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Pyongyang caldea aún más la escalada de tensión

  • El régimen comunista deja clara su capacidad militar en Extremo Oriente

El respiro en la crisis norcoreana ha sido breve: el último lanzamiento de un misil balístico por parte de Pyongyang, que sobrevoló Japón ayer, ahogó las frágiles esperanzas en una distensión de la situación en la región, al tiempo que supuso un fuerte golpe en el rostro del presidente de EEUU, Donald Trump, que hace sólo unos días, Trump se había mostrado confiado en que el líder norcoreano Kim Jong-un comenzaba a "mostrar respeto" por los estadounidenses.

Antes del último ensayo balístico norcoreano, Washington y Pyongyang, que acusa a Estados Unidos de llevar a cabo una política hostil a su país, ya habían protagonizado una fuerte escalda verbal, cuando Trump acusó a la cúpula comunista con "fuego y furia" y Kim Jong-un respondió con disparar cuatro misiles de medio alcance a las aguas de la isla estadounidense de Guam. Con su última decisión, el líder norcoreano parece encaminarse a una larga medición de fuerzas con Trump: el momento del último lanzamiento fue elegido a conciencia, aseguran los expertos.

"El régimen norcoreano tiene un agudo sentido sobre la forma en que puede conseguir el máximo efecto con su acelerado programa misilístico", escribe el director del servicio de información de seguridad y defensa IHS Jane's, Paul Burton. La intención del lanzamiento del misil, posiblemente de medio alcance, del tipo Hwasong-12 era quizá "conseguir más respeto por parte de Washington y sus aliados sin llegar a provocar demasiado", opina.

Corea del Norte envía dos señales con el nuevo lanzamiento, según opinan los analistas: por un lado, deja claro que el país no cederá en el conflicto por su programa misilístico y nuclear y por otro lado señala que es capaz de alcanzar la estratégica isla de Guam con sus misiles.

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