Vera | Festival de cine de Sevilla

Los hijos (romanos) de Goethe

Vera Gemma y Asia Argento en una imagen del filme.

Vera Gemma y Asia Argento en una imagen del filme.

Fieles una vez más a su método híbrido marca de la casa, ese que busca en lo real y sus márgenes personajes singulares con los que construir ficciones que se parezcan un poco a sus propias vidas, Covi y Frimmel (La pivellina, Mister Universo) encuentran en Vera Gemma, hija del mítico actor y estrella del spaghetti western Giuliano Gemma, mujer de mediana edad y llamativo aspecto recauchutado, al señuelo perfecto para un relato que tiene en su primera parte mucho de retrato de personaje excéntrico en crisis, a saber, de residuo narcisista de la fama en tiempos posberlusconianos, pero que vira pronto hacia una trama de estirpe neorrealista que esconde algunos ases en la manga.

Solitaria y errante entre fiestas, amantes aprovechados y castings poco prometedores, Vera encarna a esa estirpe de los hijos de que, como la propia Asia Argento que aparece en el filme como trasunto de ella misma, viven de las rentas mermadas de un pasado de esplendor y de la propia autoexplotación o huida de su condición filial en una época donde ya no hay lugar (ni trabajo) para ellos.

En su deseo de redimirla, Covi y Frimmel se la llevan a la periferia romana para salvar a un niño pobre y a su familia, largo tramo que nos hace añorar ese inicio prometedor y cómico y que funciona como evidente espejo de realidades donde la ingenuidad de nuestra protagonista termina siendo devorada por su buenismo. Es evidente que Vera pretende ironizar sobre la impotencia del cine como salvador, de la misma forma en que homenajea tradiciones de la cinematografía italiana de las que apenas queda hoy la nostalgia o el fetichismo. Entre el Trastevere y el extrarradio, entre los deseos de reinicio y la conciencia del autoengaño, Vera termina desaprovechando un poco el potencial de un personaje fascinante.