Enciclopedia de La Línea

Antiguos bares y cafés (II)

  • TOMO VIIIEl octavo volumen de la Enciclopedia de La Línea está dedicado al turismo y la gastronomía. Uno de sus capítulos recoge los bares, cafeterías y casas de comida de antaño

LA calle Real era una de las zonas preferidas para instalar cafés, bares y cafeterías. A lo largo de los años, se montaron muchos de estos establecimientos y vamos a recordar algunos de ellos. Uno de los más populares, sin lugar a dudas, era el Café Anglo Hispano, situado en calle Real, esquina con calle San Pablo, en los bajos del Hotel Iberia. Recuerdo que siendo yo niño llegó a mis manos una Geografía, no recuerdo de qué autor, que empezaba las descripciones de las capitales de provincia con unos versos.

De Málaga decía: “Málaga, ciudad bravía entre antiguas y modernas, tiene doscientas tabernas y una sola librería”. Una época hubo en La Línea en la que se le podía aplicar este cuarteto, nuestra ciudad, por su peculiar origen tuvo un crecido número de tabernas y cafés y algunos a todas las horas del día y de la noche estaban llenos de gentes. En ellos, la jarana, el baile, el cante y el juego alternaban con las reuniones políticas o gremiales sin estorbar jamás a las tertulias cotidianas. El Café Sevilla, el Madrid, La Austriaca, el A.B.C., el España, La Marina, El Perro Chico, El Dique, el Anglo Hispano... eran de los más bullangueros.Apenas quedan algunos de estos establecimientos y los que todavía existen arrastran una existencia tranquila que en nada recuerda a la agitada de tiempos pasados. De todos ellos, el Café Anglo Hispano luchó hasta hace algunos años por no sucumbir ante el empuje de las costumbres modernas y llegó a ser casi como una institución popular. Aquellos cafés tenían un estilo peculiar, de casino donde tenían lugar las reuniones políticas, literarias y simples tertulias de amigos.

Según el autor de El Cádiz de las Cortes este tipo de establecimiento nació en Cádiz durante el sitio de las tropas napoleónicas y se extendió rápidamente por toda la península. Cada pueblo tuvo sus cafés, donde se reunían los elementos activos de la política, discutían el orden establecido y resolvían todos los problemas sociales, no solo de España, sino del mundo entero. A veces estas discusiones adquirían matiz mitinesco y se vapuleaba a los gobernantes y se censuraba cualquier forma de gobierno. Al final, todo se quedaba en aguas de borraja por la inoperancia de los exaltados oradores.

En períodos electorales se multiplicaban las reuniones, aparecían caras nuevas, se derramaba con insuperable optimismo argumentos y razones irrebatibles que habrían de dar la victoria sobre el partido contrincante. Mucho antes de que las urnas hablasen con el recuento de los votos, la picaresca política había planeado el resultado que celebraba derrochando vino y promesas entre los más oportunistas y audaces.Pasadas las elecciones, los cafés volvían al periodo de tranquilidad, convirtiéndose en el palanque de la farándula, se organizaban funciones cómicas, actuaciones de murguistas, que alternaban con prestidigitadores, conferenciantes y concertistas. Todos eran bien recibidos y mejor aplaudidos; el mosaico artístico encajaba perfectamente entre los veladores y espejos del establecimiento, hasta que se echaba encima otra vez el periplo electoral con sus agitaciones mitinescas y reuniones propagandísticas. Y otra vez volver a tomar aire de casino popular, las tertulias a barajar temas sin fin o a charlar sobre cosas sin importancia mientras las horas se desgranan lentamente.

Con las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Carnaval, se organizaban bailes que duraban desde el anochecer hasta la mañana del día siguiente. La gente se divertía derrochando alegría y dinero, olvidando preocupaciones en la loca inconciencia del momento. Los asiduos al café se decían entonces: “Qué importancia tiene ser monárquico o republicano cuando se baila ciñendo a una buena moza. ¡Que se vayan a la porra todos los partidos políticos con sus panaceas, los agitadores con sus cuentos utópicos, los caciques con sus marrullerías! ¡Ha llegado el momento de ser feliz y... viva la Pepa!”.

Así fueron aquellos tiempos y aquellos establecimientos. El Anglo Hispano quizá el de más solera, sufrió reveses, cambios de dueños, incluso durante algunos años se llamó Café Comercial, tomando más tarde su antiguo nombre. Y como hay de todo en la viña del Señor, conoció la euforia del triunfo y la mordedura del fracaso, huelgas y boicots. Siendo George Sava –gibraltareño– propietario del Anglo Hispano se enfrentó con los camareros del establecimiento, negándoles las mejoras salariales que pretendían. En consecuencia, la sociedad gremial le impuso el boicot.

Lo mismo la huelga que el boicot son armas de doble filo, terribles cuando se usan bien, pero si se emplean mal destruyen a los que las esgrimen sin dañar a los demás. La terquedad del señor Sava prolongó demasiado el boicot y este fue perdiendo eficacia. Pasado cierto tiempo nadie se acordaba de la prohibición. El olvido y la indiferencia dieron el triunfo al propietario. La gente acudía al establecimiento lo mismo que antes, siempre. Había en el sindicato dos vejetes que no se resignaban al fracaso, ellos se consideraban particularmente agraviados a pesar de que no pertenecían al gremio de camareros ni tenían nada que ver con el asunto. Sin embargo, lo tomaron tan a pecho que sin consultar con nadie se propusieron castigar al patrón que se había burlado del sindicato. Enfrascados en la tarea de hallar la forma de humillarlo, barajaron muchas soluciones que no llegaron a cuajar, hasta que por fin encontraron la forma ideal. Contentos como niños en mañana de Reyes planearon echar petróleo en el pozo que surtía de agua al establecimiento. Provisto cada cual con una botella llena de petróleo hasta el gollete entraron sigilosamente y con mucho miedo por el corredor del Hotel Iberia. Llegaron al patinillo, se acercaron al pozo y ¡zas!, las dos botellas cayeron en el agua a menos velocidad que la que desarrollaron nuestros héroes en la huida. Una vez en el sindicato, aquellos justicieros se dieron cuenta de que no le habían quitado los tapones a las botellas. La operación había resultado un fracaso. Y allí fue Troya, se increparon mutuamente, lanzándose la pelota de la culpa. Al fin reconocieron que no quedaba otra alternativa que repetir la hazaña. Ahora tomaron a tiempo las precauciones, quitando los tapones antes de pisar la calle San Pablo.

A paso de lobo llegaron hasta el pozo con más miedo que la vez anterior. Dejaron caer las botellas... pero no pudieron escapar. En una fracción de segundo recibieron una lluvia de guantazos de esos que hacen época y a empujones lo metieron en la cocina del café donde siguieron recibiendo algo más que piropos. El señor Sava había descubierto el sabotaje y lo estaba comentando cuando los autores se les vinieron a las manos. El jaleo que se armó salpimentado de insultos, chistes y tortazos llevó sus resonancias al pie de las autoridades, las cuales obligaron al sindicato a limpiar el pozo por su cuenta. Lo más lamentable es que se olvidaron de condecorar a los dos vejetes; y... colorín, colorado. Hoy no existe el café Anglo Hispano, en su lugar se alza un moderno edificio de seis plantas propiedad de la Caja de Ahorros de Jerez (hoy La Caixa), donde estaba ubicada la emisora Radio Peninsular del Campo de Gibraltar. La dirección de la Caja de Ahorros, cual si se empeñase en proseguir la labor cultural y artística del café Anglo Hispano, ha dedicado los salones de la primera planta a lugar donde se celebran y organizan exposiciones, conferencias, asambleas, etc.

La Línea ha ganado en el aspecto urbano, se ha modernizado poniéndose a la altura de su destino, pero también ha matado el ayer de los recuerdos nostálgicos; los que sucumbimos bajo el peso de los años, no nos resignamos a perder lo que era nuestro, nuestro mundo, y cuando pasamos por delante del edificio de la Caja de Ahorros de Jerez seguimos viendo con la imaginación el viejo café donde dejamos engarzado trozos de nuestra vida.

