Feria de La Línea

Los linenses vuelven a hacer grande el Domingo Rociero

  • La jornada se convierte un año más en referente de la diversión y el ocio para residentes y visitantes con ganas de pasarlo bien hasta que el cuerpo aguante

Suele decirse que lo que hace grandes las fiestas de un pueblo es su gente. En el caso de La Línea y el Domingo Rociero, esa frase adquiere sentido en todas sus dimensiones. Un año más, el primer fin de semana de la Velada y Fiestas tuvo un broche de oro con la celebración de una jornada tan popular que congrega a los linenses pero también a numerosos visitantes ávidos de diversión.

El día arrancó pronto a pesar de que la noche anterior había sido larga debido a la celebración de la cabalgata, el alumbrado de la portada y la primera visita a las atracciones, tómbolas y casetas del recinto. A las 10:00 horas, la plaza de la Iglesia acogió una misa oficiada por el padre Juan Valenzuela a la que asistió una amplia representación municipal, pero también muchos ciudadanos de a pie que llenaron uno de los enclaves más emblemáticos de la localidad.

Tras la misa y una primera parada para desayunar, las principales calles y plazas del centro empezaron a llenarse de gente joven y no tan joven dispuesta a disfrutar hasta que el cuerpo aguantase.

Bebidas refrescantes, deliciosas tapas para reponer fuerzas, bailes por sevillanas y rumbas y hasta el Chiki Chiki fueron algunos de los ingredientes de un día inolvidable que se hizo notar en cada rincón del centro.

Grupos de amigos y familiares buscaban lugares estratégicos a la sombra para departir, intercambiar impresiones sobre cómo está la Feria este año y divertirse, sin pensar en que hoy, excepto aquellos que estén de vacaciones, habrá que volver al tajo más cansados de lo normal.

Los más jóvenes, a lo suyo, que es sobre todo beber alcohol, lanzar litros de tinto por los aires y abarrotar un año más la plaza de Cruz Herrera, a la que hubo que proteger al encontrarse en obras como si el Real Madrid visitara a la Cibeles tras ganar un título importante.

A las 18:00 horas, el centro seguía, como suele decirse, de bote en bote, porque no había ganas de marcharse a casa. Muchos optaron entonces por cambiar de escenario y volver a pisar, tras la noche del sábado, la Feria y las casetas. Otros decidieron que había llegado el momento de relajarse y se dirigieron a la playa para tomar un baño refrescante.

A las 21:00 horas, el centro seguía con gente ocupando las terrazas de verano aunque en un tono mucho más tranquilo. Para entonces, los operarios de limpieza ya habían empezado a borrar los indicios de la fiesta.

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