Entrevista a Benito Zambrano

“Estamos preocupados porque está costando que la gente vuelva al cine”

Benito Zambrano durante el rodaje de su última película 'El salto'.

Benito Zambrano durante el rodaje de su última película 'El salto'. / Cristina Ríos

Está rematando su último trabajo, El salto, donde mostrará las condiciones de vida de los migrantes al otro lado de la frontera. Porque eso lo que le gusta a Benito Zambrano (Lebrija, Sevilla, 1966), adentrarse en las verdades de la vida para que la ficción sea pedagógica. El cineasta confía en que alguna vez el ser humano aprenda, y cree firmemente en la fuerza de una claqueta para ello. Más de 20 años después de su opera prima, Solas, sigue buscando historias que contar a su manera..., que es la nuestra.

–Hace un año que presentó Pan de limón con semillas de amapola, ¿se han cubierto sus expectativas?

–Es una película que ha conectado bien con el público y en taquilla fue bastante bien respecto a lo mal que está yendo el cine español, y eso es la realidad. Salvo algunos éxitos, está costando que la gente vuelva a ir al cine. Estamos todos muy preocupados, pero hay que seguir haciendo cine, hay que seguir intentándolo. Nosotros sabíamos que no era una peli de festivales, de premios, es una peli para espectadores, para disfrutarla, poca gente se queda impasible al verla, así que en ese sentido ha cubierto el objetivo. Además va a tener un buen recorrido.

–Los dramas, las mujeres,... son premisas constantes en su trabajo. ¿Aún queda mucho por contar?

–Hay mucho dolor por contar, por mostrar y por reflejar en el cine. Mientras que tengamos sensibilidad nos harán sufrir, haremos sufrir, así que serán temas siempre. Es sustancial al ser humano. No se cuentan historias de gente feliz, entre comillas es aburrido. Si no cuentas el dolor esa función pedagógica se perdería, de alguna forma estás intentando ayudar para que en la vida real se sufra lo menos posible. Mejor llorar en el cine que en la vida real. Intentamos ayudar a ser mejor sociedad, a ser mejores personas, es una función muy bonita en este arte de contar historias. Se enseña y se aprende, perdiendo. Hasta que un día ganas.

–Su cine de mujeres, ¿es solo para mujeres?

–Jamás he pensado eso. Yo siempre pretendo hacer un cine de personas, de gente que le pasan cosas. Me gustan las historias de mujeres, su mundo, escucharlas, pero no pretendo hacer un cine de mujeres. Hago lo que me sale, lo que puedo y lo que, a veces, encuentro. No voy de forma pretendida. No tendría gracia ninguna hacer un cine solo para mujeres. De hecho, una de las cosas más bonitas que nos ha pasado con Pan de limón con semillas de amapola es que muchos hombres lloraban, se emocionaban, lo cual quiere decir que muchas cosas han cambiado. Son capaces de empatizar con el dolor de las mujeres, de acompañar, de ser cómplices del dolor de ellas. También da la casualidad que siempre se me relaciona con el mundo de la mujer, pero en mi filmografía hay empate. Hay también protagonistas masculinos.

–La violencia de género, un daño que no cesa, ¿se hace todo lo posible en cine?

–Si tenemos en cuenta que aún el porcentaje de hombres en cine es mayor que el de mujeres está claro que gana por goleada que el universo que más se retrate sea el de los hombres. También los conflictos sociales más duros y dramáticos no los contamos lo suficiente en el cine. A veces huimos de meternos y contar lo que nos pasa, dándole preferencia a algo mucho más escapista, pero hay buena voluntad. La mayoría de los cineastas tienen una enorme sensibilidad con el mundo de la mujer y, como hay bastante información ahora y las leyes van cambiando de forma positiva, se puede contar de millones de maneras. No es algo invisible en la sociedad. Cuando hice Solas no me lo planteé desde el mensaje, sino desde las emociones, pero al rodarla en el 98 el mundo del maltrato era mayor y más difícil de mostrar, así que cuando se estrenó se vio desde esa óptica. No era mi intención, aunque me pilló maravillosamente desprevenido. Es maravilloso que casi 23 años después siga siendo útil.

–¿Qué necesita una historia para que llame su atención?

–Lo primero es que me atrape, que me conmueva, si no me emociona, no me interesa. Si eso no ocurre, malo. También pido que cuando lea un guion o un libro sepa que hay una historia inteligente, que aporte, que tenga sentido y valor. Yo le estoy pidiendo al espectador que me dé dos horas o tres de su vida cuando vaya a ver una película mía, y de ese modo pretendo que ese tiempo y dinero que va a invertir merezca la pena.

"Me gustan las historias de mujeres, su mundo, escucharlas, pero no pretendo hace un cine de mujeres”

–En su cine siempre muestra más el camino de sus personajes, su optimismo, que el desenlace final.

–Supongo que es mi manera de contar historias. Para mí es muy importante ese viaje que se hace en una película. En el viaje está la emoción, el aprendizaje, las enseñanzas, la experiencia de vida y yo creo que eso es fundamental. La película entera debe ser un aprendizaje para vivir y para sentir.

–Tras la pandemia, ¿está costando remontar?

–Sí, y no solo para el cine español. Lo que tiene éxito son las películas familiares, pero los dos años de pandemia han hecho mucho daño. Tanto tiempo encerrado ha hecho que la gente aprenda a ver cine en las plataformas. Por el dinero de una entrada tienes un mes en casa.

–Entonces, plataformas televisivas, ¿sí o no?

–Que yo esté a favor o en contra es irrelevante. Están, han llegado, es una forma de ver y es una manera que ha cambiado la manera de percibir el audiovisual. Tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Ahora mismo ha provocado mucho trabajo en el mundillo, se está rodando mucho, muchas series, un profesional medio bueno no para de trabajar. Estamos en ese sentido en un momento bueno y se están haciendo cosas interesantes. Además, cuando ponen una película nuestra está la posibilidad de que se vea internacionalmente con muchas más probabilidades que antes, cuando la distribución era peor. El problema es quiénes son los dueños de las plataformas y dónde están los consejos de administración de esas plataformas que son los que van a decidir el contenido de las mismas. Entonces, ¿qué ocurre? Pues que cada vez las cosas están más controladas en menos dueños. Por tanto son quienes tienen el poder.

–¿Qué le falta al cine andaluz?

–Dinero. A nuestra pequeña industria es lo que siempre le va a faltar. Necesitamos productores con fuerza para que el cine andaluz sea lo más autónomo posible. Por lo demás, hay un montón de buenos profesionales fuera y dentro de Andalucía.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios