50 años del bloqueo a Gibraltar

Seis historias de la Verja

  • Cuatro linenses y dos gibraltareños repasan los efectos para la sociedad y economía de dos comunidades tras el cierre de la frontera de 1969

Los participantes en el coloquio sobre los 50 años del cierre de la Verja, en La Línea.

Los participantes en el coloquio sobre los 50 años del cierre de la Verja, en La Línea. / Rafael Cerpa

El 9 de junio de 1969 continúa siendo una fecha marcada en el ideario colectivo de los habitantes de La Línea y de Gibraltar como una jornada aciaga en la que, además de la Verja, se cerraron las puertas a la comunicación entre familias, prósperos negocios y oportunidades de desarrollo para las dos comunidades que habían permanecido hasta ese momento hermanadas. Aquel lunes quedó interrumpido el puesto aduanero, tal y como anunciaba en su portada Diario de Cádiz, tras la decisión del dictador Francisco Franco como respuesta a la aprobación de la Constitución de Gibraltar.

En cuestión de horas, los 4.808 españoles que todavía tenían pase en vigor para trabajar en Gibraltar se vieron en el paro aunque la comunidad transfronteriza llegó a alcanzar en momentos cumbre las 20.000 personas. Y La Línea llegó a perder 36.000 habitantes en los años siguientes, prácticamente la mitad de su población, en un golpe a la línea de flotación de su economía del que aún no se ha recuperado.

Portada del 'Diario de Cádiz' del 8 de junio de 1969. Portada del 'Diario de Cádiz' del 8 de junio de 1969.

Portada del 'Diario de Cádiz' del 8 de junio de 1969. / Diario de Cádiz

Cuatro linenses y dos gibraltareños prestaron ayer sus testimonios sobre lo que supuso en lo humano y lo económico el cierre de la Verja, hace ahora casi medio siglo. Una decisión política cuyos efectos, pese a la lejanía en el tiempo, todavía perduran, según coincidieron los participantes en el coloquio organizado por el Ayuntamiento de La Línea en el marco de los actos conmemorativos de este episodio.

Juan Domingo Macías, historiador y antiguo profesor del colegio Andalucía; Tito Vallejo, historiador gibraltareño; Lorenzo Pérez-Periáñez, comerciante y vicepresidente del actual grupo transfronterizo; Juan Carmona, alcalde socialista que vivió la apertura de la Verja en 1982; el sindicalista gibraltareño Michael Netto y Juan Antonio Valle Momo, actual trabajador español en Gibraltar, relataron sus impresiones con la incertidumbre ante el Brexit como un nuevo reto para ambas poblaciones.

“Por muy duro que pueda ser el Brexit, jamás será como el cierre de la Verja. Aún en el escenario más duro, el cierre es algo impensable”, aseguró Juan Carmona como regidor que bastante antes de 1982 ya buscaba fórmulas para dar cierta permeabilidad al paso por la Verja. “Vulneramos bastantes veces el bloqueo. Yo mismo forzaba mucho al gobernador civil pidiendo el paso de ambulancias, coches fúnebres o de bomberos. Podría decirse que incluso a veces le provocaba”, comentó Carmona. El ex regidor linense apuntó que tras el cierre, muchos linenses optaron por emigrar a Reino Unido. “En 1980 fui invitado a la Feria de La Línea en Londres a coronar a su reina, organizada por la Casa de La Línea, que entonces tenía 7.000 socios”, recordó Carmona.

Frente a esa celebración en la distancia, dentro de Gibraltar los yanitos se entretenían dando vueltas con el coche a los escasos seis kilómetros cuadrados. “Nos decían los del Scalextric”, bromeó Tito Vallejo, quien atesora decenas de anécdotas de aquellos años. “Cuando se cerró la Verja, el movimiento de amas de casa de Gibraltar se organizó para ocupar los puestos de trabajo de los españoles. Había que cocinar en los hospitales y los militares se pusieron a hacer pan para que el Peñón funcionase”, comentó Vallejo.

“El cierre de la Verja, no obstante, no fue flor de un día. Se fue amasando poco a poco con restricciones cada vez mayores al paso. Gente humilde que cargaba cada mañana carros tirados por mulos llenos de fruta y verdura para vender en Gibraltar se vieron sin nada”, detalló Juan Domingo Macías, el mayor de los invitados al coloquio, quien apuntó que el trasiego de productos no habituales en España también se cortó de golpe.

El bloqueo sí tuvo un efecto inmediato en el comercio, según relató Lorenzo Pérez-Periáñez, como representante de una saga familiar con negocios a ambos lados de la Verja. “La clientela de algunos negocios linenses bajó un 80%. De trabajadores que se vieron sin empleo y de quienes se quedaron en Gibraltar”, dijo.

En el Peñón, el cierre acabó teniendo un efecto beneficioso para los trabajadores gibraltareños. Según explicó Vallejo, hasta 1969 había tres escalas salariales en Gibraltar: la de los ingleses, los mejor remunerados; la de los yanitos, en un punto intermedio, y la de los españoles, en el escalafón más bajo. “Desde dentro, y aún con democracia, hubo que pelear bastante para lograr la equiparación”, sostuvo Vallejo, refrendado por Michael Netto, del sindicato Unite. “El cierre tuvo efectos muy desiguales, pero para el gibraltareño tuvo algunos matices positivos”, agregó Netto.

Momo Valle, como representante de quienes actualmente se ganan la vida en Gibraltar, resaltó que el cierre –él tenía siete años cuando se produjo– llegó acompañado por promesas de inversiones para paliar el efecto en la economía linense. “El puerto de Algeciras se amplió, Los Barrios logró Acerinox y Cepsa se instaló en San Roque. Las grandes promesas de inversión acabaron pasando inadvertidas para La Línea. Se construyó un estadio de fútbol y muchas viviendas sociales, pero Gibraltar no cayó como fruta madura”, apuntó Valle.

La concejal linense de Cultura, Encarnación Sánchez, moderó el coloquio en una iniciativa que, detalló, busca profundizar en los efectos del cierre “para que no vuelva a repetirse”.

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