Las claves

Pilar Cernuda

Yolanda Díaz, la china en el zapato de Podemos

La vicepresidenta segunda del Gobierno quiere crear un partido que aglutine a figuras de IU, En Comú, Más País o Compromis y no tiene especial sintonía con Belarra ni con Montero

la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.

la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. / Ricardo Rubio (EP)

No quiere que su proyecto sea una suma de partidos, Yolanda Díaz lo ha dicho muy claro en la cadena Ser. No quiere un conglomerado en el que coincidan Izquierda Unida, En Comú de Ana Colau, el partido de Íñigo Errejón que ha podido con Podemos en Madrid y sigue en modo creciente, más Compromis, más alguna figura regional con más o menos simpatizantes detrás. No. Yolanda Díaz, actual vicepresidenta Segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, quiere crear un nuevo partido en el que todos esos partidos y formaciones queden bajo el paraguas de unas mismas siglas. Dirigido, evidentemente por ella, que sigue siendo una destacada militante del PCE.

Yolanda Díaz dio el salto a la política nacional para quedarse. Deja atrás la política gallega, donde se crió en una familia comunista, estudio la carrera de Derecho y destacó como militante comunista de Ezquerda Galega. Formó parte de las mareas, una suma de partidos nacionalistas y comunistas que se aliaron para tratar de vencer a Núñez Feijóo –sin éxito– y mandó al ostracismo a quien había sido mentor político y figura indiscutible del nacionalismo gallego de izquierdas, Xosé Manuel Beiras, que no dudo en calificar a Yolanda Díaz de traidora.

En Galicia hay dos bloques muy diferenciados: el que considera a Yolanda Díaz una persona que no admite barreras en su objetivo de llegar todo lo lejos que pueda llegar un político en España, y el de aquellos que la consideran una mujer con coraje para defender con firmeza sus principios sorteando todas las dificultades para abrirse paso siendo mujer y comunista. Los primeros, los detractores, describen incluso la asombrosa transformación física de la política –pelo impecablemente peinado, rostro impecablemente maquillado, ropa de impecable corte, trato impecablemente amable incluso cuando defiende con dureza sus posiciones– como parte de su estrategia para ir alcanzando las alturas. Esa estética crea confianza en los sectores que huyen del radicalismo.

Respeto de Iglesias

Su primer paso fue ganarse el respeto y el afecto de Pablo Iglesias, paso imprescindible para dar el salto nacional. No se equivocó, la metió en el Gobierno. Cuando era vicepresidente, Iglesias encontró en Yolanda Díaz la persona de su grupo que mejor se movía en el Gobierno, hasta el punto de que logró acuerdos con la CEOE y además no le creó conflictos a Pedro Sánchez. Cuando Iglesias decidió abandonar una vicepresidencia en la que ya se sentía poco cómodo, y abandonar el escaño cuando Ayuso le dio un varapalo en Madrid, varapalo sobre todo a su ego, Iglesias dejó dicho que Yolanda debía ser la candidata de Podemos a la Presidencia del Gobierno siempre que lo aprobara Podemos, e Ione Belarra nueva secretaria general siempre que lo aprobara Podemos. Lo segundo se produjo sin dificultad, era palabra de Iglesias. Lo primero … lo primero está en el aire.

Da la impresión de que Yolanda Díaz no tiene la menor intención de ser la candidata de Podemos cuando se convoquen elecciones generales. Le queda pequeño. El partido fundado por Iglesias va de capa caída, lo han dejado todos sus fundadores; Iglesias sigue teniendo cierta influencia y quizá lo tenga más cuando comience a ejercer como presidente de su fundación, cargo al que acaba de acceder. Pero el goteo de abandonos –el último el de Noelia Vera, brazo derecho de Irene Montero, que alega motivos personales– más la bajada de votos que además se augura que seguirá en los próximos meses, ha provocado que Yolanda Díaz, que además no tiene especial sintonía con Belarra y Montero, quiera montar su propio partido.

