El ocaso del ministro que fue abucheado en el Peñón

Jack Straw, implicado en un escándalo de venta de influencias, visitó Gibraltar en 2002 en medio de gritos e insultos por su defensa de la co-soberanía de la Roca

El canciller fuertemente escoltado no rehuyó el contacto con los manifestantes a pesar de los insultos.
El canciller fuertemente escoltado no rehuyó el contacto con los manifestantes a pesar de los insultos.
Óscar Lezameta Algeciras

01 de marzo 2015 - 01:00

La palabra co-soberanía le costó poner a prueba su flema hace 13 años en una visita al Peñón que, sin duda, tardará en olvidar. Hace unos días, recibió el golpe de gracia a su carrera política cuando unos periodistas del diario inglés The Telegraph, le arrancaron confesiones más o menos comprometedoras acerca de utilizar su influencia como miembro del Parlamento británico a cambio de cantidades económicas, para favorecer los intereses de una empresa china por cuyos representantes se hacían pasar los periodistas. De hecho, Jack Straw se jactó de haber utilizado esas influencia para conseguir un cambio de un Reglamento de la Unión europea en favor de una firma que le pagaba 100.000 dólares al año, que en otra ocasión usó su "encanto y amenaza" para convencer al primer ministro de Ucrania a cambiar leyes y que su salario eran de 7.500 dólares al día. Su compañero Rifkind anunció que dejaba el Partido Conservador británico. Straw dice que aguantará hasta el mes de mayo, cuando anunció que no optaría a la reelección. De aquí hasta esa fecha, su posición no va a ser fácil.

Tampoco lo fue el 3 de mayo de 2002. En aquella ocasión, el ministro de Exteriores del laborista Tony Blair, realizó su primera visita a Gibraltar. Las semanas anteriores se había alineado con la postura de su gobierno en defensa de los Acuerdos de Bruselas. Conversaciones previas con su homólogo español, por entonces Josep Piqué, canciller de José María Aznar, habían allanado el camino para lograr un nuevo marco de conversaciones sobre algo que hasta ese momento había resultado casi imposible; la propia soberanía de la colonia.

La palabra clave era co-soberanía, un concepto en el que ambos países adoptarían de manera conjunta y consultada, resoluciones que afectarían al futuro de la Roca. No contaban con algo que después se volvió contra ellos: la opinión de una sociedad, al gibraltareña fuertemente radicalizada y que expresó su opinión en las calles a la visita de un Jack Straw que, sin duda, no esperaba lo que se iba a encontrar.

El ambiente fue gélido. El ministro principal Peter Caruana, rompió con la costumbre de ir a esperar a los dignatarios británicos en el aeropuerto de la Roca y obligó al ministro de Exteriores a realizar el trayecto hasta Convent Place.

Nada más tomar tierra, se encontró con gritos e insultos en una visita que se calificó en su momento como "incómoda". Lo sabía y echó mano de toda su flema inglesa para rehusar subir al coche oficial que le esperaba al pie del avión. Straw se acercó andando hasta la Verja donde habló con algunas personas y saludó a través de la alambrada a los policías españoles que ese día se encontraban de servicio. Cuando su coche encaraba los últimos metros de Main Street, Straw pidió al chófer que se detuviera ante los gritos de "traidor" y "Judas" que, sin duda escuchaba. Acompañado por sus escoltas, el ministro británico se acercó a hablar con ellos, aunque no consiguió que esos insultos cesara.

En el interior de la sede del Gobernador de la colonia, el ministro recibió a colectivos yanitos, al líder de la oposición, Joe Bossano, y al del partido liberal Joseph García. De nuevo andando, se aventuró a cruzar la plaza para reunirse con el ministro principal Peter Caruana. Los insultos se recrudecieron y los agentes de la Royal Police se tuvieron que emplear a fondo para que llegara sano y salvo a un encuentro cuya tensión se escenificó en una comparecencia por separado y en un posado conjunto que apenas duró cinco minutos. Pese a sus intentos por asegurar que "no les dejaremos solos" y de que se tendría en cuenta a los ciudadanos de la Roca en cualquier decisión que se tomaría sobre su futuro, sus palabras distaban de ser convincentes. "Al menos ahora sabe lo que pensamos" señaló Caruana quien insistió en que "si vamos a conseguir un mal acuerdo, es mejor que no lo haya". Cifras oficiales hablaron de más de 2.000 manifestantes que repartieron a diestro y siniestro contra todos e incluso Piqué fue comparado con Osama Bin Laden.

Meses después, sin duda influido por las consecuencias de esa visita, el mismo Jack Straw, anunció su propuesta de que el Acuerdo de Bruselas se quedara aparcado hasta mejor oportunidad. La esperanza en resolver de una manera innovadora el conflicto entre los dos países se vio truncada con el conflicto de Iraq y la inestabilidad internacional que propició una enorme inestabilidad del gobierno de Tony Blair por el apoyo incondicional dado por su gobierno a Washington en esa lucha.

Ahora, una cámara oculta se ha cruzado en su camino. El ministro que devolvió a Chile al dictador Augusto Pinochet después de rescatarlo de las garras de Baltasar Garzón, aquel que un día sacó a pasear esa manera especial que los británicos tienen de entender una diplomacia que, si bien no inventaron sí desarrollaron hasta el límite, languidece en las filas de un partido que hará todo lo posible porque no vuelva a ser el protagonista que fue en Gibraltar hace casi 13 años.

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