Khashogi ha provocado una tormenta internacional. Unos gritan que esos crímenes deben llevar a que España no venda cinco corbetas que, en una terrible contradicción, pueden dar vida a los astilleros de Navantia en San Fernando, ahora con respiración artificial.

Vargas-Machuca pone cordura de profesor en la polémica: “Las relaciones entre ética y política son siempre tensas”, tanto que muchas veces se escoge entre las dos, con la consecuencia de que nos convertimos en “cínicos redomados” o en “moralistas intolerantes”. Así que llama a tomarse en serio la acción política y aceptar que “los logros de la justicia son siempre parciales e incompletos; las ganancias conllevan pérdidas y descartes... Recelemos de la perfección de lo justo: no es algo de este mundo”.

Afirma Vargas-Machuca que “quedar siempre de bonito es imposible en el ámbito político”, y es difícil practicar la Justicia universal en un mundo en el que los electores “no son ciudadanos del mundo sino de una comunidad concreta”, y a su bienestar se deben los elegidos. Para él, el origen de la polémica es la distancia “entre la Política y las políticas”. Se sobreactúa en la primera con “grandes palabras y gestos campanudos”, porque las políticas concretas andan muy cortitas de recursos para “dar trigo”. “Por eso tenemos lo que tenemos –afirma–: mucho ‘teatrillo’ para capear el temporal”.

“Al final en estas cuestiones se agradece que se imponga el principio de realidad –concluye–. El presidente del Gobierno ha terminado haciendo lo que debe hacer al precio de rectificar las palabras no muy pensadas de su ministra de Defensa; y el alcalde de Cádiz contradice con criterio acertado la cháchara populista del secretario general de su partido”.

En San Fernando, el asunto no vuela tan alto, sino a ras de tierra. La Bazán (antiguo nombre por el que todo el mundo conoce al astillero de Navantia) se asienta en su término y en su memoria. El dilema moral no se orilla, pero la solución se tiene clara. Manuel Ruiz fue jefe de personal de esta factoría durante décadas, y luego importante ejecutivo nacional de la Empresa Nacional Bazán. De espíritu y pensamiento progresista, personalmente expresa su aboluto rechazo a “cualquier forma de colaboración con quienes abusan de su poder para hacer daño a los pueblos o a las personas más desfavorecidas”, pero en cuanto al tema de las corbetas dice: “Mi posición es forzosamente favorable a que se lleve adelante el contrato en toda su dimensión, porque estamos en una zona abandonada por los poderes económicos, y esta operación dará trabajo a muchas familias que lo pasan mal”.

Ruiz tiene edad y memoria para recordar que, bajo su dirección, la plantilla de Bazán llegó a tener unos 6.000 empleados, “y ahora, y con apenas 1.000, está en trance de perder su presencia en el mercado”. Es por eso que ve en este contrato “una gran oportunidad: no va a haber otra como esta para contratar a miles de personas de La Isla que andan por sus esquinas sin nada que hacer”. Entiende que en esta ocasión hay una puerta para que la factoría se aproxime a lo que fue, “un gran vivero de trabajo y de formación de grandes profesionales, los mejores”. Y más de que, según Ruiz, “la Marina haya abandonado a San Fernando, le haya pagado tan mal”.

Durante muchos de esos años buenos en la factoría isleña, el sindicalista Ramón Outerelo compartió alegrías y sinsabores con Manuel Ruiz. Outerelo fue integrante y finalmente presidente del comité de empresa, y ahora está muy retirado, y muy renuente a expresar su opinión sobre esta polémica. Sin embargo, no se priva de señalar un factor: la demagogia. “Por las dos partes se hace esa demagogia, los que se entregan a condenas muy grandes y los que la contrarrestan diciendo que si no se hacen los barcos la gente va a pasar hambre. No quiero decir a los que están ahora lo que tienen que hacer, pero tengo claro que un sindicalista debe defender que su factoría tenga trabajo, y en la Bazán lo que se fabrica son barcos militares. Pero por otra parte, su obligación es también presionar a la empresa para que se busquen otros mercados”.

