Tensión creciente en las aguas del estrecho de Gibraltar y el islote de Perejil por las medidas de presión de Marruecos y el refuerzo naval español
El resurgir del comité pro-marroquí que reivindica Ceuta y Melilla, el cierre de las aduanas comerciales de ambas ciudades, el frustrado intento de tomar Perejil y el despliegue militar de España apuntan a una escalada de la tirantez política e institucional
El islote Perejil, un conflicto que se convierte en serie
España y Marruecos atraviesan un nuevo episodio de tensión en la franja más delicada del Mediterráneo occidental: el Estrecho de Gibraltar. Una sucesión de movimientos diplomáticos, simbólicos y operativos ha vuelto a colocar en el centro del tablero a territorios como Ceuta, Melilla, los peñones de soberanía española en la costa africana y, de manera especialmente llamativa, al islote de Perejil, ocupado brevemente por fuerzas militares marroquíes en 2002.
El primer aviso llegó pocos días después de la celebración del Congreso Nacional del Partido Popular, al que acudió como invitado el delegado del Frente Polisario en España. Marruecos respondió con tres acciones coordinadas. La primera fue el cierre, apenas 48 horas después, de las aduanas comerciales con Ceuta y Melilla -ciudades gobernadas por el PP- bajo el pretexto de evitar interferencias en la Operación Paso del Estrecho (OPE).
A continuación se produjo el envío de una carta oficial -desvelada por El Confidencial- del ministro y líder del partido Istiqlal al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, exigiéndole alinearse con el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, y, finalmente, el renacimiento en Castillejos del llamado Comité para la Defensa de las Causas del Reino, conocido anteriormente como el Comité para la Liberación de Ceuta y Melilla.
Reactivación del movimiento independentista marroquí
Este último grupo, con fuertes vínculos con el aparato de inteligencia marroquí y liderado por Yayha Yayha —exsenador y prófugo de la justicia española por violencia de género—, anunció su intención de celebrar el pasado sábado, día 12, su primera reunión en el islote de Perejil, frente a las costas de Tánger. Aunque finalmente no se produjo el desembarco, debido en teoría al mal estado del mar, el gesto fue claro: exhibieron fotos con el islote de fondo y reafirmaron públicamente su voluntad de reivindicar “las causas nacionales” siguiendo las directrices del rey Mohamed VI. Entre sus filas hay militantes marroquíes procedentes también de Ceuta y Melilla.
La reactivación del Comité para la Liberación de Ceuta y Melilla y el despliegue militar español evidencian el deterioro de las relaciones bilaterales tras las discrepancias sobre el Sáhara Occidental
La presión simbólica sobre Perejil coincide, además, con el aniversario de la crisis de julio de 2002, cuando soldados marroquíes ocuparon el islote, deshabitado y de apenas 400 metros de longitud, lo que provocó una intervención militar española para restaurar el statu quo. También con el estreno de una miniserie documental sobre aquel conflicto, cuya emisión ha disgustado a las autoridades marroquíes, que intentaron sin éxito censurarla.
Este contexto ha forzado una respuesta discreta pero visible del Estado Mayor de la Defensa. La Armada ha desplegado en las inmediaciones del Peñón de Vélez de la Gomera —otro enclave español en la costa marroquí— el buque de acción marítima Furor, dentro de las operaciones regulares de vigilancia y disuasión, así como en la isla de Alborán. La presencia militar en los peñones e islotes de soberanía española se considera clave tanto para el control del tráfico ilícito como para preservar la integridad territorial en una zona altamente sensible, marcada por décadas de reivindicaciones marroquíes.
Un patrón que se repite: de El Ejido a Torre Pacheco
Este tipo de presiones, en apariencia menores o simbólicas, tienen precedentes inquietantes. En julio de 2002, la ocupación marroquí de Perejil se produjo apenas dos años después de los graves disturbios ocurridos en El Ejido, tras varios asesinatos cometidos por inmigrantes de origen magrebí que provocaron una oleada de violencia racista. Entonces, Rabat aprovechó la tensión interna en España para avanzar su agenda territorial.
Hoy, algunos analistas advierten que lo ocurrido en la localidad murciana de Torre Pacheco, con enfrentamientos entre vecinos, grupos de ultraderecha y ciudadanos marroquíes, podría estar siendo observado por Rabat como un nuevo pretexto para ensayar gestos de fuerza. El paralelismo no es exacto, pero la lógica de aprovechar momentos de debilidad o tensión interna en España sigue siendo válida en términos geoestratégicos.
Las autoridades marroquíes podrían aprovechar la situación de Torre Pacheco para justificar nuevas acciones unilaterales, utilizando la tensión social como argumento para defender los "derechos" de los ciudadanos marroquíes
El escenario actual es de contención inestable. España sigue comprometida oficialmente con el apoyo al plan de autonomía para el Sáhara impulsado por Rabat, aunque el Partido Popular y otras fuerzas abogan por volver a una postura más alineada con las resoluciones de Naciones Unidas.
Marruecos, por su parte, utiliza todas las herramientas a su alcance —desde el cierre de aduanas hasta las movilizaciones ciudadanas guiadas por figuras próximas al poder— para evitar cualquier retroceso en el reconocimiento internacional de sus tesis.
Por ahora, la bandera marroquí no ondea en Perejil. Pero el simple intento de colocarla reabre un viejo conflicto que, más allá del islote en sí, revela la fragilidad de una frontera geopolítica sometida a tensiones constantes, donde los gestos simbólicos pueden convertirse, de nuevo, en amenazas reales.
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