Irene Jiménez, una linense con las manos en la masa
La prometedora cocinera, que ha logrado dos importantes premios en 2025, se forma en Sevilla con la ilusión de crear en el futuro su propio negocio
La linense Irene Jiménez Bejarano conquista el ‘oro rojo navarro’ al ganar el Máster Tapas 2025
Hace cuatro días mal contados, Irene Jiménez Bejarano era alumna del colegio Huerta Fava y de los institutos Tolosa y Mediterráneo de La Línea, la ciudad en la que tuvo la suerte de nacer. Por entonces sólo era la chiquilla de Juan Antonio y Raquel, que llevan media vida al frente de Arte Digital, un conocido negocio de la calle Jardines. Ahora, y eso que apenas cuenta 19 años, es una de las cocineras más prometedoras del panorama nacional, que no es poco porque apenas cursa el segundo de los cuatro cursos que componen su formación en la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla, que incluyen un máster en dirección de empresa.
Irene Jiménez comenzó a salir del anonimato el pasado mes de mayo, al ganar con su propuesta Raíces el I Concurso Expoliva Jóvenes Fogones del Sur, el mayor evento internacional dedicado al aceite de oliva virgen extra, que no puede tener otra sede que Jaén.
“Este plato representa una fusión entre tradición y vanguardia, con una cuidada selección de productos locales y una ejecución técnica impecable. Más allá de su valor gastronómico, Raíces es también un discurso culinario: un viaje a los orígenes, una reivindicación del producto andaluz y una apuesta por la cocina con memoria y alma”, escribía entonces la Escuela de Hostelería hispalense para reconocer a su alumna.
En el tramo final de noviembre salió ganadora del Máster Tapas 2025 de Pimiento del Piquillo de Lodosa, en el que tomaron parte desde su fase inicial más de 200 aspirantes a la victoria.
Bombón salado de Pimiento del Piquillo de Lodosa con mousse de bacalao al pilpil y galleta de pimentón fue la tapa ganadora. “La ejecución impecable, la presentación de inspiración vanguardista y la capacidad para elevar al protagonista del certamen fueron claves para otorgarle el primer premio en una final de altísimo nivel”, recalcaba la prensa navarra.
De la pandemia, a los fogones
Lo curioso del caso es que Irene Jiménez no tiene raíces hosteleras, lo que, como ella misma dice, “sorprende a mucha gente”. Fue la maldita pandemia, que para acabó por ser menos amarga que para el resto, la que le abrió la puerta a su pasión por los fogones.
“A mí siempre me ha gustado estar en la cocina, pero para relajarme con mi familia, para compartir un poco pequeños momentos”, recuerda.
“La realidad es que yo decido dedicarme a esto un poco más profesionalmente a partir de la pandemia, cuando en el encierro en casa no permite otra cosa que cocinar para intentar pasar el tiempo”, recuerda, en referencia al confinamiento de 2020 como consecuencia de la crisis sanitaria generada por el Covid-19. “Nos dedicábamos a hacer pues pequeñas cenas tematizadas y fui descubriendo la cocina a nivel internacional, me fui enamorando cada vez más, hasta el punto que se convirtió en mi momento favorito del día”.
“Así fue como descubrí que realmente me gustaba ver cómo los demás disfrutaban de los platos que yo había estado elaborando en la cocina durante tanto tiempo. Me satisfacía mucho y decidí tirar por este camino pero de forma profesional”, abunda.
La cocinera linense tiene claro hacia dónde quiere encaminar su carrera. Su gran referente es el televisivo chef Jordi Cruz (tres estrellas Michelín), con quien se identifica por carácter y trayectoria: “Él también ganó concursos siendo joven. Somos personas meticulosas y serias cuando toca”.
A largo plazo sus planes pasan por trabajar en distintos países y absorber otras culturas culinarias antes de emprender con su propio negocio, para el que todavía no tiene emplazamiento.
Optimista sobre el futuro de La Línea
Esta estrella de la cocina en ciernes siempre lleva a La Línea por bandera y reconoce el potencial gastronómico de su ciudad natal: “Me sorprende que, siendo una ciudad pequeña, tengamos una gran cultura de tapas. Cada vez que vuelvo, me encanta ver tanta vida en las calles. En cuanto a la comida es inevitable que a veces pienses yo pondría o quitaría esto, pero trato de diferenciar el momento profesional del momento de ocio”.
Irene Jiménez es muy optimista con respecto a su pueblo natal: “Me parece una ciudad que está en completo y constante cambio para mejor, que se está siempre tratando de alcanzar mejorías a todos los niveles, en todos los aspectos, en el gastronómico incluido. Tiene un gran futuro, que si seguimos trabajando juntos, como solemos hacer los linenses, llegaremos a cotas excelentes y nos daremos a conocer por aspectos positivos en más zonas de España”.
A aquella niña que correteaba hace nada por las calles linenses casi hay que hablarle ya de usted.
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