OBSERVATORIO DE LA TROCHA | NUESTRAS NECRÓPOLIS HISTÓRICAS

El cementerio hebreo de La Línea

  • La ciudad cuenta con uno de los once cementerios judíos que existen en España

  • El primer enterramiento se produjo en 1905 y el último, en 2008

Puerta de acceso, con una pequeña estrella de David.

Puerta de acceso, con una pequeña estrella de David. / E.S.

El patrimonio cultural abarca multitud de facetas y una de ellas es el tratamiento que las diversas culturas hemos aplicado a nuestros difuntos. Abrimos hoy un nuevo bloque temático dedicado, con el mayor respeto, a esta faceta cultural que acompaña a la humanidad desde el principio de los tiempos y es común a todas las etnias y religiones.

En el censo nacional de 1877 La Línea ya contaba con una población cifrada en 9.155 habitantes, un número que triplicaba los habitantes que la villa tenía en el momento de su emancipación de la ciudad de San Roque. Entre estos habitantes destacaba la presencia de un pequeño grupo de hebreos -que el censo cifraba en 68 individuos, 33 hombres y 35 mujeres- avecindados en La Línea. La mayoría de ellos provenía del norte de África, y en particular de la ciudad de Tánger, aunque también se detectan individuos provenientes de la plaza de Gibraltar. Los hebreos norteafricanos generalmente se dedicaban a la recova -como Mordejai Albo y Abraham Cohen Jamila- o bien eran jornaleros -como Alejo Benjallón o Jacob Benasayag- mientras que los hebreos gibraltareños solían tener una situación económica más desahogada y poseían una segunda residencia en La Línea para huir de las estrecheces de Gibraltar: así durante esta década de 1870 encontramos que Salomón David Garsón y don Samuel Levy poseían casa en la calle Barceló, Judá Levy y Saúl Benrós de Pariente en la calle del Clavel, Salomón Conquy en el llamado Huerto de la Canaria y Salomón Sananes en la calle del Teatro.

Pero la existencia de una comunidad hebrea estable conllevaba una serie de exigencias que debían cumplirse para una correcta y ortodoxa vida judaica. Y entre estas exigencias se encontraba la necesidad de disponer de un lugar determinado en el cual los cuerpos de los hebreos difuntos pudiesen descansar de acuerdo a las normas de su credo. Hasta entonces, los hebreos que vivían en la Línea tenían que llevar a sus difuntos a la inmediata plaza de Gibraltar donde eran enterrados siguiendo los ritos propios de su religión: así el primer hebreo del que tenemos constancia de su defunción en la Línea es Salomón Levy que falleció en 1876 y que fue enterrado en el cementerio hebreo de Gibraltar pero la autorización para el paso de cadáveres por la frontera hacia la colonia británica era complicado y podía dilatarse en el tiempo, perturbando las costumbres funerarias hebreas.

Por ello, en septiembre de 1879 un miembro de la colonia hebrea avecindado en la villa llamado  Judá Molina dirigió una petición a la corporación en la que solicitaba que, en atención al número creciente de hebreos que vivían en ella, se les concediera “un pedazo de terreno donde pudieran construir un cementerio para enterrar a los que de su religión mueran en esta localidad”. Tras estudiar detenidamente la petición del hebreo, la Comisión de ornato de la corporación linense emitió un informe favorable al expediente instruido a instancias de Judá Medina y el Ayuntamiento acordó que cuando se señalase un nuevo lugar para la construcción del cementerio se tendría en cuenta la petición de los hebreos tal y como se había tenido en cuenta también la petición similar que los protestantes linenses habían hecho en septiembre de 1875.

Pero debido al constante aumento que experimentó la población de la villa a finales del siglo XIX, cuando pasó de los ya mencionados 9.155 habitantes censados en 1877 a los 31.862 que arrojó el censo nacional de 1900, volvió a comprobarse que el cementerio entonces en uso -que había sido construido en el año 1869 y estaba situado en lo que hoy es el final de la calle Jardines- había quedado ya sobrepasado e iba a ser inútil para absorber la creciente expansión de la población. Por esta razón, el Ayuntamiento se vio obligado a buscar otro emplazamiento para ubicar un cementerio que diera respuesta a este problema recurrente y mientras tanto la petición de los hebreos quedó sin satisfacer. Sin embargo, el Ayuntamiento no olvidaba a los habitantes de la villa que no eran católicos y cuando en 1895 propusieron la compra de un terreno para un nuevo cementerio, especificaron que debía haber "al costado izquierdo otro pedazo unido al anterior de 10 metros de frente por 60 metros de fondo para enterramiento de aquellos que fallezcan fueran de la religión católica".

Primer período de inhumaciones

No fue hasta el año de 1902 cuando por fin se dio inicio a la tan necesaria construcción de un nuevo cementerio en la villa y en él, la corporación del municipio, tal y como había acordado desde la primera y ya lejana petición de los hebreos linenses en 1879, dispuso una zona situada al norte de la nueva edificación, aislada del resto de tumbas, donde se erigió la necrópolis judía.

A partir de entonces el cementerio hebreo pudo empezar a desempeñar su función, siendo el primer enterramiento realizado en el año 1905. A esta primera inhumación siguieron otras dieciocho (incluidas en ellas los enterramientos de tres niños de muy corta edad que yacen en dos pequeñas tumbas) que se produjeron durante el primer tercio del siglo XIX. La mayoría de las tumbas son antropomórficas y presentan habitualmente la inscripción tanto en hebreo como en español. Un enterramiento realizado en el año 1929 es el último que cierra este primer período.