En fase de prospección, ha iniciado contactos a lo largo del verano, siempre como dirigente de Izquierda Unida, donde Alberto Garzon ve sus movimientos con simpatía mientras que Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista, no está especialmente contento con lo que pretende Yolanda Díaz. Es como si solo él se diera cuenta de que quiere crear un nuevo partido en el que ella sea la única e indiscutible líder, con unas siglas que eliminen aquellas que han tenido o tienen protagonismo en Cataluña, Valencia, Andalucía o Madrid. O en toda España, como sería el caso de Podemos si se sumara. Enrique Santiago es uno de los nombres que puede crearle problemas a la vicepresidenta, como Teresa Rodríguez en Andalucía o incluso Mónica Oltra. Alguien cercano a Díaz cuenta que a la vicepresidenta le preocupa la situación actual de la dirigente de Compromis, porque su ex marido ha sido condenado recientemente por abuso a una menor tutelada. La figura de Oltra se ha cuestionado y a Díaz no le conviene que ese episodio pueda contaminar su proyecto.

En cuanto a Podemos, no le preocupan Belarra y Montero, sabe perfectamente que no tienen, ni de lejos, el predicamento que tenía Pablo Iglesias, y la idea generalizada en el mundo de la izquierda radical es que Yolanda Díaz podría ser el elemento que provocara la explosión de Podemos si la dirección actual no aceptara sumarse a su proyecto. Porque, sin duda, ella arrastraría a un buen número de dirigentes, y sobre todo de votos, desencantados por la deriva actual de un partido que además de decepcionarles porque ha desaparecido el espíritu con el que se fundó, pierde presencia, influencia y votos a chorros.Yolanda Díaz participó el pasado fin de semana en la Fiesta del PCE. Nunca lo había hecho una vicepresidenta del Gobierno. También acudió Pablo Iglesias, pero no hubo comparación entre una y otra intervención. Iglesias tiró de demagogia, Yolanda Díaz en cambio encendió al público, que no ocultó su entusiasmo. Llega a la fibra sensible. Se puede apostar que al final de su intervención mucha gente se planteó sumarse al proyecto que está creando.

Visibilidad en Moncloa

En el Gobierno solo está pendiente de Pedro Sánchez y de que la considere una vicepresidenta sólida. Repite que va a derogar la reforma laboral, aunque no convence a Calviño y tampoco mucho a un presidente que sabe que en Bruselas no quieren esa reforma de ninguna manera porque creen que generaría aún más desempleo; como ocurre con la subida del Ingreso Mínimo, otro empeño de Yolanda Díaz que sin embargo ha sacado adelante, quizá porque Sánchez quiere darle alguna compensación por dejar de lado la reforma laboral. También pretende abordar el límite de los precios del alquiler, que en otros países ha tenido pésimos resultados. Pero Díaz, mientras no llega la aprobación de las grandes propuestas, se conforma con que Sánchez le permita pequeños avances, porque lo que importa es tener presencia, protagonismo, que se hable de ella y de su compromiso social.

La pregunta que se hacen muchos que siguen de cerca los pasos de Yolanda Díaz es cuánto tiempo durará en el Gobierno. La respuesta no la conoce nadie, porque faltan dos años para las elecciones generales, y dos años en política es mucho. Lo más lógico es que permanezca en el gobierno todo el tiempo que pueda; una vicepresidenta y ministra de Trabajo sería poco inteligente si desaprovechara esa oportunidad para estar permanentemente en el primer plano, sobre todo cuando genera debates continuos. Y lo más lógico sería también que si para lanzar su proyecto necesita estar fuera del gobierno cuando se convoquen elecciones, dimita en el último momento, o provoque su cese dando un aldabonazo que le catapulte de inmediato como una mujer que, por defender sus ideas, ha perdido los privilegios de dejar una vicepresidencia del gobierno.

Su biografía y su conocimiento de la trastienda política demuestran que no da puntada sin hilo. Hará en cada momento lo más conveniente para liderar un nuevo proyecto de izquierda. No moderado, aunque todavía hay quien piensa que Yolanda Díaz es una convencida socialdemócrata.

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