Lleva el flamenco en sus venas y sus pasos ya han dado el salto a la gran pantalla. Mati Acosta Carrasco, profesora de la Escuela Municipal de Baile, enseña baile desde hace ocho años a niñas, jóvenes y mujeres de todas las edades en un taller que tiene cada año más de un centenar de inscritos.

Los días de feria son frenéticos para Acosta y su grupo porque hay numerosos compromisos para actuar en las casetas. "Sólo paramos el sábado. En verano tenemos actuaciones en otros sitios de la costa y he viajado por toda España con Turismo Andaluz. Ahora sólo doy clases porque voy a ser mamá, no sé si saldrá flamenco", comenta.

El taller de baile comienza cada curso con las sevillanas para, en función de la evolución de los grupos, pasar a las castañuelas, flamenco, rumbas y todos los pasos. "Lo de coger la manzana, comerla y tirarla es un recurso para los extranjeros. Lo tengo prohibidísimo. Los alumnos tienen que bracear como Dios manda, sin coger manzanas", señala entre risas. Su primera actuación tuvo lugar a la misma edad que las alumnas más jóvenes, en torno a los cuatro años. "Mi familia siempre me ha apoyado porque lo ha vivido desde que soy pequeña. Ahora, no me pierdo una feria porque, además de diversión, es trabajo. El fin del taller municipal de baile no es otro que estar aquí, actuar en las casetas y luego preparar una fiesta de fin de curso. Aunque a veces no es el mejor sitio. Una caseta puede llegar a ser un lugar muy frío si el ambiente no es adecuado", reconoce. Como cualquier artista, los bailaores de flamenco tienen que sacar lo mejor de sí en cada actuación. "Cierto es que hay días en que no estás a pleno rendimiento, que no te sale, pero la profesionalidad radica en olvidarse por unos momentos de los problemas y centrarse en los pasos", señala.

La joven barreña, de 28 años, también tiene ya a su edad experiencia en el cine. Y es que Acosta y varias compañeras de profesión (todas se conocían entre sí) protagonizaron la primera escena de la película Sólo quiero caminar, dirigida por Agustín Díaz Yanes. Parte del metraje se rodó en Algeciras, concretamente la secuencia donde un grupo de baile, con Acosta en cabeza, ensaya en un local de la avenida Virgen del Carmen, el mismo que sale en la película. No hubo, por tanto, estudio de por medio. El ruido del zapateado sobre el suelo ayuda a las protagonistas a perpetrar un butrón en un local anexo que se hizo de forma real. "No sabíamos que íbamos a ser cómplices de un robo. Sólo nos dijeron el nombre de la película y comenzamos a especular. Llegamos a pensar que podría estar relacionada con Paco de Lucía. Cuando llegaron a rodar ya nos dieron señas porque las nuestras fueron de las últimas escenas en filmarse. Ya habían estado en Méjico", recuerda la joven.

De Díaz Yanes y el reparto sólo tiene buenas palabras. "Es un cielo y las actrices también. Es un trabajo muy duro y se comparten muchos momentos. Para nosotras fue toda una experiencia. Rodar nuestra escena nos llevó tres días y todo el reparto empezaba a las seis de la mañana. Hubo días que acababan a las tres de la madrugada", detalla. El montaje de la escena corrió a cargo de las bailarinas. "Nos propusieron la música y montamos la coreografía. La vio el director y el reparto y les pareció estupenda. Eso sí, pensábamos que iban a ser unos segundos y no la canción entera lo que saldría en el cine", bromea. De hecho, los zapatos de Acosta y su rostro son los primeros planos de la película. "Cuando la vi en el cine no sabía en qué orden iba dentro del metraje. Fue toda una sorpresa. Es cierto que hay gente que me reconoce y me lo comenta. Lamentablemente, el cine español no tiene tanto tirón y no sale en las grandes salas o está poco tiempo en cartel. Es un poco como con el baile, aunque me siento totalmente realizada con mi trabajo a pesar de que hacemos más actuaciones fuera", concluye Acosta.