Enciclopedia de La Línea | Personajes ilustres, famosos y populares (CXXXIII)

Julio Serrano Gómez

  • El autor recuerda la trayectoria del pintor linense

El pintor linense Julio Serrano Gómez.

El pintor linense Julio Serrano Gómez.

La Enciclopedia de La Línea recoge en el tomo III las biografías de 329 personajes linenses o muy vinculados a la ciudad. Están representados casi todos los estamentos y profesionales. Contiene historias de literatos, pintores, docentes, sacerdotes, médicos, cantaores, cantantes, bailaores, compositores, músicos y toreros, además de psicológicos, locutores, deportistas y actores.

Julio Serrano Gómez (Pintor)

Julio Serrano Gómez nació el 14 de abril de 1929 en la calle Isabel la Católica 17 de La Línea. Desde niño demuestra una enorme facilidad para el dibujo y una irrenunciable vocación pictórica.

Su familia le pone bajo la tutela del profesor de la Escuela de Artes y Oficios Luis Díaz del Río, quien imparte sus enseñanzas hasta donde le es posible comprobando las extraordinarias facultades de su aventajado alumno. En un momento determinado, aconseja a sus padres que estudie en la capital de España a pesar de que todavía son años muy duros de penuria y hambre por la larga sombra de la posguerra.

En 1943, con catorce años y ya en Madrid, prosigue ilusionado su preparación artística en el estudio del pintor Julio Moisés al mismo tiempo que simultanea las asignaturas de Bachillerato. La elección del preceptor no puede ser más acertada, pues en aquella época Julio Moisés era un maestro de renovado prestigio que había alcanzado medallas, honores y recompensas en certámenes nacionales e internacionales. Por su Academia Libre de Madrid, fundada en 1923, habían pasado valores destacados como Rafael Penagos, Salvador Dalí, Eduardo Vicente o Juan Cristóbal.

El joven linense aprovecha al máximo los consejos de su instructor, convirtiéndose en uno de sus alumnos predilectos. Incluso el maestro le hace un pequeño y logrado retrato que titula Aprendiz de pintor, que le regala como recuerdo y que aún conservan sus hermanos.

En octubre de 1945 se matricula en la Escuela Central de Bellas Artes de Madrid. Al año siguiente, Julio Moisés, al ser jubilado, Manuel Benedicto, es nombrado director de la prestigiosa Escuela de la calle de Alca donde Julio Serrano aprende con ahínco y asimila con prontitud las enseñanzas de sus profesores. Como estudiante bien aplicado, dibuja incansablemente, mancha lienzos y va adquiriendo una práctica palpable en el manejo de los pinceles. Hay, sin embargo, una preferencia indiscutible en el empleo de la espátula, de la cual saldrían años después sus mejores obras. Complementa su formación artística visitando museos y cuentas exposiciones, individuales o colectivas, se presentan en las salas madrileñas de aquellos años.

Delicado de salud, se ve obligado a dejar los estudios y a regresar con los suyos. Julio Serrano, quizás aconsejado por su amigo el doctor Posada, busca aires más puros y la necesaria tranquilidad, así que instala su estudio en el número 56 de la calle Larga de San Roque.

Allí inicia una lenta mejoría que le permite tomar el pincel o la espátula, quizás como el mejor remedio para su recuperación. “Entrar en aquel estudio era arribar a un remanso de paz para el alma. Era entrar en ese mundo elemental sencillo donde todos nos volvemos buenos”, recordaba el doctor José Luis Posada.

En torno al estudio sanroqueño se forma una tertulia de intelectuales compuesta por el maestro y poeta ceutí José María Arévalo, el pintor Castilla Zurita, los hermanos González Deleito o el periodista Gabriel Baldrich. Este último, rememorando aquellos lejanos años, escribía que Julio Serrano recuperó en San Roque “gran parte de la salud que había perdido en Madrid” y “pintó cuadros y más cuadros que, por lo general, regalaba después a sus íntimos amigos”. Son años de completa entrega a su labor apasionada. Aún sin haber expuesto, su fama empieza a cimentarse.

'Botellas', de Julio Serrano. 'Botellas', de Julio Serrano.

'Botellas', de Julio Serrano.

Inicia una serie de retratos de familias conocidas de San Roque, Algeciras y La Línea. José María Arévalo señalaba que, en los retratos, “predomina el claroscuro. Hechos sin ayuda apenas del pincel. Porque Julio, más que pintar, modela con espátula y se vale de ella como de un bisturí prodigioso, para realizar en sus retratos una agudísima disección anímica del personaje, profundizando tal vez, hasta los recovecos misteriosos del subconsciente. Son retratos vivos con mucho sabor a Cézanne. Aparte del cultivo del retrato, pinta bellos paisajes del contorno, bodegones, flores y dentro de la figura existen para el artista dos preferencias acusadas: sus viejas enlutadas de manos sarmentosas y de mirada lejana, y, sobre todo, los niños. Niños sentados y pensativos. Niños de ojos grandes y asombrados, envueltos en un proceso de ejecución, sobrios de colorido, donde se dan la mano lo clásico y lo moderno”.

Serrano pinta incesantemente y con el deseo de atender la obligación moral que tenía con sus amigos, los doctores Posada, Burgos y Alcina en Algeciras, y desde La Línea, animado por otro grupo de amigos y admiradores de su obra, expone por fin el 23 de diciembre de 1956 en la Casa de la Cultura de Algeciras. Su primera exposición con 26 óleos, tenía títulos tan significativos como Campo de San Roque, Guadacorte, El Chinarral, Árboles rojos, Árbol quemado, Espolón del Almendral, Calle San Felipeo Niño sentado. Las buenas ventas, la atención crítica de la prensa y el fervor de los amigos, sirven de acicate para que el artista linense siguiese, con renovado entusiasmo, su tarea pictórica.

En Ceuta, su obra también cosecha éxitos, lo que le permite trasladarse a París en junio de 1957 junto al poeta José María Arévalo. En 1961 obtiene una Mención Honorífica en un certamen organizado por la Prefectura del Sena. Al año siguiente logra el Primer Premio en el Salón Internacional de Arte Librc de París, en justa competencia con más de trescientos artistas, algunos de ellos consagrados por la crítica y el público. En diciembre de 1964 contrae matrimonio con la estudiante Danielle Rimet, después profesora de idiomas y licenciada en Letras.

El 27 de septiembre de 1968, cuando acababa de cumplir 39 años y se encontraba en plena sazón creativa, fallece inesperadamente en la capital francesa.

Esta entrada es un extracto del artículo publicado en la Revista Almoraima14 de fecha 01/10/1995, escrito por José Riquelme Sánchez.

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