Un militar de larga experiencia y que ha ocupado un alto cargo en la zona gaditana señala las “dobles varas de medir” en asuntos como éste: “Una realidad en las relaciones internacionales, es la vieja ley del más fuerte”. Resalta que “no se ha puesto quizá suficiente énfasis en que los perjuicios de convertirse en un proveedor que se arroga el derecho de juzgar éticamente al comprador pueden extenderse a otros futuros contratos militares, y no solo al de Arabia. La venta de armas es una servidumbre para nuestras FAS pero nos da a cambio una cierta superioridad estratégica en el terreno logístico y en el de la Inteligencia, que no tendríamos si el vendedor fuera otro país”.

Es bueno entonces preguntarse el porqué de las guerras, que no es exactamente lo material -aunque en ello se traduce-. El porqué de las guerras es el poder. La producción de material bélico que entendemos por “convencional” está cada vez más desligada de países de primera fila del primer mundo, que van centrando el sector en cuestiones de nanotecnología, microprocesadores, etc. Los esfuerzos en la consecución y mantenimiento del poder acamparán un gran campo, que va desde conflictos bélicos, por supuesto, a también en juegos de control dignos de un Goebbels 4.0, como el microtargeting.

Nuestra empresa aglutinadora de producción de armamento, Santa Bárbara, fue adquirida en 2001 por la estadounidense General Dynamics -¿he escuchado Morenés?-. España es el séptimo exportador de armas a nivel mundial, copando el 2,9% de la producción total. En total, hay 260 empresas relacionados, directa o indirectamente, con el sector de Defensa -143 de ellas, en Madrid, según registra el Centro Delàs de Estudios por la Paz-. Resulta increíble cómo la responsabilidad del lado más polémico de todo este negocio haya terminado estando en los trabajadores de la Bazán.

“No es más que una estrategia política premeditada de justificación de lo injustificable –afirma Jordi Calvo, desde el Centro Delàs–. Cuando se toman decisiones relacionados con armamento, también se tiene en cuenta cómo aminorar la polémica, si se presenta. Aquí, la respuesta obvia fue la necesidad de mantener unos puestos de trabajo en una zona muy castigada. Pero luego encontramos cosas -continúa Calvo-, como que Navantia ha rechazado contratos de buques militares a Brasil, por ejemplo, un país que no está metido en un conflicto armado. Si priorizas a Arabia Saudí no es sólo una cuestión de economía, porque has tenido opciones. Todo esto forma parte de una voluntad política de contentar a Arabia Saudí que forma parte de un enorme paquete de relaciones económicas y comerciales: queremos el AVE, pero también, las corbetas, que no se cuestione nuestra política exterior..”

Para Alberto Estévez, uno de los portavoces de la plataforma Armas bajo control -que reúne los esfuerzos de las ONG Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón-, los trabajadores del astillero gaditano son “rehenes de intereses millonarios. Ponerlos en la picota es perverso. Hay casos como el del bombero bilbaíno Ignacio Robles, sancionado por haberse negado a cargar armamento para Arabia Saudí, que son casos admirables, comparables a Rosa Parks. Pero no podemos exigirle a ningún trabajador que sea un héroe”.

¿Qué ha cambiado desde entonces? En los setenta, el sector del metal miraba hacia atrás y se sentía un sector fuerte: el eufemismo de lo que fueron las reconversiones aún no había aparecido. La Bazán acogía miles de contratos fijos, frente el apenas millar de hoy día. La red de protección social se sentía también más fuerte.

Son debates muy duros, pero necesarios. Los políticos no pueden poner a la sociedad en un dilema de 6.000 puestos de trabajo o 6.000 muertos, y no sirve de nada esa obligación de “Tengo que cumplir con los acuerdos del gobierno anterior”: lo que hay que hacer es cumplir la ley. El que habla es Alberto Estévez: “El artículo 1º del Convenio de Ginebra obliga a los estados a abstenerse de realizar actuaciones contrarias a las obligaciones del Derecho Internacional, y entre esas actuaciones están, por supuesto, los crímenes de lesa humanidad que se están dando en Yemen”. “El tipo de corbetas que se construyen en Navantia están concebidas para causar un bloqueo comercial efectivo”, apunta Estévez.

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