Los Hermanos Cubero | Grupo de música

"Se confunde mucho hoy la música con el espectáculo"

  • El sensacional dúo de Guadalajara regresa a Sevilla el 28 de agosto para presentar sus dos discos lanzados este año, 'Proyecto Toribio' y 'Errantes telúricos'

Los Hermanos Cubero (Roberto, a la izquierda, y Enrique), en una imagen promocional de sus dos últimos proyectos.

Los Hermanos Cubero (Roberto, a la izquierda, y Enrique), en una imagen promocional de sus dos últimos proyectos. / M. G.

Radicalmente tradicional e innovadora y fresca a la vez, ni objeto de museo ni mucho menos disecada, la música de Los Hermanos Cubero irrumpió hace una década y, como ya auguraba una socarrona canción de su debut, acabó gustando "hasta a los modernos de Madrid". Y a los de Barcelona, pues ahora publican con El Segell, el sello del Primavera Sound. Que hayan trascendido el ultraespecífico y minoritario circuito de conjuntos folclóricos al que parecían llamados es sólo uno de los hermosos logros de estos dos hermanos de Guadalajara, Quique y Roberto, devotos de las seguidillas, rondallas y jotas castellanas tanto como del country, el bluegrass y el hillbilly. Otros, claro, los fundamentales, son sus sensacionales y personalísimos discos. Este año han lanzado dos a la par: el instrumental Proyecto Toribio, en el que recrean, tras una investigación prácticamente etnográfica, parte de la obra de Toribio del Olmo, un violinista popular arriacense de la primera mitad del siglo XX; y Errantes telúricos, en el que colaboran Christina Rosenvinge, Nacho Vegas, Rocío Márquez, Grupo de Expertos Solynieve, Josele Santiago o la ex Operación Triunfo Amaia Romero. El 28 de agosto visitarán Sevilla para actuar, dentro del ciclo Nocturama, en el Casino de la Exposición, compartiendo cartel con Grupo de Expertos Solynieve, Icy Amane y Marieta DJ-Yé.

–Dos discos simultáneamente. Hoy eso es casi una osadía...

–Pues no sé, porque estamos al margen de la industria musical. Nuestro sonido no tiene nada que ver con las tendencias actuales ni tampoco pretendemos, ni remotamente, que se ponga de moda. Simplemente hacemos lo que nos apetece. Y nos apetecía mucho sacar estos dos discos. Mi hermano y yo tenemos otros curros con los que pagamos las facturas, de modo que nos podemos permitir el lujo de hacer lo que queremos, que grosso modo es utilizar herramientas digamos antiguas para conseguir un sonido nuevo.

–¿Por qué es cool exhibir un amplio conocimiento del bluegrass pero la jota, pongamos, es de paletos? ¿Alguna teoría?

–Para mí la respuesta es muy sencilla: es cuestión de publicidad y de promoción. Y con la música de raíz americana influye mucho el cine. Tú ves una peli americana y suele aparecer esa música, y aparece como una cosa guay, de antihéroe, de tipos molones, interesantes. Sin embargo aquí la música tradicional, cuando aparece en el cine, suele tener connotaciones cómicas. Desde pequeños nos meten eso en la cabeza. Y es un error, porque todo se basa todo en tópicos. La música tradicional siempre se ve como algo anticuado, pero para nosotros es innovación que permanece. En España tuvo mucho que ver la Sección Femenina del franquismo, se cargó las músicas tradicionales porque las homogeneizaron tanto que las secaron de vida, aparte del sesgo político, claro.

–Uno diría que hacer música tradicional siempre tiene algo de gesto político, y ahora más que nunca tal vez. ¿Cuánto les importa esta dimensión de la música?

