Elecciones en Madrid

El abismo de jugar el partido sin Iglesias

  • Las ministras Irene Montero e Ione Belarra están en una clara posición de salida en la carrera sucesoria de Unidas Podemos

El líder de Unidas Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, con Irene Montero tras comparecer ante los medios la noche del 4-M.

El líder de Unidas Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, con Irene Montero tras comparecer ante los medios la noche del 4-M. / Kiko Huesca (EFE)

Podemos entra de pleno y casi de imprevisto en una nueva etapa por primera vez sin el hiperliderazgo de Pablo Iglesias, que ya ha dicho que quiere ser relevado por una mujer, lo que sitúa a las ministras Irene Montero y Ione Belarra en una clara posición de salida.

Las dos ministras, además de tener una excelente relación, son las número dos y tres de Podemos, respectivamente, así que no es extraño que los dirigentes del partido apunten en público y en privado a sus nombres como los de las posibles 'herederas' del liderazgo en el partido, sobre todo si Yolanda Díaz mantiene su negativa a pilotar la formación.

La nueva vicepresidenta tercera del Gobierno ha sido designada por Iglesias como su sucesora al frente de la coalición de Unidas Podemos y futura candidata, pero ella ha dicho en varias ocasiones que no milita en Podemos sino en el PCE y que no aspira a liderar ese partido, aunque sea la cabeza visible de la coalición en el Gobierno.

Y a ese posicionamiento aludía hoy su entorno que, como el resto de la coalición, guarda silencio sobre la marcha de Iglesias.

¿Nueva asamblea?

Podemos no ha dado cuenta todavía si el relevo se hará formalmente mediante una nueva asamblea un año después del 'Vistalegre III' que reeligió por cuatro años a Iglesias y aprobó nuevos estatutos, o si la Ejecutiva continuará pilotada por la número dos, Irene Montero.

El ex vicepresidente segundo empezó a preparar su adiós después del verano, cuando avisó a su núcleo duro de que había que empezar a repartir los papeles para que emergieran nuevas voces.

Ahora, el nuevo capítulo que está por escribir es qué es Podemos sin Iglesias, un líder que estampó su cara en la papeleta de las primeras elecciones a las que se presentó, las europeas de 2014, y que tras ser el candidato a cuatro elecciones generales se ofreció como cabeza de cartel a la Comunidad de Madrid ante la amenaza de quedarse sin representación en la Asamblea.

Hasta ayer, cuando Podemos subió de siete a diez diputados, el partido ha perdido apoyos en cada convocatoria electoral, aunque en el primer barómetro del CIS tras dejar Iglesias el Gobierno frenó su senda de caída y pasó del 9,6 al 10,7 % de expectativa de voto.

Momento dulce de Errejón

La marcha de Iglesias, que ganó en Podemos cada batalla interna que le planteó Íñigo Errejón, coincide con el momento más dulce para su ex número dos: en medio de una debacle de la izquierda, con su proyecto de Más Madrid ha conseguido el objetivo que siempre tuvo Iglesias, adelantar al PSOE.

Esa posición hegemónica en la Comunidad de Madrid no tiene por el momento traslación ni estructura en el resto de autonomías, pero Más País trabaja en tejer redes y alianzas como la de Compromís en la Comunitat Valenciana para tratar de hacerse fuerte a la izquierda del PSOE.

Frente a ello, Iglesias ha tenido que reconocer que ha dejado de ser útil a su partido y que ante eso lo mejor es retirarse, aunque responsabilice de la situación a aquellos que, según dice, lo han convertido en un "chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros y más contrarios a la democracia”.

“Me siento muy orgulloso de haber sido útil a mi formación y a mi país... pero cuando uno deja de ser útil tiene que saber retirarse”, dijo ayer Iglesias al dar un paso atrás para dejar espacio a nuevos liderazgos y rostros que trabajen en la renovación de su proyecto político.

Si en cualquier otro partido la marcha del líder podría generar un vacío que obligase a las distintas corrientes a resituarse, en un Podemos en el que ya apenas quedan voces críticas se da por hecho que no hay otro escenario más que el de una transición tranquila. Lo que está por ver es si se está a tiempo de reflotarlo.

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