150 aniversario de La Línea

La enseñanza en La Línea en el siglo XIX

  • 1870-2020. Miguel del Manzano recorre en una serie de entregas los principales hitos del proceso por el que se creó La Línea

Bancas de una escuela antigua

Bancas de una escuela antigua / E. S.

Cuando La Línea se segrega del Ayuntamiento de San Roque solo había una escuela pública para niños. Para las niñas no había ninguna, porque, según algunos políticos de la época, era un lujo innecesario. Esta fue una de las causas por las que algunos ciudadanos solicitaron la segregación del Ayuntamiento de San Roque.

En esos años de pedanía como barriada de San Roque se llegó al total abandono social, cultural y educativo, por lo que el pueblo pidió la segregación y San Roque, muy a su pesar, no tuvo más remedio que concederla. En el mismo año de su segregación, el Ayuntamiento inauguró una escuela de niñas en la calle San Pedro (actual calle Carboneros). Ante la falta de centros públicos y la demanda de los padres, se abrieron muchas escuelas privadas o particulares y algún centro de enseñanza secundaria.

En la escuela primaria, los únicos medios pedagógicos con los que se encontraban el maestro y los alumnos eran el encerado o pizarra de la escuela, la tiza, el viejo mapa de España colgado en la pared y una enciclopedia para el maestro. Los alumnos usaban la pizarra de mano, el pizarrín para escribir sobre ella y un trozo de trapo amarrado a ella, para limpiarla. También se utilizaba el palillero con su plumín, que mojado en el tintero que existía en la banca del alumno, permitía escribir sobre el papel. Otro de los materiales didácticos de que disponía el alumno era un lápiz y una goma para realizar las cuentas en la libreta correspondiente. El libro de lectura podía ser Corazón, de Edmundo de Amicis. El mobiliario era muy simple: bancas de dos plazas de madera, con las sillas incorporadas y sus tinteros y un sillón para el profesor (en aquel tiempo se le llamaba maestro de escuela).

La escuela de niñas estaba regentada por la profesora doña Isabel de Vera y su auxiliar, la señorita María del Carmen Gómez Marchena. Los niños disponían de dos escuelas públicas: una, llamada San Luis, en la calle San Pedro (Carboneros), regentada por Manuel Arellano, y otra, San Enrique, en la Plaza Christón (Plaza Cruz Herrera), dirigida por Juan Sevillano.

En 1881, el doctor en Medicina y Cirugía José Palacio Miciano proyectó un Centro de Segunda Enseñanza dependiente del Instituto Provincial de Cádiz. En 1884, Antonio Armenta dirige un Centro de Segunda Enseñanza. Los gastos de desplazamiento de una Comisión de Catedráticos de Cádiz para examinar a los alumnos son costeados por el propio Ayuntamiento. Dado el escaso número de plazas disponibles en la enseñanza pública, la enseñanza privada era cada vez más solicitada. Los padres toman conciencia de la necesidad de instruir a sus hijos y van buscando nuevas vía para la enseñanza.

El interés de los padres por la educación supera con creces el demostrado por el Gobierno de la nación. Se abren numerosas escuelas privadas. Los maestros, en su mayoría, no eran poseedores de título y se les denominaban suplentes aptos u homologados. Eran hombres con gran vocación docente, que prestaron un magnífico servicio a la población cuando ésta lo necesitaba.

Las niñas contaban con cinco escuelas privadas: en la calle Sol, la de doña Soledad Carreño; en la calle San Pablo, la de doña Rosario Diáñez Díaz-Bustamante; en la calle la Rosa, la de la señorita Carolina Sterrico Podestá; en la calle Alfonso XII, la de la señorita Natividad Méndez Velurt, y en la calle Real, la de la señorita Carmen Tinoco.

Había seis escuelas privadas de niños: en calle Aurora y San Pablo, la de Salvador Torres; en calle Méndez Núñez, la de José Manzano Álvarez; en calle de la Rosa, la de Francisco Cabello Clavel y Guillermo Sterrico Sierra; en calle Méndez Núñez, la de Antonio Piña, y en la misma calle Méndez Núñez, la de Antonio Valencia, y la de Antonio Losada en la calle Las Flores. Había otra escuela en la Fábrica de Corchos, fundada por los señores Larios para los hijos de sus operarios, y un colegio gratuito para obreros fundado por el Arcipreste de la Villa, Laureano Pandelo Rodríguez.

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