¿Los últimos 'volaores'?

Pescadores de La Atunara temen por la desaparición de la venta de los volaores por la normativa europea Los guardianes de la tradición lamentan que las nuevas generaciones no siguen adelante con este oficio

Volaores en la calle Canarias, en la temporada del año pasado.
Volaores en la calle Canarias, en la temporada del año pasado.
Tamara Ruesca La Línea

27 de julio 2014 - 01:00

El barrio de la Atunara es una de las zonas más antiguas de la ciudad de La Línea. El nombre Atunara proviene del árabe y está directamente relacionado con la pesca del atún en almadrabas. En este barrio humilde de pescadores llevan a rajatabla la tradición de los famosos volaores que por estas fechas verlos colgados en las calles del barrio es algo característico.

A finales del mes de julio los pescadores de La Línea comienzan a elaborar este manjar, del que se puede disfrutar hasta principios de septiembre, fecha en la que acaba la temporada. Por estas fechas sólo hay un puesto que los vende y no se ven muchos volaores al sol, ya que la temporada fuerte suele comenzar con la llegada de agosto.

En este rinconcito de Andalucía aún se conservan tradiciones artesanales de antaño, donde familias de pescadores llevan a cabo el laborioso proceso de elaboración que conlleva el conocido volaor.

El nombre originario del volaor, es el pez volador, pescados que tienen alas, que le salen del dorso, y con ellas pueden sobrevolar el mar. Aproximadamente, a finales del mes de mayo, esta especie aparece por el mar Mediterráneo para poner sus huevas, y una vez llegan al Estrecho dejan la ova en el mar de La Atunara.

El proceso de elaboración es trabajoso y con muchas horas por delante, ya que todo comienza desde la pesca del volaor en las aguas del Estrecho. Una vez en tierra se realiza el proceso de salazón y secado. En primer lugar, se destripa y desescama el pescado, seguidamente se limpia con un cepillo y se aclara con abundante agua para poder rellenarlos de sal. Se mantienen en sal entre ocho y diez horas; según comenta una de las encargadas es para que no le "cague la moscarda", es decir, no le salgan huevos al pescado.

Al día siguiente vuelven a recogerlos para mojarlos y desalarlos. Ya por último se atan en cadena de cinco o diez pescados y finalmente son colgados en cordeles al sol, mientras esperan a ser secados durante varios días. Si hace viento de Poniente, acaban secándose antes, en el período de dos días; en cambio, si es de Levante tardan un poco más, aproximadamente seis días. El proceso de secamiento va dependiendo del viento que azote a la ciudad linense.

Las familias se reparten el trabajo de esta bonita tradición. Los hombres son los que se adentran al mar para pescarlos, y las mujeres se dedican a realizar toda la preparación del pescado para un fin, poder venderlos al público, ya que gracias a la época del volaor son muchas las familias que esperan con anhelo estas fechas para tener un mínimo beneficio durante los meses de verano.

Una vez pasado todo el curso de preparación son los niños y mujeres los que se dedican a vender esta exquisitez por cada esquina del barrio, en puestos ambulantes, a los que los linenses y turistas se acercan para poder disfrutar de un pescado natural y auténtico.

El precio del volaor a principios de temporada es de 3 euros cada uno, y después a medida que avanza la temporada, su importe varía a 1,50 euros y 1 euro.

Clientes de todos los rincones de España, como Barcelona, Madrid o la Costa del Sol, vienen expresamente a La Línea a comprarlos.

Hay diferentes métodos para comer este pescado, el principal y más conocido es ir rompiéndolo en pedazos con las manos. Otra manera de prepararlo, en este caso en los restaurantes de la zona, son fritos o en tomate, y los más valientes se atreven a comerlos recién sacados de la mar. El sabor del volaor seco es muy similar al de la mojama.

Actualmente sólo quedan cinco familias que se dedican a este oficio, la gran mayoría residentes en la calle Canarias del barrio de la Atunara. Son ellos los que permanecen trabajando temporada tras temporada con este bonito oficio de antaño, de los que algunos llevan más de 50 años practicándolo.

Las encargadas de esta bonita tradición señalan, tristemente, que ellas serán la última generación de la que tanto disfruta este barrio de pescadores y el pueblo de La Línea. Según señalan algunas familias, la labor de esta práctica es "de toda la vida, de abuelos a hijos y de hijos a nietos, y actualmente es posible que se pierda".

Pescadores del puerto pesquero de La Línea trasladan la existencia del rumor que circula entre los marineros que señala que a partir del próximo año la pesca del pez volador pueda ser suprimida por parte de la Unión Europea porque en su elaboración no se lleva a cabo el proceso sanitario correspondiente que debiera tener para ser vendido al público.

Los pescadores afirman que por la zona de Málaga, donde también el volaor es tradición, ya han comenzado a tomar medidas al respecto.

Este característico y autóctono oficio podría llegar al fin de su existencia por la zona, aunque los vecinos del barrio esperan que no se tomen medidas fuertemente estrictas como para llegar a eliminarla, ya que son muchas las familias que se dedican a ello. Para ellos quitarles parte de su vida sería un hecho bastante alarmante.

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