Historia de La Línea

Las calles linenses en el siglo XIX

  • 1870-2020. Miguel del Manzano recorre en una serie de entregas los principales hitos del proceso por el que se creó La Línea

La calle de las Flores, una de las primeras del núcleo urbano linense.

La calle de las Flores, una de las primeras del núcleo urbano linense.

Al ser derogada la prohibición de edificar viviendas de mampostería, por decreto de 14 de julio de 1870, nace un rudimentario casco urbano en La Línea que se desarrolla con gran rapidez. Los edificios de mampostería van sustituyendo paulatinamente a barracas y chabolas, aunque todavía perduran muchas y van aumentando otras, con autorización municipal.

Tras ser creado el municipio, su pequeño casco urbano estaba constituido por un núcleo de las referidas viviendas que comprendían, esencialmente las siguientes calles (entre paréntesis, el nombre actual): calle Barceló (calle Real), de los Trapos (Hércules), Cadalso, Plaza de Christon (Plaza Cruz Herrera), San Pedro (Carboneros), de la Rosa (Doctor Villar), Sol, San Pablo, del Teatro, Plaza de Prim (Plaza de la Constitución), Clavel, del Águila, del Cuartel (Avenida España), Jardines, Amigo (San Luis) y Roteño (San José). La mayor parte de estas calles solo tenía iniciado un tramo por aquel tiempo.

Numerosos huertos rodeaban este núcleo urbano, formando entre sí rudimentarias calles, más bien callejones, delimitados por bardos o vallados de pitas, chumberas, maderas o cañas que constituían sus respectivos accesos siguiendo sus lindes y tomando el nombre de los propietarios de tales huertos o terrenos colindantes.

El trazado de estos callejones no podía por menos de ser caprichoso y consecuencia de la costumbre de usar de un mismo paso. Ello dio lugar a una gran irregularidad en el trazado de las calles que se fueron formando y que desde un principio se quiso corregir, hallándose no pocos obstáculos para la apertura de las calles sin salida, de las que aún hoy tenemos algunos ejemplos.

De los referidos huertos, cabe destacar los de Postigo, Patas Largas, Garesse, del Cabrero, de los Pajareros, Pizano, Russi, Fava, Recaño, Ramírez, Ciriaco, Domenech, de la Genovesa, del Norte y de Levante.

Las barriadas, próximas algunas al núcleo urbano, como la de San Felipe, de los Portugueses y San Pedro de Alcántara, y otras bastantes alejadas del mismo, como La Atunara, completaban el panorama urbanístico.

A estas barriadas se añadieron posteriormente las de San Bernardo, Conchal y Colonia, todas fueron ganando su solución de continuidad por las numerosas viviendas que se iban creando entre estas zonas y el núcleo central de la población, siguiendo el trazado de los referidos callejones.

De las 21 calles rotuladas con que contaba la población en 1877, ascendían a 46 en 1878 y a 57 en 1900.

Toda esta labor urbanística se completó con la construcción de paseos y plazas. Son de destacar los jardines construidos en la calle Vista Hermosa (Avenida de La Banqueta) ocupando terrenos que a dicho fin cedió el Ramo de la Guerra, a cuya jurisdicción pertenecían. Estos jardines no existen en la actualidad.

La construcción de la Iglesia de la Inmaculada dio lugar a la formación de una plaza, que durante muchos años ha sido el centro de la ciudad, y las obras de urbanización llevadas a cabo en la Plaza de Prim (Plaza de la Constitución).

Alcantarillado y agua potable

La escasa altitud de La Línea y la falta de alcantarillado exigieron al nuevo municipio una pronta decisión ante las continuas inundaciones que sufría constantemente la ciudad.

El día 28 de enero de 1881, a causa de las fuertes lluvias, La Línea sufre la mayor inundación de esta época.

Las cosechas de las huertas, especialmente del Zabal, se pierden en su totalidad. No obstante, los distintos proyectos que se presentan para su ejecución no son viables por las mismas razones de siempre: la falta de recursos económicos de las arcas municipales.

El 13 de mayo de 1872, se realiza el primer proyecto de alcantarillado para la calle Antonio Barceló (calle Real), que no se adjudica hasta cincuenta y cuatro años después, el 31 de mayo de 1929.

Aguadores ambulantes, en La Línea. Aguadores ambulantes, en La Línea.

Aguadores ambulantes, en La Línea.

La solución más razonable era la de construir pozos negros, típica de los pueblos costeros. Estas realizaciones corrían a cargo de los propietarios de las viviendas, de los vecinos de las calles o de los ocupantes de los huertos de la ciudad. Era la medida más fácil, pero la menos higiénica, ya que su limpieza presentaba grandes dificultades o se orientaba hacia la playa. En 1880 y 1891 se aprueban las construcciones de madronas, que no se llevan a cabo por la misma razón de siempre: la falta de recursos.

Otro de los graves problemas de la ciudad era la traída de agua potable. En la mayoría de las casas y patios de vecinos se perforaban pozos de agua dulce. Era una tarea fácil, ya que la capa freática estaba muy cerca de la superficie y se obtenía agua con pocos metros de profundidad. Esta agua venía de las venas acuíferas que bajaban de Sierra Carbonera.

Sin embargo, una gran cantidad de personas se abastecían de agua potable a través de los aguadores ambulantes que proliferaban por las calles de la ciudad, que traían el preciado líquido de manantiales de Los Barrios y de San Roque, aunque algunos la sacaban de algunos pozos privados de La Línea.

La traída de agua corriente y potable a las viviendas se consideraba como una necesidad imperiosa. Pero los múltiples proyectos, desde 1892, no vieron la luz hasta varias décadas después.

El 25 de abril de 1893, se presentó un nuevo proyecto para traer el agua potable desde la vecina ciudad de Los Barrios, que tampoco fue realizado.

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