–Mucho, pero matizaría que sobre todo nos importa lo social. La música tradicional siempre ha cantado sobre lo que se vivía. Hank Williams, el padre de la música country moderna, decía que si vas a cantar, canta sobre algo que conozcas. Woody Guthrie igual, hacía crónica social, cantaba sobre lo que veía y lo que veía era gente trabajadora que no tenía ni para comer, veía explotación, injusticia, dolor, dignidad. Para la gente que hace canciones, esa dimensión social debería seguir siendo importante. Para nosotros lo es. Porque no es todo bonito, la vida no es Instagram, y hacer canciones sobre salir de fiesta y enamorarse está muy bien, pero la vida no es eso, no es sólo eso, hay cosas malas también y hay que ir a por ellas.

Los Hermanos Cubero, en otra imagen reciente. Los Hermanos Cubero, en otra imagen reciente.

Los Hermanos Cubero, en otra imagen reciente. / M. G.

–Son usted aclamados por la crítica, hasta el punto de que cuesta encontrar no ya una crítica mala o regular de un disco suyo, sino alguna que no sea entusiasta. Esa reputación, sin embargo, no corre paralela al volumen de su público, ¿cómo viven eso?

–En ocasiones puede llegar a ser frustrante, pero no pensamos mucho en eso. Somos conscientes de que lo que hacemos es una cosa muy especial, que no es para todo el mundo, y no digo esto por elitismo, sino porque sabemos que tenemos una manera distinta de sonar y de decir las cosas. También pasa que hoy se confunde mucho la música con el espectáculo, igual que se confunde la cultura con el ocio. La gente cree que la música es algo efectista, llevar detrás catorce personas bailando, hacer videoclips con piscinas y chicas en biquini... Para nosotros la música es otra cosa, es comunicación contigo, con tu vecino, algo que tiene los pies en el suelo. Nosotros tenemos unas cosas que decir y las diremos, tanto si tenemos éxito como si no, o tanto si tenemos críticas buenas como si las tenemos malas. Tenemos nuestro camino y lo vamos a recorrer igualmente.

–Han dicho alguna vez que eran los raros del colegio. ¿Ya entonces escuchaban música de la Alcarria en vez de Nirvana o REM?

–Hasta el punto de que estando yo en Segundo de FP casi me presenté a un concurso de rock que se hacía en Guadalajara, pero con un laúd. Sí, ya en aquella época tocábamos seguidillas, rondallas, escuchábamos a Vigüela, un grupo de música tradicional de Toledo; con unos 16 años fui a verlos en directo y recuerdo que flipé con la energía que tenían... Nunca sentí que esa música fuera menos interesante que la de los grupos de rock. Y el rollo americano me atrapó mucho porque era música que hablaba de cosas normales con un lenguaje normal y sin embargo molaba. Hacer algo sencillo y que mole es muy complicado. Con la música tradicional nuestra pasa lo mismo. Las coplas antiguas, por ejemplo, que tenían que pasar el filtro del alcalde y el cura... Entonces se buscaban las vueltas para que el mensaje se saltara un poco esa censura. Creo que por eso, por esa dificilísima sencillez, al escuchar música tradicional sentimos que nos habla de cosas que todos tenemos todos en el fondo de la cabeza, en el subconsciente, en los recuerdos, nuestros o de nuestra comunidad.

–A alguien que hace folclore castellana mezclada con música tradicional estadounidense asumo que el concepto apropiación cultural le dejará atónito...

–Es que las culturas están tan entrelazadas que no tiene sentido separarlas. El que busque la pureza se equivoca, porque no existe, sin más. Por cierto, que lo mismo el periodista que acaba de escribir un artículo en el que acusa a Rosalía o quien toque de apropiación cultural luego se baja a un McDonald's, se sienta, se bebe una Cocacola y se come un Big Mac, o va con la novia el domingo a comer a un italiano. Pues claro, joder, muy bien que hace. La cuestión, es tan evidente que parece absurdo tener que decirlo, es que no tiene sentido hablar de apropiación cultural. La música tradicional, en contra de la imagen mayoritaria que existe, no es tozuda, sino que va siempre absorbiendo cosas. Y con la cultura en general pasa lo mismo. Es gracioso, porque ya no es sólo que ese es el mecanismo de toda cultura: es que en eso justamente reside su riqueza.

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