Como hemos relatado, el café estuvo muchos años en propiedad del gibraltareño don George Sava y en los últimos tiempos, de don Diego Ruiz Holgado. Muy concurrido siempre, era centro de reunión de muchas tertulias de todas clases. Disponía de un pequeño saloncito, dedicado especialmente a la práctica del dominó. Tenía un gran salón con las paredes de mosaicos hasta la mitad y en la parte superior, colgaban grandes espejos. En algunas épocas, ofrecía espectáculos musicales, con la presentación de modestos conjuntos, y en las vísperas de los carnavales, en Navidad, Nochevieja, sábados y domingos, por la noche hacía bailes públicos. El edificio fue demolido en 1967.

A continuación, vamos a ir relatando algunos de los numerosos bares que poblaron nuestra calle principal. Nos adentramos por dicha vía linense, procedente de la Explanada y junto al Café España, ya detallado anteriormente, estaba el Bar El Buzo, muy frecuentado por ingleses y gibraltareños, que poseía en la barra del bar unos magníficos azulejos. Fue derruido el mismo día del citado Bar España.

Frente al Café España, en la esquina con calle Clavel, se hallaba el Café Económico. En la misma acera y justo a la salida de la calle Ramón y Cajal, se encontraba la Unión Deportiva Linense, con su magnífica barra y sus suculentas tapas. Justo al lado, estuvo el Bar Gran Britz, luego denominado Bar Ecuador. Frente a él, teníamos el Bar A.B.C., propiedad de don Diego Mangas, y el Bar Cinzano, de don José Molina, que más tarde sería Bar Jerez. En la esquina con calle San Pablo, se instaló la Cafetería Jockey, que tuvo que cambiar de nombre por Okay, por una denuncia de una cafetería de Madrid con el mismo nombre, en el local que antes ocupaba la Confitería La Japonesa. En la otra acera, se hallaba el ya relatado Café Anglo Hispano.Unos pasos más hacía la Plaza de la Iglesia se encontraba la gran Cervecería La Austriaca, que fue un establecimiento de cierto abolengo. Su anual presencia, con la instalación de más categoría entre las de su género, en el Paseo de la Velada, durante la celebración de nuestra incomparable Velada y Fiestas, contribuyó mucho a su popularidad.

Por razones económicas, aquella Austriaca de la calle Real se convirtió en el apogeo de la rivalidad taurina entre los partidarios de Gallito y Belmonte, en el Club Belmonte, de corta existencia. El local pasó a manos de don José Calvente Cabello, quien lo transformó en el Café de España, para luego pasarse a llamar Café Modelo.

Antes de llegar a la Austríaca y en la acera opuesta se encontraba y aún se halla el Círculo Mercantil, con su bar y sus exquisitas tapas. Pasando la calle Doctor Villar y flanqueado por la tienda de don Cristóbal Torres y la residencia de don Bartolomé Lima Ortiz, había un café, denominado El Perro Chico, cuyo nombre tuvo un origen sentimental.

El popular actor y director teatral don Antonio Martelo, padre de artistas del mismo apellido, hizo durante muchos años grandes temporadas teatrales en nuestra ciudad, al frente de su compañía popularísima por sus destacadas interpretaciones del género chico. Cuando decidió retirarse de los escenarios, despidiéndose definitivamente como actor en el Teatro Cómico, se avecindó en nuestro pueblo, estableciéndose con este café, al que dio el nombre de El Perro Chico, pieza escogida por él para la noche de su despedida. Durante aquellos años, este café se convirtió en lugar de reunión de muchos linenses que compartieron con el señor Martelo sus nostalgias de los escenarios y supieron dar a sus reuniones, con su optimista concepto de la vida, la alegría de disfrutarla plenamente.

Este café fue adquirido por los hermanos Fuster y rebautizado como La Conchita y más tarde se llamaría Bar Vicentino, donde luego se instalaría el Piano Bar Marrakech. Justo en frente del Vicentino, encontrábamos el Bar La Perlita. Al final de la calle y en la misma acera se hallaba la Cafetería Jamaica y en el lado opuesto, y haciendo esquina con Plaza de la Iglesia estaba el Bar Restaurante Lion D’Or. Otros bares de esta calle eran el Bar Restaurante Maravillas, de Navarro Ortiz, en el número 49 y el Bar Regio, en el número 25 y la Cafetería Igloo, al final de la acera derecha.

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