Vista general. Es evidente su pequeño tamaño. Vista general. Es evidente su pequeño tamaño.

Vista general. Es evidente su pequeño tamaño. / E.S.

El corto número de inhumaciones puede deberse a que la colonia hebrea de la Línea fue menguando poco a poco debido a la constante emigración de sus miembros a distintas partes del mundo, pero también a un cambio sutil en la legislación española. En febrero de 1913, el representante del Reino Unido en Madrid presentó un petición para que el gobierno español permitiese por la frontera el paso de los cadáveres sin embalsamar de los fallecidos en las localidades cercanas como La Línea y Campamento y este, oídos el gobernador militar del Campo de Gibraltar y el cónsul español en la colonia, permitió el paso de los cadáveres en las primeras veinticuatro horas siempre y cuando no hubiera ninguna enfermedad contagiosa y se solicitase permiso a la comandancia del Campo de Gibraltar.

Puede que por estas circunstancias se le prestara poca atención por parte del Ayuntamiento linense. Así en 1920, la comunidad judía de Tánger, a través de su Junta Representativa, recibió una petición de fondos para proporcionar las reparaciones requeridas por el lamentable estado en el que ya se encontraba el cementerio judío de La Línea. Y Enrique Sánchez-Cabeza Earle recuerda que, cuando lo visitó en la década de los años veinte del siglo pasado, ya apenas era utilizado y el descuido en que se le tenía era evidente como tuvo oportunidad de apreciarlo en las dos ocasiones en que lo visitó con motivo del sepelio de Rica Bendalac y su hijo José Salama Bendalac, miembros de una extensa familia hebrea que terminó por emigrar a la Argentina.

Intermedio

La llegada de la Segunda República conllevó ciertos cambios en el ámbito legal de los cementerios: de acuerdo con el espíritu de la nueva constitución, la ley de 30 de enero de 1932 convertía en civiles y municipales todos los cementerios del país y ordenaba derribar las tapias que hasta aquel momento habían separado los cementerios civiles de los católicos. Por ello el Ayuntamiento de la Línea, de acuerdo con la nueva ley, derribó la tapia que separaba el cementerio civil del católico haciéndolo todo uno. Esta situación perduró hasta diciembre de 1938 cuando esta ley fue derogada en plena Guerra Civil: además de ello, la nueva ley establecía que se devolviese a la Iglesia la titularidad de los cementerios que le había sustraído la República; y no solo eso, sino que establecía en su artículo segundo que las autoridades municipales restablecerían en dos meses "las antiguas tapias que siempre separaron los Cementerios civiles de los católicos".

Segundo período de inhumaciones

Lápida correspondiente al primer enterramiento, de 1905. Lápida correspondiente al primer enterramiento, de 1905.

Lápida correspondiente al primer enterramiento, de 1905.

Desde aquel momento la situación de la necrópolis hebrea permaneció inalterada hasta que, en marzo del año 1958, don José David Bentata, presidente del Comité del Cementerio Hebreo de Gibraltar, presentó una petición al Ayuntamiento de La Línea solicitando que fuera concedida la propiedad de la parcela que ocupaba el viejo cementerio hebreo en el patio civil del cementerio municipal a dicho Comité gibraltareño. Tras estudiar la petición, el Negociado de Cementerios informó a la corporación municipal que solo podía reconocerse la propiedad a favor del Comité de una parcela de terreno de 45m2 en el lugar solicitado por los hebreos de Gibraltar. Así pues, tras el informe del Negociado, el Comité solicitó que le concedieran dichos 45m2 y que además se les permitiera adquirir otros 39m2 adicionales alrededor de la parcela ocupada por el viejo cementerio hebreo con vistas a su ampliación, a lo que el negociado dio su visto bueno siempre y cuando el terreno resultante de la suma de ambos terrenos se vallara convenientemente y se separara del resto del cementerio católico.

Por tanto, el Ayuntamiento de La Línea, con todos los informes favorables, reconoció a la Comunidad Hebrea de Gibraltar la posesión de la parcela del cementerio, autorizó la compra de los 39m2 adicionales, formando un rectángulo de 7 metros por 12 metros de lado y, por último, concedió el permiso necesario al hebreo José David Bentata para elevar una muralla de cerco celada con una puerta.

Desde que el cementerio pasó a poder de la Comunidad Hebrea de Gibraltar en 1958 solo se han realizado ocho inhumaciones en el cementerio linense. La primera de ellas tuvo lugar en 1958, año del traspaso de la propiedad, y las dos últimas en los años 2007 y 2008, señal de que la colonia hebrea no se había recuperado después de la Guerra Civil.

Epílogo

Desde ese año de 2008 no ha habido ninguna actividad en él, aunque todavía sigue figurando como uno de los once cementerios judíos en activo que existen en la actualidad en España. La vieja necrópolis hebrea permanece en un rincón del cementerio y los cuerpos de nuestros vecinos hebreos yacen allí en paz, casi olvidados del mundo exterior, esperando que algún día se cumplan en ellos los versículos del profeta Isaías grabados en una de sus gastadas lápidas:

"Y el Eterno velará // por ti siempre en las // sequías satisfacerá tu // alma fortaleciendo // tus huesos y serás // como huerta de riego // y como manadero de // aguas cuyas aguas // nunca faltan".

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